Néstor Rivero Pérez

[email protected]

El 22 de febrero de 1898, encontrándose al frente de las fuerzas gubernamentales que en la sierra de Carabobo combatían el levantamiento de José Manuel Hernández (El Mocho), cae muerto el general Joaquín Crespo. Crespo, sucesor de Antonio Guzmán Blanco como principal figura política del país desde 1888, ejerció altos cargos públicos desde el triunfo de la Guerra Federal en 1864.

 

De humilde cuna

Gracias a su arrojo personal durante la Guerra Federal, y al igual que en su momento el prócer de la emancipación José Antonio Páez, Crespo escaló socialmente, de condición muy humilde, a la de acaudalado propietario y alcanzar la suprema magistratura de la mano de su compadre Antonio Guzmán Blanco, adquiriendo numerosos inmuebles en Guárico, Aragua y Caracas.

Entre sus hatos destaca El Totumo (Guárico), desde el cual partiría el primer grito de la Revolución Legalista, que Crespo encabezó en 1893 contra el gobierno de Raimundo Andueza Palacios, quien quiso extender su mandato al margen de la Constitución.

Crespo también poseyó la célebre Hacienda La Trinidad, en Aragua, la que en tiempos de la independencia había pertenecido al controversial Antonio Fernández de León; luego la adquiriría José Antonio Páez como beneficio de la Ley de Haberes Militares; y, ya en las primeras décadas del siglo XX sería propiedad de Juan Vicente Gómez.

En Caracas, Maracay y otras urbes, Crespo sería dueño de casas solariegas. De hecho, en Caracas, luego de comprar una amplia parcela del sector La Trilla, en el actual centro de la capital, comenzó a hacerse construir una residencia monumental, a la que, según algunas versiones, hizo llamar “Miraflores” en recuerdo a una cartuja homónima de Burgos (España), ciudad que Crespo visitó en viaje a Europa.

También fue propietario de la Villa de Santa Inés, hoy sede del Instituto de Patrimonio Cultural.

Al frente del Ejército

A poco de haber entregado el mando a su sucesor, Crespo, quien se hizo nombrar por Andrade como jefe del Ejército del Centro -la principal circunscripción militar del país-, había salido de Caracas en febrero de 1898 a enfrentar el levantamiento de Hernández.

Este último, se había declarado en armas desde la hacienda de Queipa, en la sierra de Carabobo, protestando la burla electoral de que había sido objeto en las elecciones presidenciales del año anterior.

En atención a la toma de los puestos de votación la noche anterior a la cita del pueblo sufragante, por hombres armados que respondían a Crespo, terminó como ganador el candidato crespista Ignacio Andrade, en tanto que Hernández contaba con un caudaloso respaldo de la calle.

Revolución de Queipa

Por entonces Crespo aparecía como jefe omnímodo de la política nacional, en la tradición forjada durante el siglo XIX por José Antonio Páez y Antonio Guzmán Blanco. Tras el alejamiento de Guzmán del país en 1888, las riendas del Partido Liberal Amarillo terminaron en 1892 en manos de Crespo, quien gobernó hasta enero de 1898.

Habiendo convocado a elecciones para finales de 1897, Crespo impone como vencedor a su pupilo Ignacio Andrade y se hace nombrar Jefe del Ejército. El levantamiento de Hernández concitó fuerte adherencia en el centro del país, y apoyos al pronunciamiento armado que estalló en la franja limítrofe entre Carabobo y Cojedes.

 

La Mata Carmelera

Crespo acostumbraba mostrarse en combate cargado de resplandecientes condecoraciones y montando un llamativo caballo blanco. Así alguno de los francotiradores enemigos, colocados según el plan de operaciones de Hernández, a lo alto de un árbol de la Mata Carmelera se fijó en Crespo, sin saber de quién se trataba, apuntándole.

Y el certero impacto tumbó sin vida al Héroe del Deber Cumplido.

 

Consecuencias

Siendo Crespo el único centro de obediencia política calificada, y ante la ineptitud administrativa y militar de Andrade, su desaparición abrió una nueva crisis política. Y siendo que el gobierno de Andrade disponía de un ejército numeroso, la descomposición política de su equipo, derivó en el triunfo de la Revolución Liberal Restauradora jefaturada por el general Cipriano Castro.

Sinóptico

1939

Antonio Machado

Autor de una obra poética en la que se combina la rítmica del modernismo con giros del romanticismo y a ratos expresiones de localismo, tal como se observa en Campos de Castilla, este poeta fue figura central de la Generación del 27, donde descollaron Federico García Lorca, Rafael Alberti, Pedro Salinas, León Felipe, Manuel Altolaguirre y Jorge Guillén, entre otros.

Además de singular poeta, Machado poseía gracia exquisita para la prosa, como se evidencia en sus crónicas a las que hacía firmar con los apócrifos de Juan Mairena, o Abel Martín. Afiliado al bando republicano en la Guerra Civil Española, Machado debió exiliarse cuando terminaba la contienda, muriendo a poco de llegar a Francia.

Con el nombre de Mairena el poeta asienta: “Quiero recordar que los niños pequeños saben mucho, mientras que los hombres olvidamos con demasiada frecuencia”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido !!