La “Ley” Bolívar aviva la injerencia de EE. UU.
El autor es periodista y abogado.
Alberto Vargas
El pasado 25 de noviembre se cumplieron 47 años del comienzo del Plan Cóndor (1975), el siniestro sistema de coordinación de la represión orquestado por las dictaduras latinoamericanas para desaparecer, asesinar y torturar a miles de personas durante los años setenta del siglo pasado, que se reunieron en Santiago de Chile bajo las directrices de Augusto Pinochet y al mando de Manuel Contreras, jefe de la policía de investigaciones chilena (DINA), y acordaron crear una oficina coordinadora para proporcionar antecedentes de «personas conectadas con la subversión».
El plan recibió el nombre de Cóndor en homenaje al ave símbolo de Chile. Cuando un gobierno fascista quería perseguir a alguien fuera de sus fronteras, coordinaban la captura con el gobierno donde el «objetivo» se encontraba; luego la víctima era torturada y desaparecida. Todo esto, con el conocimiento y la colaboración de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EE. UU.
Esta agenda criminal está enmarcada en el programa internacional bajo el nombre de Plan u Operación Cóndor elaborado por los globalizadores norteamericanos al comienzo de 1970 y que convirtió a Latinoamérica en un laboratorio sangriento con el propósito de aplicar la política económica monetarista entre los años 1970 a 1980 que promueven los gemelos: El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para favorecer las grandes corporaciones creadas por el capitalismo salvaje para controlar a la humanidad y a sus gobiernos de la ultraderecha.
Hay que insistir sobre esta fecha emblemática para que sea el símbolo del fin de la injerencia de EE. UU. en América Latina, Centro América y el Caribe, la mayor operación de crímenes en los Estados de Suramérica. Por eso debemos avanzar en los procesos de memoria histórica, verdad y justicia, pues la Operación Cóndor fue un plan coordinado por las dictaduras del Cono Sur para perseguir, asesinar y torturar a disidentes políticos, sin fronteras de contención. Estos crímenes de lesa humanidad hay que visibilizarlos; que se sepa quiénes son los verdaderos enemigos, que hay una real diferenciación entre el opresor y el oprimido.
El Plan Cóndor merodea a Nuestra América
La fecha de nacimiento del plan se considera el 25 de noviembre de 1975, cuando se celebró en Santiago de Chile una reunión entre el jefe de la entonces policía secreta chilena, DINA, Manuel Contreras, y sus pares de Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay. En Argentina todavía estaba en el poder el gobierno democrático de María Estela Martínez de Perón, mientras en los demás países regían dictaduras militares.
Luego de la democratización de los países afectados por esta política, se llevaron a cabo diferentes esfuerzos de investigación y esclarecimiento de los crímenes cometidos durante las casi dos décadas de vigencia del Plan Cóndor.
Sobre la existencia de un «nuevo Plan Cóndor» para América Latina, esta operación está dirigida contra los gobiernos progresistas. Ya no necesitan dictaduras militares; se necesitan jueces sumisos, se necesita una prensa corrupta para desestabilizar los gobiernos latinoamericanos con elementos de la ultraderecha.
Existe preocupación por la intensificación de la labor de los servicios de inteligencia norteamericanos en América Latina dirigida a organizar el derrocamiento de los presidentes democráticamente elegidos. Ahí está Nicolás Maduro en Venezuela; Daniel Ortega en Nicaragua; Miguel Díaz-Canel, en Cuba; Pedro Castillo en Perú, entre otros mandatarios revolucionarios.
Este plan fue diseñado por la Liga Anticomunista Mundial (WACL, por sus siglas en inglés) que tuvo su auge durante la presidencia de Richard Nixon (1969-1974), asesorado por el consejero de la Seguridad Nacional, Henry Kissinger.
La WACL, creada en Taiwán en 1966 por los servicios de inteligencia de Taiwán y Corea del Sur, con participación de criminales de guerra nazis, japoneses y con el auspicio del reverendo Moon, fue orientada para eliminar todas las manifestaciones del comunismo, socialismo y populismo en Asia; posteriormente extendió sus garras hacia el mundo entero.
Por supuesto, Washington en plena Guerra Fría se adhirió a la organización poniendo a su disposición el Centro de Guerra Sicológica en Fort Bragg (Psychological Warfare Center) y la Escuela de las Américas en su base militar en Panamá, recibiendo al mismo tiempo el asesoramiento de la Warfare Cadres Academy (Academia de Guerra para Cuadros Superiores) de Taiwán.
