¡La voz de Venezuela en la cumbre climática! Maduro abogó por fondo para países víctimas de ataques al ambiente (Ver video)

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«El desequilibrio y la crisis ambiental creadas en la naturaleza son equiparables a las condiciones de desigualdad e injusticia que el capitalismo ha creado contra la humanidad», dijo. Foto Prensa Presidencial

VEA / Yuleidys Hernández Toledo

Llegar a reales y efectivos acuerdos de acción, diseñar una agenda concreta para proteger a las poblaciones vulnerables y «concretar sin demoras ni artificios burocráticos, el fondo de financiamiento de pérdidas y daños climáticos del que venimos hablando hace unos años en cumbres anteriores», fueron parte de las propuestas que realizó este martes 8 de noviembre, el jefe de Estado, Nicolás Maduro, durante su intervención en la XXVII Conferencia de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27), en Egipto.

En un discurso que duró 19 minutos y que al finalizar provocó un estruendoso aplauso de los líderes y jefes de gobierno presentes en el recinto ubicado en la ciudad de Sharm El Sheikh, el dignatario venezolano destacó sobre el último planteamiento, que se debe trabajar hasta el último detalle. «Afinando los mecanismos para que el auxilio financiero sea de forma directa, justa, oportuna y expedita, de manera que llegue a los pueblos más afectados la indemnización por los daños ambientales».

Agregó que cualquier acuerdo que se tome hoy «debe atacar la raíz del problema y atender prioritariamente a los más vulnerables. La desigualdad abismal entre los países del llamado Primer Mundo frente al resto, se ha incrementado y profundizado en las últimas décadas, al mismo paso de la destrucción ambiental. Hay una correlación entre la crisis ambiental y la crisis de desigualdad que genera pobreza en el mundo».

En su intervención destacó los daños que ha generado el capitalismo salvaje contra el ambiente y los efectos devastadores que ha generado.

Señaló que «el desequilibrio y la crisis ambiental creadas en la naturaleza, son equiparables a las condiciones de desigualdad e injusticia que el capitalismo ha creado contra la humanidad. Un sistema que normaliza la explotación entre los seres humanos no tiene condiciones éticas para respetar a las otras formas de existencia. El capitalismo ve recursos donde otras culturas ven la vida y lo sagrado. Se siente por eso con derecho de poseer y destruir cuanto encuentra a su paso para la acumulación del capital».

Maduro también abogó como país soberano por la protección de la Amazonía.

En ese contexto remarcó que «Venimos de un encuentro con el presidente de Colombia, Gustavo Petro, de Surinam, con los movimientos sociales suramericanos para asumir responsabilidades como habitantes de Surámerica en la salvación de la selva y la biodiversidad del Amazonas. Milenios de existencia han dejado una huella irreparable en el Amazonas. Por el contrario, que son los pueblos originarios quienes deben enseñarnos cómo salvar y cómo convivir con la naturaleza».

«Las culturas ancestrales y originarias de todo un continente, desde los originarios siux del norte de América hasta los yanomamis de la Selva Amazónica, han concebido siempre a la tierra como un ser vivo que siente y piensa como nosotros. Despertemos a esta verdad y salgamos de la arrogancia antropocéntrica que nos impide ver lo sagrado del mundo», agregó.

Aquí el discurso completo

Es sabido los terribles desequilibrios ambientales que hoy afectan de manera dramática a la vida en todo el planeta; parecen indicar que el cambio climático —así llamado con incoherente eufemismo— es un hecho irreversible.

Temido por muchos y negado por las élites, aquel escenario distópico del que tempranamente alertó la comunidad científica, algunos líderes mundiales y casi la totalidad de los movimientos sociales, se ha
convertido en una profecía autocumplida. La mayor crisis ambiental desde que la vida humana existe. La crisis climática es una realidad insoslayable que solo puede enfrentarse con hechos concretos, urgentes e inmediatos.

Resulta doloroso por partida doble tener que admitir, además, que la dimensión de esta crisis no nos toma por sorpresa. Desde el inicio de la diplomacia ambiental se contaba con los datos suficientes para
declarar una emergencia temprana y actuar en consecuencia. De eso hace ya 30 años.

Con la firma de aquel histórico acuerdo de Kioto en el año 1991, se logra un importante consenso para la reducción de la huella de carbono, que hasta el año 2009 dio buenos resultados.

El Acuerdo de París de 2015, apuntó a mejorar los mecanismos para obligar a los llamados países desarrollados del norte, a reducir su impacto en el calentamiento global y sobre todo se le da en el Acuerdo de París, por fin, un carácter vinculante a los aportes de la ciencia en este sentido del cambio climático. Pero también, hay que decir, hubo penosos estancamientos y rupturas como las que se dieron en 2009 en Copenhague, donde se puso de manifiesto la poca voluntad de las élites negacionistas, para avanzar con el ritmo adecuado a la emergencia y en el sentido correcto de la vida.

