El desastre sionista de Israel contra el pueblo de Palestina
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Emilio Silva
Asawafeer era el poblado palestino donde vivía Mdalale al-Buheisi hasta el 15 de mayo de 1948, cuando ella y su familia vieron “una fila de vehículos que se dirigía al pueblo, disparaban hacia todos lados… De madrugada, oímos un cañón y entonces nos escapamos de casa hacia tierra abierta. Corrimos. Era todo muy caótico. Yo me caí con mi hijo en brazos. Hacía solo tres días que había dado a luz y estaba todavía muy débil. Oímos los gritos de la gente cuando bombardearon… Así que decidimos partir hacia la Franja de Gaza, a Deir al-Balah… En ese mismo campo de refugiados sigo viviendo ahora”.
Relatos como este fueron publicados en 2015 por Isabel Pérez en el artículo “De la huida al éxodo: cuatro historias de la Nakba palestina”, aunque éstas más bien se refieren al desastre sionista y no palestino por la traducción al castellano de la palabra árabe antes mencionada, pero sobre todo por el contexto que dio origen a tales relatos y que se explicará a continuación con base en textos como La Revolución Palestina de Rodolfo Walsh.
En pleno auge del imperialismo como fase superior del capitalismo, a fines del siglo XIX las burguesías europeas de religión judía conciben controlar Palestina con sus pares de religión cristiana, pues por ese país transitaban las principales rutas comerciales entre Asia y Europa, además de estar geográficamente cercano al canal de Suez.
Por ende, ciertos intelectuales pequeñoburgueses crean el sionismo como movimiento político-ideológico que justifica la colonización de Palestina aparentemente despoblado, tomando como excusa que allí se originó la religión judía creada -según ellos- por una raza de igual nombre, predestinada por su superioridad a dominar el mundo, cuando de hecho Palestina ha estado poblada desde hace más de cuatro milenios por las tribus cananeas y sus actuales descendientes, los palestinos, sin parentesco biológico alguno con europeos de cualquier religión.
Palestina fue incorporada al imperio colonial inglés desde 1917, al poco tiempo de emitirse la Declaración Balfour de apoyo, por parte del régimen capitalista de Inglaterra, a los planes del sionismo en asentar sobre territorio palestino a invasores europeos de mentalidad sionista, con la excusa de ser supuestamente devotos de la fe judía sin siquiera consultar previamente con el pueblo palestino creador de la misma.
Al imperialismo inglés le urgía una base poblacional europea en ese país a fin de retenerlo como su protectorado, pero el sionismo no aceptaba esa idea pues quería convertirlo en su propia colonia. Tal discrepancia motivó a los sionistas más fanáticos usar el terrorismo no solo para acosar al pueblo palestino (como ya lo hacían desde mucho antes), sino también desde 1939 a las tropas inglesas hasta lograr su salida de Palestina, con crímenes tan grotescos que en febrero de 1947 Inglaterra puso el destino de Palestina a disposición de la ONU.
A tal efecto, para el 29 de noviembre de ese año su Asamblea General aprobó la Resolución 181, por mayoría de votos logrados con la presión del imperialismo yanqui contra gobiernos latinoamericanos y asiáticos. Por otra parte, Inglaterra dejaba de controlar políticamente a Palestina hasta su retirada de allí, anunciada luego para el 15 de mayo de 1948.
Con esa resolución el territorio de Palestina se dividía en una porción de 40% para su propio pueblo, mientras que el restante 60% estaba conformado por las mejores tierras que estaban pobladas por sus habitantes palestinos, pero que se le daría con el nombre de “Israel” a un inexistente “pueblo” judío conformado por los invasores ya referidos, provenientes de familias integrantes de su respectiva comunidad religiosa judía presente en cada país europeo donde ésta ha existido, siendo absurdo decir que tenían nacionalidad judía, pues ninguna religión determina tal condición.
Días después de aprobarse la resolución, los terroristas sionistas atacaron no a las tropas inglesas sino a la población palestina, desarmada y desorganizada. Hasta marzo de 1948 fue hostigada en sus aldeas, donde los sionistas cometieron más de 1.700 asesinatos.
Entre abril y mayo de aquel año esos grupos terroristas se ensañaron con trece operaciones bélicas que constituían el Plan Dalet, ocho de las cuales se efectuaron en el área destinada al pueblo palestino por la Resolución 181, ocurriendo en una de estas la macabra masacre de Deir Yassin.
Con estas y otras atrocidades se aceleró así la huida de los palestinos, ante la pasividad de las autoridades inglesas más el salvajismo de los invasores europeos, quienes en nombre de Jehová los sustituyen hasta hoy en el control sobre más de 70% de Palestina con aval de Estados Unidos y la Unión Europea.
Shapira es el nombre que desde entonces le fue impuesto a la aldea donde vivía Al-Buheisi, pero con el apoyo mundial a la lucha del heroico pueblo palestino llegará el día en que esa aldea vuelva a llamarse Asawafeer.