Alberto Vargas

Esta obra fue redactada por Carlos Marx, en colaboración con Federico Engels, durante su estancia en Bruselas, entre los años 1845 y 1846, aunque no fue editada hasta 1932. Supone un momento de ruptura con la herencia hegeliana y feuerbachiana, porque según los autores, con este pensamiento especulativo no se podía construir un conocimiento científico de la realidad ni plantear su transformación revolucionaria.

En esta obra comienza la elaboración de una nueva teoría científica de la sociedad capitalista y una crítica de todas las producciones teóricas que sustentaban el capitalismo, y de la filosofía en especial; es una exposición del nuevo materialismo –el materialismo histórico– que hace a partir de la crítica de la concepción idealista de la historia en la filosofía alemana.

También es una crítica al concepto de ideología que circulaba en el momento; para Marx y Engels, la ideología no es solo el conjunto de ideas y valores de una sociedad en un momento dado, sino la falsa conciencia de una sociedad basada en los intereses de la clase que domina en esa época histórica.

Marx y Engels tienen como objetivo prioritario comprender la realidad social de su tiempo –el capitalismo– para transformarla en una sociedad más justa y sin dominación (explotación) de unos hombres por otros. Pero la realidad del presente solo se entiende si se descubren los mecanismos por los que el hombre ha llegado a esa situación, si se llega a la comprensión de su historia. Esta es la base del materialismo histórico, que es uno de los aspectos principales de la teoría de Marx y Engels. El materialismo histórico consiste en entender la historia desde las realizaciones concretas de los seres humanos, de su acción con la naturaleza y con los otros hombres, y de las condiciones materiales de la existencia de los individuos, pues no se pueden entender las sociedades en función del pensamiento o las imágenes que tienen de sí mismas, sino por lo que los seres humanos hacen por dominar la naturaleza para la reproducción de su propia vida, por su actividad.

Para Marx y Engels, las organizaciones sociales concretas se organizan en tres niveles: Una base económica, formada por las relaciones de producción y las fuerzas productivas; una superestructura jurídico-política, integrada por los mecanismos de poder y las normas por las que se rige una comunidad (representadas en el Estado y el derecho), y, por último, una determinada visión, o ideas que la sociedad tiene en un momento dado sobre sí misma, que se corresponde con el desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas y el tipo de intercambio de los productos que se da en él.

El ámbito económico es el fundamental para entender los otros dos, pero no hay determinismo en su propuesta, pues los tres niveles tienen una relativa autonomía. La importancia de este nivel deriva de que en la base económica se llevan a cabo las actividades para la reproducción de la vida y de las formas de sociedad; tal actividad es el trabajo cuyos componentes son las fuerzas productivas –tecnología, ciencia y capacidades humanas– y las relaciones de producción, que son las que se establecen entre los dueños de los medios de producción y las personas que realizan el trabajo. A lo largo de la historia, estos dos elementos pueden entrar en contradicción porque el tipo de relaciones de producción no se corresponde con el desarrollo de las fuerzas productivas. Esto es lo que genera un cambio en el modo de producción. La concepción materialista de la historia supone entenderla como el cambio de los distintos modos de producción, pero el paso de un modo de producción a otro no se ha dado simultáneamente en todos los sitios, y su configuración concreta difiere de unos países a otros.

En la explicación de las fuerzas motrices de la historia, Marx y Engels introducen un nuevo factor, el de la lucha de clases. Cada modo de producción tiene una estructura de clases distinta, que se define fundamentalmente por la posesión o no de los medios de producción y el poder de disfrutar, por ello, de los valores creados por el trabajo extra de los demás. Esto las sitúa en un conflicto permanente, al margen de su voluntad o de los sentimientos particulares de sus miembros. La lucha de clases, junto con la contradicción entre fuerzas productivas y relaciones de producción, coopera de manera dialéctica al cambio histórico, según la teoría de Marx y Engels.

El materialismo histórico es la base para entender el modo de producción capitalista y las posibilidades de su transformación revolucionaria hacia el comunismo, entendido como una sociedad sin clases y en donde no exista la explotación del hombre por el hombre, que es la finalidad última de todo el pensamiento y la actividad de estos autores.

En la Ideología alemana se especifica el materialismo histórico como intento de comprender el proceso real de producción de la vida y de las formas de intercambio de bienes, producto del trabajo, que se desarrolla en cada modo de producción concreto. A partir de ello explica las formas de conciencia, esto es, las ideas religiosas, filosóficas o morales, que se dan en esos modos de producción y que tienen como base las prácticas materiales de los hombres. Estas ideas las desarrolla en confrontación con los idealistas alemanes, de ahí la referencia continua que hay en el fragmento a analizar –perteneciente a la introducción– a los “historiadores alemanes”.

La reflexión sobre la historia como problema filosófico, aparece principalmente en la Edad Media en el pensamiento de San Agustín, que la incluye como parte del plan que Dios tiene sobre los hombres.

Se retoma en el Renacimiento, pero desligada de su justificación teológica, especialmente en la obra de Maquiavelo, que utiliza el magisterio de la historia para construir su nueva ciencia política.

La ilustración va a entender la historia orientada al futuro, introduciendo la idea de progreso hacia lo mejor del hombre y de la so­ciedad desde el desarrollo de la razón. Así aparece principalmente en Kant, que la comprende como la forma general y necesaria para la realización del ser humano y su progreso moral. Montesquieu también es uno de los primeros que intentan comprender la naturaleza de las leyes de la historia, lo que supone ya que la historia no es azarosa, ni producto de voluntades divinas ni del capricho de algunos hombres.

La preocupación por la historia tiene en el pensamiento de Hegel un gran protagonismo, al considerarla el lugar de realización del espíritu. En este sentido, la historia ha de obedecer a unas leyes que es menester captar, aunque no sean evidentes a la observación.

Hegel inaugura una concepción dialéctica e idealista de la historia, abandonando el optimismo ilustrado. Marx y Engels parten de la concepción dialéctica de la historia de Hegel, pero desde una perspectiva materialista.

Ya en el siglo XX, la historia es central en Heidegger, que introduce la temporalidad como condición de lo humano y la posibilidad de superar la metafísica tradicional. Esta vía será explorada también en el pensamiento del filósofo español José Ortega y Gasset, para quien la historia constituye la auténtica naturaleza humana y el marco esencial de su vida, pues toda vida humana es constitutivamente histórica.

Feuerbach, apunta Marx, arranca de la autoenajenación religiosa, del desdoblamiento del mundo en un mundo religioso, imaginario, y otro real. Su contenido consiste en disolver el mundo religioso reduciéndolo a su base terrenal, y no contento con este pensamiento abstracto apela a la contemplación sensorial, pero no concibe la sensorialidad como una actividad sensorial humana práctica.

En suma, Marx centra su atención en la siguiente frase, cuyo acierto histórico ha sido asumido por los marxistas del mundo: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. En esto está centrada también la Revolución Bolivariana.

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