El general norteamericano John K. Singlaub, especialista en la guerra no convencional y en operaciones encubiertas, se convirtió en los años 1970 en el presidente de la WACL.
El general Singlaub, uno de los autores del Programa Fénix, a cuyo cargo estaba el jefe de la CIA en Laos, Ted Shackley, y su «equipo secreto», envuelto de paso en el tráfico de opio, lograron identificar y «neutralizar» a 81.470 insurgentes del Frente Nacional de Liberación de Vietnam.
En América Latina, el general Hugo Banzer, otrora presidente de Bolivia entre 1971 y 1978, era el líder principal de la Liga Anticomunista Mundial. A tal extremo llegaron los miembros latinoamericanos de la organización, que en la reunión de la WACL en 1977 en Paraguay, fue aprobada con el auspicio de Washington, la moción de la delegación paraguaya sobre la necesidad de exterminar en Latinoamérica a sacerdotes y religiosos adeptos a la Teología de la Liberación, la cual rezaba que «no había que esperar el Paraíso en el cielo después de la muerte, sino crear el Paraíso en la Tierra durante la vida».
La WACL tuvo su ramificación específica en Argentina, bajo el nombre de la Triple A o la Alianza Anticomunista Americana (AAA), después que en 1973 el agente de la CIA, Robert Hill, fue trasladado a Buenos Aires. Un año después surge la Triple A. La AAA apareció también en Colombia en 1978.
La idea de la Operación Cóndor para el cono sur surgió en el seno de la WACL. Lo que hay que tener siempre en cuenta es que la Liga Anticomunista Mundial fue creada no solamente como una organización ideológica para poner fin al comunismo, pues su meta principal era geoeconómica. Las transnacionales necesitaban expansión, acceso a nuevos recursos naturales, a gobiernos dóciles, y para eso había que acabar con toda la resistencia popular en América Latina, como la que mostraba el gobierno democrático de Salvador Allende en Chile. La WACL era un mero instrumento de los globalizadores al servicio de las corporaciones transnacionales.
Al comienzo de la década de los ’70, los «cerebros» de la WACL, asesorados por los especialistas en contrainsurgencia franceses, de la CIA y de la Inteligencia Militar Norteamericana (DIA), dieron pautas para la Operación Cóndor, inspirada en el Programa Fénix. Con este propósito trasladaron al principal ejecutor del Programa Fénix, Ted Shackley, y a sus colaboradores David Sánchez y Félix Rodríguez, a Latinoamérica, para asesorar a los militares de Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay, y de paso a los de Perú y Venezuela (durante el puntofijismo) en los detalles de la pronta Operación Cóndor. Venezuela (en la cuarta república) y Perú cooperaron con las «caravanas de la muerte» del Plan Cóndor. Las instalaciones de la DIA norteamericana en Panamá fueron utilizadas para coordinar información entre los países involucrados en la operación.
El Plan Cóndor fue una operación tan secreta que prácticamente nadie supo su real dimensión, hasta que una de sus víctimas en Paraguay, Martín Almada, que estuvo en el campo de concentración denominado “Emboscada”, de 1974 a 1984, después de una larga investigación se dirigió el 22 de noviembre de 1992 junto con el juez paraguayo, José Agustín Fernández, a la sede del Departamento de Investigaciones de la policía de Lambaré y allí en una oficina de la sección «Política y Afines», descubrieron un descomunal archivo de cinco toneladas. Toda esta documentación fue denominada el «Archivo del Terror» que cuenta 50.000 asesinados, 30.000 desaparecidos y 400.000 encarcelados. Unas de las primera víctimas de este criminal Plan Cóndor fue el general chileno y ministro del gobierno de Salvador Allende, Carlos Prats, y su esposa, que fueron asesinados en Buenos Aires donde buscaron asilo político tras el golpe de Pinochet.
En el «Archivo del Terror», Almada encontró documentos comprometedores para la CIA y entre ellos uno que titulaba «Cómo mantener vivos a los torturados». La carpeta con estos documentos guardada en la Corte Suprema, desapareció un tiempo después, justo cuando Almada quiso iniciar una acción contra la CIA; fue secuestrado junto con su esposa, Celestina Pérez, por miembros de aquella organización de inteligencia norteamericana; su esposa posteriormente murió debido a las torturas.
