Impotencia y lágrimas en La Vega: Carretilla sustituyó al CICPC en traslado de joven asesinado por delincuentes (+Fotos)

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La inusual operación obedeció a la ausencia de los efectivos legalmente facultados para hacerlo. Foto Comunidad.

VEA / Ildegar Gil

En una carretilla improvisada, este sábado 29 de mayo fue trasladado hasta el sector Redoma de La India, Caracas, el cuerpo sin vida de un joven fallecido la tarde del día anterior en la calle Nueva China, área El Carmen, en la populosa parroquia capitalina.

El inusual «método» para el traslado del cadáver, según informaron a Diario Vea vecinos de la zona, respondió al desespero de familiares de la víctima que infructuosamente aguardaron la llegada de la unidad forense del Cuerpo de Investigaciones, Penales y Criminalísticas, CICPC, órgano bajo cuya potestad legal está el desarrollo de ese tipo de procedimiento cuando de algún homicidio se trata.

En esta ocasión, indicaron, efectivamente se trató de un homicidio toda vez que el ciudadano de 23 años de edad, aproximadamente, fue blanco de delincuentes que han tomado por asalto la zona. Entre las hipótesis que circulan en la vecindad en aras de interpretar el lamentable hecho, toma fuerza la presunta negativa del ahora occiso en sumarse a una banda que lo habría conminado a integrar la fila de quienes comercializan con estupefacientes.

«Recoger el cadáver es obligación del CICPC, pero no vinieron», señaló el declarante, quien luego agregó: «Deben estar asustados. Si vienen, los pueden atacar a tiros».

Históricamente, esa zona de La Vega se ha caracterizado por erigirse en símbolo cultural de la ciudad. Al mismo tiempo, es un referente político de la izquierda que en el pasado -y también ahora-, ha impulsado cambios profundos en la construcción de un modelo tendente a la igualdad y la justicia.

En tiempos recientes ha sido centro de la convivencia de un mundillo delincuencial que, independientemente de la hora, alerta su presencia activando poderosas armas de fuego cuyo calibre es superior al del armamento que legalmente portan los cuerpos policiales, como se ha observado en fotografías que reiteradamente son compartidas en redes digitales.

Apenas el lunes 24 de mayo, se produjo el más reciente de uno de estos episodios que cerró con un lamentable saldo de dos víctimas ajenas a la violencia: Blanca Violeta Orellana Pérez (64) y Diego Alejandro Rivas (16).

A sujetos con diversos apodos, ya muy famosos en el espectro del delito, se atribuyen estos desmanes que, sin duda alguna, generan en la población local una justificada y espesa ola de ansiedad, miedo e impotencia.

A través de la aplicación Whatsapp, tuvimos acceso al siguiente documento anónimo:

Hoy, siendo sábado y con quincena cobrada ayer, las calles del barrio El Carmen de La Vega están semi-desérticas. Las bodegas y licorerías donde la gente en días como estos se paraba a conversar, comprar lo que debían comprar, tomarse su curda, están semi-vacías. ¡Ya ni los policías suben a matraquear.

Las personas caminan presurosas, mirando con disimulo y temor hacia todos lados. ‘Allá va uno», señalan con los ojos a un niño que, sin guardar apariencias, camina balanceando una pistola más grande que él.

Ayer viernes, más o menos a las 5 de la tarde, acribillaron a uno. Nadie, de ningún organismo del Estado, vino a recogerlo. Entrada la mañana, el cadáver lo recogieron unos transeúntes y lo llevaron en una carretilla hasta la redoma de La India, porque la policía, así como se lee, tiene ya prohibido entrar al barrio.

«Esta mierda dan ganas de llorar -cuenta un vecino, ultrachavista-. Tengo 45 años aquí y ahora no puedo ni sacar a los nietos. Da culillo. Y la vaina es que uno no puede ni pensar en vender la casa pa irse pa’l coño, porque nadie la va a comprar.

-¿Y cómo van a hacer en la campaña? ¿Los candidatos van a pedirle permiso a los malandros para venir? ¿Y nosotros tendremos que pedirles permiso para ir a votar? -pregunta otro.

Y la gente camina apuradísima, no sin antes hablar mal del pana Maduro, no de Cármen Meléndez o Padrino López, sino del pana que desde Miraflores se desgañita diciendo vainas a las que nadie parece pararle bolas.

-¡Esto es falta de gobierno -suelta otro, en la brevedad de las tertulias a las que ahora estamos obligados. ¿Así piensan ganarle la guerra a los gringos o a los colombianos?

Y en la premura de los pasos, uno logra percatarse de que los precios de los productos ya no importan, la hiperinflación pasó a segundo plano. Se compra lo que se pueda lo más rápido posible, para correr a encerrarse en la casa, » antes de que se prenda el peo’.

A pesar de estar en sus hogares, la gente habla en murmullos y como en los tiempos de la IV República, a Alí Primera debemos escucharlo con muy poquito volumen, clandestinamente, pues, porque uno no sabe cómo pueden reaccionar los malandros. Porque la realidad es que en muchísimos barrios del país sí vivimos en dictadura, no la de Maduro que pregonan desde la Casa Blanca, sino la de las bandas paramilitares que entre la anarquía, la anomia, la indolencia, las complicidades y la indiferencia, han impuesto su régimen de terror y son las que realmente gobiernan. Es triste, terrible, pero es la verdad.

-No estará lejos el día en que vengan a tocar las puertas de nuestras casas y cobrarán la vacuna, 3, 5 dólares mensuales -suelta el mismo vecino ultrachavista, con Berltold Brecht en sus palabras aunque jamás lo haya leído, como clara advertencia para el diputado, la diputada, el funcionario, la funcionaria en altos cargos, a quienes también pudiera caerles tal desgracia, en apariencia lejana para ellos y ellos ahora, pero quién sabe si no tan lejana.

Y, de manera increíble, como en la IV República, uno se ve obligado a no firmar los textos, insospechada mente arriesgando más la vida que en aquellos tiempos, cuando tratábamos de tumbar gobiernos, mientras ahora intentamos defender el sueño que está ahí, el de Bolívar, el de Chávez, el de Alí, el de Livia Gouverner, Jorge Rodríguez padre, Fabricio Ojeda, los Soto Rojas, David Nieves, el obrero, el estudiante, el campesino anónimo, las mujeres pariendo en los caminos para el florecimiento de la Patria.

Pero la indolencia solo nos ha dejado el arma de nuestras conciencias -que no podrán quitárnoslas nunca- y esta impotencia que desborda el alma, pero jamás podrá doblegarnos.

Y uno echa a volar el fuego de la palabra a ver si rompe algunas nubes para seguir bañando de esperanzas la la Patria y con su agua clara puede lavarle la cara a nuestros barrios, limpiarles el rostro de tanto criminal asedio.

¡Qué cagada, nojoda! ¡Yanqui, go home! Ajá, ¿y cómo le decimos al malandro que se apoderó de nuestro barrio?

¡El coño de su madre todos los hdp wuintacolumnas que han permitido con su indolencia que se riegue esta mierda por los barrios de nuestra Patria!

¡Nuestros barrios son la vida de la Revolución! ¡No permitamos que se pierdan, porque moriría la Patria!

¡Que no muera la esperanza, ni el combate ni el amor (a pesar de todo)

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