Todavía recordamos Copenhague, la represión policial en las calles contra los movimientos ecologistas y las confabulaciones burocráticas corporativas que se instalaron desde entonces.

Señor presidente, hemos perdido mucho tiempo desde allá hasta acá: Cada hora, cada mes, cada año de inacción, de vacilación, de indolencia, se traduce hoy en ecosistemas destruidos, en especies extintas y en el deterioro de las condiciones de vida del planeta que nos lo había dado todo con generosidad, pero que hoy empieza a pasar una enorme factura por los abusos cometidos.

Reconocer los fracasos civilizatorios en esta materia es el comienzo para rectificar de manera radical. Ayer nos amenazaba el cambio climático, pero hoy es el colapso absoluto del ecosistema que se levanta frente a nosotros como un destino fatal. Lo dicen las proyecciones más vigentes: De seguir a este ritmo autodestructivo, en 30 o 40 años será inhabitable este planeta.

Esta crisis climática, lo sabemos, tiene y tendrá consecuencias definitivas en el planeta que nos obligan a modificar el modelo de vida consumista.

El último informe de la ONU sobre el cambio climático, donde participaron 14 mil científicos del mundo, alertó que si no se reducen las emanaciones de gases de efecto invernadero, como dióxido de carbono, metano y óxido ferroso, al 50 %, el daño será irreversible en tan solo ocho años: es decir, para 2030 no habrá vuelta atrás en lo que estamos viviendo: Tormentas, huracanes, lluvias, frío y calor extremos que cambian inesperadamente las condiciones de vida, y más aún, comprometen nuestra existencia: El calentamiento global está acabando con las especies en la Tierra y esto parece ser imparable.

Por mencionar un ejemplo muy conocido: El calor extremo podría extinguir las abejas y si no hay abejas se interrumpe el proceso y el ciclo natural de polinización; si no hay polinización las plantas no se reproducen y esto disminuiría el oxígeno en la Tierra.

Veamos estos datos:

  • La temperatura media anual mundial en los últimos 100 años subió 0,8 ºC y se espera que para los próximos cinco años supere el 1,7 ºC.
  • Los gases de efecto invernadero se encuentran en los niveles más altos de la historia de la humanidad. Este nivel, que había caído en 2020, producto de la cuarentena de la pandemia, en el 2021 con la reactivación industrial y comercial, superó el récord de 2019, cuando fueron aproximadamente 12 % más altas que en el 2010 y 54 % más altas que en 1990. En 32 años hubo un incremento que se debe registrar en siglos.
  • Han aumentado en consecuencia y de manera desordenada los fenómenos como las sequías y lluvias extremas: Alrededor del 80 % de los desastres naturales entre 2001 y 2021 estuvieron relacionados o bien con las sequías o con las inundaciones torrenciales.
  • Según estimaciones de los expertos climáticos, para el año 2050, el océano Ártico quedará prácticamente libre de hielo marino por primera vez en la historia y con un aumento de la temperatura de 2 ºC que amenaza con perder el 99 % de los corales del mundo.
  • De igual forma, los niveles del mar han subido unos 23 centímetros desde 1880, y casi la mitad de esos centímetros ha aumentado en los últimos 25 años. Cada año el mar sube, de acuerdo a los científicos, 3,4 milímetros. Dicho aumento está causando que el agua dulce se vuelva salada,
    comprometiendo los recursos hídricos de los que dependen millones de personas en el planeta.

Ciertamente la civilización humana es responsable de esta grave afectación que hoy vive el planeta. Sin embargo, esa afirmación es incompleta y pecaría de hipócrita si no se detalla que esa civilización es profundamente desigual: Está compuesta por países que llevan dos siglos explotando indiscriminadamente los recursos naturales del planeta, mientras otros apenas tienen cómo alimentarse y persiste bajo un modo de producción preindustrial, la desigualdad.

Venezuela es responsable de menos del 0,4 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero en el planeta. No obstante, el pueblo venezolano debe pagar las consecuencias de un desequilibrio causado por las principales economías capitalistas del mundo, quienes han contaminado y continúan contaminando el planeta, para el beneficio de unos pocos.

La existencia tal cual como la conocimos, se ha trastocado para siempre en perjuicio de todas las especies vivas del planeta. El ritmo de extinción de las especies que hasta el día de hoy conforman el complejo organismo de la biodiversidad se acelera y extiende alarmantemente, como lo advirtió el Comandante Fidel Castro Ruz en aquel célebre discurso en la Cumbre de Río, en Brasil. Cito: “Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: El hombre”. Y agrega el Comandante Fidel Castro: “Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”, señalando como gran responsable de esta amenaza contra la naturaleza -ya en el año 1992- al capitalismo salvaje y depredador.

