Reiner Vega

El Estado Friedmaniano, que había expandido en la América Latina la corriente radical, impulso de aquel nefasto paquete neoliberal, fue el disparador de la rebelión popular, explosión social del 27 de febrero de 1989. Milton Friedman, padre y mentor, implantó su teoría doctrinaria del neoliberalismo, poniendo en práctica, una vez derrocado por la “Operación Cóndor” y asesinado al presidente de Chile, Salvador Allende. Su corriente fue plagando en toda la América Latina hasta que en 1989, el gobierno de la democracia burguesa de Carlos Andrés Pérez, hizo estallar la crisis y surgimos los cimarroneros de José Leonardo Chirino y los hijos del Libertador Simón Bolívar; aquella fecha inolvidable que generó los caminos de la hoy día Revolución Bolivariana.

 El desgarre al corazón y sentimientos, cada año en conmemorar nuestra memoria colectiva de aquella rebelión popular e inolvidables hechos, nuestros caídos entre hombres, mujeres, niños, líderes sociales, fueron asesinados en las calles de Caracas y gran parte de las ciudades principales del país. La represión del aparato de seguridad del estado bajo la doctrina de seguridad nacional, daba en el desespero en mantener el status quo de una clase dirigente política y económica burguesa, desgastada y colapsada en esa falsa democracia, lo que originó cambios estructurales desde nuestra sociedad y el sistema político de gobierno, el quiebre de la historia y la crisis en todos los ámbitos: Social, político, económico, cultural y militar; estremeció el tejido social, colapsó el bipartidismo, el neoliberalismo de Carlos Andrés Pérez; el segundo gobierno conllevó a dar un impacto en contra del tejido social. La implementación de la política económica del gobierno fue detonante para un pueblo sometido bajo un sistema capitalista del boom petrolero, de un país rentístico petrolero, el comienzo de hipotecar la soberanía, producto del paquetazo neoliberal.

El 27 de febrero se da inicio a la protesta popular. Esta fase es la de la explosión popular, mezcla de RABIA, DESCONTENTO, DESOBEDIENCIA SOCIAL, impotencia ante el maltrato y la exclusión. Habiendo un factor sorpresa, fue de parte de la elite gobernante, que pensó “tener controlado” el pueblo rebelde. La manifestación de explosión popular rebasó rápidamente al aparato de seguridad del Estado, que observó atónito cómo fallaron todos sus mecanismos de control. En esta fase, la toma de los espacios de calle era una muestra del potencial contenido en el imaginario social, ante los efectos de la carestía, la precariedad y la exclusión. La ilustrativa imagen del ministro del Interior de CAP, Alejandro Izaguirre, ese día 27 de febrero, mostrando un miedo que lo enmudeció ante las cámaras de TV.

En este momento es que interviene el aparato represor en su máxima expresión, en ese terrorismo de Estado que ya era un patrón de los organismos de seguridad e inteligencia represiva de aquel momento: El Ejército. Cuando fallaron los mecanismos sociales de control, el Ejército asumió el papel que la lógica del capital le ha dado históricamente: Custodio del poder coactivo, del poder de fuego. El ministro de la Defensa, Ítalo del Valle Alliegro, surge como el paladín que aplicará todo el peso específico, el poder de fuego, para contener el desorden. La restitución del orden (a PLOMO LIMPIO) era su prioridad y actuó con todo, sin límites. (Eso produjo tres años después la insurrección militar del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992) Eso da inició a la Fase III: Suspensión de garantías y represión sin control. En esta fase, los que antes sintieron miedo –actores políticos, factores represivos, grupos económicos– exigieron revancha. Las formas empleadas son las típicas de los actores hegemónicos: La fuerza indiscriminada. Los colectivos, el pueblo-pobreza se replegó. Se refugió en la seguridad de sus hogares, pero no contaba con la implacabilidad de la represión, que llegó hasta esos espacios con todo el poder de la revancha del poder político represivo de la Falsa Democracia Representativa Dictatorial. El saldo: Desaparecidos, ajusticiados, persecución de grupos de izquierda o líderes  sociales que estaban fichados por los cuerpos de seguridad. La acción de exceso fue la muestra contundente que el status quo (la clase dirigente política burguesa) no iba a permitir esas formas de expresión de organización popular y la rebelión legítima iba a tomar espacio indiscutiblemente imperativo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido !!