Néstor Rivero Pérez
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El 26 de abril de 1992, dos años después de firmados los Acuerdos de Paz que pusieron fin a la guerra civil que asolaba dicho país desde los años ’60, fue asesinado en San Sebastián, Guatemala, el obispo Juan Girardi, creador junto a los padres benedictinos, del Centro Promoción Humana, y quien fue firme vocero en la denuncia a las violaciones de los derechos humanos cometidas por el ejército.

Centroamérica
En los años ’90 del siglo XX, Centroamérica sentía el impacto de los conflictos sociales y políticos que afectaron a casi todos los países de la subregión. Al igual que El Salvador, Honduras y Nicaragua, dicho país había padecido la penetración colonial de la United Fruit, en alianza con latifundistas y gobiernos dictatoriales que procedían como gendarmes del orden interior a favor de los intereses de dicha empresa bananera.

Golpes de Estado y homicidios
Tras la defenestración iniciada en Guatemala de los gobiernos reformadores de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz -depuesto este último mediante una invasión patrocinada por la CIA de EEUU-, y hasta los asesinatos de los líderes civiles Manuel Colom Argueta y Alberto Fuentes Mohr durante la gestión del general y terrateniente Fernando Romeo Lucas García, en 1979, la derecha guatemalteca, al igual que sus pares en Honduras y El Salvador, mantuvo como constante su decisión de impedir el acceso al poder, siquiera por vía electoral, a ninguna fórmula de socialdemocracia progresista, y menos que asomase propuestas de socialismo. De este modo el golpe de Estado y los homicidios se hicieron instrumentos del poder en dicho país en el curso del siglo XX.

El obispo Gerardi
En este contexto de extremismo y protofascismo se inserta la actuación pastoral, social y protectora de indios que desarrolló el padre Juan Gerardi, quien muy pronto, al igual que monseñor Oscar Romero, de El Salvador, será tachado por los factores del poder tradicional, como “cura incómodo” o “agente de los comunistas”, como suele calificar la derecha continental a todo sacerdote que reclame la condición humana de los más desasistidos. Y como dato pastoral de su gestión, Gerardi dictaba misa “en el idioma vernáculo de las comunidades de la diócesis, algo inusitado en la cultura de preponderancia blanca de Guatemala” (Wikipedia), y hecho inaceptable para los sectores tradicionales de este país.

Racismo y DDHH
La exacerbación racial o supremacismo se hace presente en la sociedad guatemalteca respecto a la población maya. Y dicho racismo se extendía, al menos en los días de monseñor Girardi, a los catequistas católicos de origen maya o que hacen labor misional en dichas comunidades. Así, a partir de la defensa de los derechos humanos, Gerardi cuestionó de modo muy directo actuaciones del ejército guatemalteco realizadas en aldeas mayas durante los años ’80 y ’90.

“Holocausto silencioso”
El momento más crítico de las tropelías y crimen como política de Estado en Guatemala tuvo lugar entre 1982 y 1983 cuando, ocupando la presidencia Efraín Ríos Montt, militares y grupos paramilitares llevaron adelante un “genocidio silencioso” contra los mayas, destruyendo “cerca de 430 aldeas, matando a la mayoría de sus habitantes, indicando que eran parte de un complot comunista contra el gobierno” (http://www.genocidewatch.org).

Sus denuncias
En la región del Quiché, donde oficiaba Gerardi, se dieron las más graves violaciones a los DDHH contra comunidades, por el ejército guatemalteco, y que alcanzó en varias ocasiones nivel de genocidio o crímenes masivos. “Gerardi solicitó repetidamente a las fuerzas militares que controlaran sus acciones”. La noche del 26 de abril de 1998, el obispo Gerardi fue asesinado a golpes.

Sinóptico
1798
Lienzo de barricadas
El 26 de abril de 1798 nació en París Eugene Delcroix, autor de La libertad guiando al pueblo, una de las pinturas más conocidas y promocionadas de la historia universal. El cuadro, con alto contenido de rebelión social y grito de justicia, fue elaborado en 1830, a propósito del sacudimiento popular y político que ese año aconteció en París y otras capitales europeas. Retrató el artista la revolución democrática antiabsolutista, que ese año depuso a Carlos X, rey que pretendió desconocer un conjunto de derechos políticos alcanzados por la nación francesa. Él mismo, Delacroix, se pinta en el cuadro como burgués rebelde que carga un fusil, siguiendo a la Libertad. Tras su presentación La Libertad guiando al pueblo desató agrias polémicas por la irreverente vestimenta de la mujer que capitanea el alzamiento, quien, para horror del público conservador, muestra parte de sus senos al enarbolar la bandera de Francia e instar a la insurrección. El impacto de este lienzo se dejó sentir a todo lo largo del siglo XIX, constituyéndose en especie de símbolo de los movimientos sociales europeos.

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