Claudio Fermín

@claudioefermin

Las sanciones y el bloqueo económico se presentaron como una operación que sería de efectos sanadores para la crisis. Así vendieron esta receta quienes en su ambición y falta de escrúpulos se han especializado en ofrecer fórmulas mágicas, haciendo miles de piruetas para llegar al poder como sea.

Quienes optaron por la estrategia política del agravamiento de la crisis, encontraron en la desesperación generada por la errática conducción de la economía y de los asuntos públicos el marco ideal para desarrollar su cínica operación. Impusieron matrices de opinión según las cuales ya no podía irnos peor y Maduro estaba tan debilitado que con un soplido se caería, por tanto, lo mejor era complicarle las cosas para que terminara de caer. Ellos, por supuesto, estaban destinados a ser los salvadores de la patria. De esa manera, los que antes habían organizado el paro petrolero, los enfrentamientos militares en la plaza Altamira, el golpe de Estado y fugaz gobierno de Pedro Carmona, los continuos llamados a la abstención y el golpe de Estado del distribuidor de Altamira, el atentado con drones contra el Presidente de la República y la operación Gedeón, esos mismos que montaron la salida, los que empujaron a miles de jóvenes a las guarimbas y los que a todos estafaron con el cuento de Guaidó y la presidencia interina, esos personajes hicieron diligencias ante Donald Trump y montaron las sanciones que, ahora sí, liberarían a Venezuela del pésimo gobierno. Ya la cama estaba servida con la absurda medida de Obama que declaraba como seria amenaza para los Estados Unidos a un pequeño país quebrado, empobrecido y sumido en una profunda crisis. Finalmente creyeron dar el jaque mate con el bloqueo económico.

Se regodearon de su logro. Se felicitaban porque el gobierno no podía vender petróleo ni gas, como tampoco acceder a financiamiento alguno del Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo ni de otras agencias multilaterales. Ningún país que quisiera mantener relaciones con los Estados Unidos podía comprarle ni venderle o prestarle al Estado venezolano. Venezuela quedaba aislada, a la suerte de su invalidez. Al no poder vender petróleo el gobierno caería. Todo era cuestión de semanas. Para complementar el bloqueo y asegurar la asfixia de la administración pública, usaron su mayoría en la Asamblea Nacional para quitarle Citgo y Monómeros al país, al igual designaron directivas para el Banco Central de Venezuela y de Pdvsa que enajenaran bienes a la nación venezolana. Las cuentas bancarias del gobierno quedaron secuestradas. Su razonamiento era bárbaro e inhumano: que no entre ni un dólar, así el gobierno estará impedido de suministrar agua a barriadas y vecindarios, dotar hospitales, aumentar salarios, mejorar la red eléctrica y muchas otras obras. Esa parálisis haría crecer el descontento hasta una gran implosión social que barrería con el gobierno y colorín colorao, pondría en sus manos el poder que no habían alcanzado ni con el carmonazo, ni con la salida ni con la abstención y para lo que ya Guaidó les lucía un parapeto. Ahora con el bloqueo si les llegaría la hora. De eso estaba seguro Trump, quien, con John Bolton, Elliott Abrams y Pompeo dirigía la orquesta. Sus muchachos en Venezuela, que habían fracasado con la violencia y en los atajos, se frotaban las manos. El mandado estaba hecho.

Sometieron al país a tortura económica extrema. Algunas medidas de Maduro oxigenaban transitoriamente algunos sectores de la economía, pero hasta allí. La eliminación del control de cambios, el fin del control de precios indiscriminado, la libre circulación del dólar, la supresión de expropiaciones que Chávez había convertido en el pan de cada día, la apertura del mercado de valores, la aproximación a sectores del comercio y de la industria, el anuncio de las zonas económicas especiales (que se ha quedado en amago), todas ellas eran medidas de limitado alcance dentro de la cárcel de acero del bloqueo económico. Sin embargo, aunque crecía el desempleo y el hambre, no pudieron tumbar a Maduro. Exprimieron al país con el bloqueo, pero ellos felices tomándose fotos con Trump, con Marco Rubio y compañía. Desayunaban con Story y cenaban con Almagro. Los verdugos del país eran sus panas y jefes. Esa oposición se sintió cómoda en las pasarelas de la conspiración internacional contra su propio país, al que sometieron a miles de privaciones. Ciertamente se extendió la pobreza y aumentó considerablemente el éxodo de venezolanos en estos últimos siete años del bloqueo. La situación se agravó mucho más allá del daño que ya habían causado la política estatista, intervencionista y arbitraria que llevó al desmantelamiento de la industria, a la destrucción de la actividad agropecuaria, al cierre de refinerías y a la disminución gerencial y operativa de Pdvsa. Con el bloqueo todo empeoró. El remedio fue peor que la enfermedad.

Le fallaron al país que creyó el cuento del cese de la usurpación y el gobierno de transición. Ahora usan el bloqueo para negociar ventajas políticas que creen merecer como premio después del crimen que cometieron. Para eso se inventaron el diálogo de México. Ya han disfrutado del poder que Trump les dio al ser reconocido el interinato por gobiernos de la órbita del Departamento de Estado y haber administrado bajo el disfraz de “apoyo a la democracia” centenares de millones dólares sin presentar cuentas a nadie y otros 2.000 millones de dólares en ayudas humanitarias que nadie sabe a dónde fueron a parar. La nutrida nómina de periodistas, analistas y dirigentes políticos que ha vivido de esa teta los últimos cuatro años ahora se concentran en una nueva treta, la de hacerse pasar por la oposición legítima con la elección primaria que se inventaron. Ellos, que fracasaron y empeoraron los problemas con el paro petrolero, con el carmonazo, con la abstención convocada una y otra vez, con golpes de Estado y conspiraciones, con la salida y las guarimbas, con el engaño del interinato de Guaidó y con el bloqueo económico. Ellos, que han jugado con los deseos de cambio de los venezolanos y comprometido la soberanía y dignidad del país, ahora arremeterán con sus acostumbradas campañas sucias y de difamación contra los que no se sometan a su nueva parada política, hacer creer que hay que escoger entre ellos el candidato del cambio. Son osados, lo demás es cuento, pero piensan que si el país les ha creído tantas veces por qué no habría de creerles ahora.

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