Será inútil, como ha sido hasta hoy, cualquier esfuerzo que emprendamos por paliar las consecuencias de este desastre ambiental, si no tenemos el coraje de reconocer que esa y no otra es la causa del desastre que se avecina: El capitalismo consumista, el capitalismo voraz, depredador y destructor.

En el año 2009, en Copenhague, el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías tuvo el coraje de decirlo aquella mañana de manera directa. Permítanme recordar esa cita: “¿Cuál es la causa del cambio climático? La causa es el sueño de buscar la felicidad a través de la acumulación material y del progreso sinfín, usando para eso técnicas con las cuales se pueden explotar de forma ilimitada todos los recursos de la Tierra” (…) No cambiemos el clima, cambiemos el sistema” sentenciaba en 2009 el Comandante Chávez en Copenhague.

Señor presidente, el desequilibrio y la crisis ambiental creadas en la naturaleza, son equiparables a las condiciones de desigualdad e injusticia que el capitalismo ha creado contra la humanidad. Un sistema que normaliza la explotación entre los seres humanos no tiene condiciones éticas para respetar a las otras formas de existencia. El capitalismo ve recursos donde otras culturas ven la vida y lo sagrado. Se siente por eso con derecho de poseer y destruir cuanto encuentra a su paso para la acumulación del capital.

Es necesario llegar a acuerdos reales y efectivos de cara al problema estructural, pero también debemos diseñar ya mismo, una agenda concreta para proteger a las poblaciones vulnerables del planeta. La humanidad no puede seguir huérfana. Es necesario concretar sin demoras ni artificios burocráticos, el Fondo de Financiamiento de Pérdidas y Daños Climáticos del que venimos hablando hace unos años en cumbres anteriores. Sobre esta propuesta impostergable, debemos trabajar hasta el último detalle. Afinando los mecanismos para que el auxilio financiero sea de forma directa, justa, oportuna y expedita, de manera que llegue a los pueblos más afectados la indemnización por los daños ambientales.

Cualquier acuerdo que se tome hoy debe atacar la raíz del problema y atender prioritariamente a los más vulnerables. La desigualdad abismal entre los países del llamado Primer Mundo frente al resto, se ha incrementado y profundizado en las últimas décadas, al mismo paso de la destrucción ambiental. Hay una correlación entre la crisis ambiental y la crisis de desigualdad que genera pobreza en el mundo.

La explotación indiscriminada de los recursos renovables y no renovables, además de producir miseria ambiental, es responsable de la miseria social a escala planetaria, que también se agudiza. Esto no puede ser obviado al momento de trazar medidas drásticas y planes efectivos que corrijan y normen la actividad civilizatoria para el devenir.

Finalmente, abogamos como país soberano por la protección de la Amazonía: Venimos de un encuentro con el presidente de Colombia, Gustavo Petro, de Surinam, con los movimientos sociales suramericanos para asumir responsabilidades como habitantes de Suramérica en la salvación de la selva y la biodiversidad del Amazonas. Milenios de existencia han dejado una huella irreparable en el Amazonas. Por el contrario, son los pueblos originarios quienes deben enseñarnos cómo salvar y cómo convivir con la naturaleza.

Las culturas ancestrales y originarias de todo un continente, desde los originarios siux del norte de América hasta los yanomamis de la selva Amazónica, han concebido siempre a la Tierra como un ser vivo que siente y piensa como nosotros. Despertemos a esta verdad y salgamos de la arrogancia antropocéntrica que nos impide ver lo sagrado del mundo.

Los venezolanos y venezolanas no nos caracterizamos por ser pesimistas. Nos asiste un infatigable espíritu de lucha, de resistencia y un inmenso amor por la vida que nos eleva a pensar en una nueva humanidad, desde una nueva espiritualidad. Una humanidad reconciliada con la naturaleza, reconciliada consigo misma y reconciliada con el futuro.

Ya no hay, como decía el filósofo canadiense Marshall McLuhan: “Pasajeros en esta nave espacial llamada Tierra: todos somos tripulantes”. Sé que no hay un hombre, ni una mujer de a pie que esté dispuesto a ver eclipsar esta hermosa aventura que puede ser la humanidad nueva, la humanidad salvada. Tampoco nosotros nos quedaremos sentados a ver el final de los días. Cuente el mundo con nuestro pueblo comprometido y trabajador, lleno de esperanza, dispuestos a unir todos los esfuerzos con nuestros hermanos de una nueva humanidad.

La ilusión del desarrollo infinito por la vía consumista ha terminado: Pongámosle límite ahora al daño causado a la madre naturaleza.

Presidente, hermanos y hermanas, se agotó el tiempo de los discursos y también el de los lamentos.
Solo queda un presente para actuar radical y certeramente en favor de otro mundo posible y de una vida verdadera. Y aunque el presente sea un instante ante los ojos de la eternidad, será suficiente si hay voluntad de vida, y hay voluntad de vida.

Muchas gracias.

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