Así operaba la Operación Cóndor y sus «Caravanas de la muerte» como parte de la estrategia de la Liga Anticomunista Mundial (WACL). El mismo papel cumplieron el presidente de Guatemala, general Romeo Lucas García; el jefe del Estado Mayor de Honduras, general Gustavo Álvarez Martínez, y el jefe de los escuadrones de la muerte en Salvador, Roberto D’Aubuisson, formado en la escuela militar de Taiwán y responsable en la organización del asesinato del arzobispo Óscar Arnulfo Romero.
Cada parte cíclica de la Operación Cóndor tiene su propósito geoeconómico. En América Latina, primero limpió el camino para la política monetarista de Milton Friedman y Arnold Harberger, de Chicago University, en 1970-1980. Después en los años 1990-2000 creó condiciones para el proyecto neoliberal «Consenso de Washington» elaborado por el Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y el Departamento del Tesoro de EE. UU.
Ahora el Plan Cóndor se realiza a través de una persistente guerra mediática para desprestigiar a los líderes progresistas populares, desinformar a la opinión pública, el uso más sofisticado de los servicios de inteligencia norteamericanos, en coordinación con los locales apátridas, incremento de las presiones económicas y financiamiento de la oposición radical. Todo está enfocado para «limpiar el terreno» para el dominio definitivo de Latinoamérica por las transnacionales obstinadas, por ejemplo, en sacar del poder a Nicolás Maduro, entre otros mandatarios progresistas considerados obstáculos en su camino hacia el dominio absoluto de los abundantes recursos energéticos en América Latina.
El poder mediático y EE. UU. con todas sus herramientas contrarrevolucionarias, hizo lo suyo en Chile tras el llamado al plebiscito para derogar la Constitución fascista que le dejó Pinochet al pueblo chileno, e incluso la mano peluda de la ultraderecha, debido al atentado contra Cristina Fernández, también hace lo suyo agazapada con los yanquis. Falta saber si los ciudadanos y las ciudadanas del hemisferio latinoamericano podrán entender las sutilezas y el engaño del nuevo Plan Cóndor.
Ahora le toca el turno a los venezolanos si ciertamente van aceptar definitivamente a la justicia social y al Estado derecho bajo los auspicio del presidente constitucional Nicolás Maduro, en el marco de una actuación protagónica y participativa, u optar por la criminal derecha fascista apátrida, que por supuesto sería de orientación neoliberal, que ofrece el criminal régimen del capitalismo salvaje.
La historia es fiel testigo de estos acontecimientos que están diseminados a lo largo y ancho del planeta Tierra, que como sabemos, también tiene amenazada toda forma de vida tras la criminal actuación depredadora del capitalismo salvaje, precursor también del calentamiento global.
La Ley Bolívar
El Senado de EE. UU. aprobó este viernes 16 de diciembre por unanimidad, el proyecto de Ley de Prohibición de Operaciones y Arrendamientos con el gobierno constitucional de Nicolás Maduro.
Ley de Prohibición de Operaciones y Arrendamientos con el Régimen Autoritario Ilegítimo de Venezuela (BOLIVAR, por sus siglas en inglés) fue promovida por el supremacista senador estadounidense Rick Scott.
Esta criminal legislación prohíbe a las agencias federales hacer negocios con cualquier persona que apoye al gobierno constitucional de Maduro.
“No hay ninguna razón por la que el gobierno de EE. UU. deba trabajar con empresas que también trabajan con un dictador tan repugnante. Estoy increíblemente orgulloso de que el Senado haya votado para responsabilizar a Maduro por sus abusos, al aprobar por unanimidad mi Ley Bolívar”, manifestó Scott, reseña la prensa reaccionaria.
El senador señaló que EE. UU. debe trabajar para “debilitar la posición de Maduro en el hemisferio occidental” y oponerse a sus “enemigos” como el presidente de Rusia, Vladimir Putin, y de China, Xi Jinping, a quien señaló como colaboradores del gobierno venezolano. No hay duda de que el Plan Cóndor merodea al hemisferio latinoamericano.
Como corolario, una muestra del rostro del imperialismo
El imperialismo no es más que el control que unas empresas sumamente poderosas ejerce sobre los países del llamado «tercer mundo» o en vías de desarrollo a través de manoplas y mecanismos hegemónicos bien visibilizados y que van desde el Pentágono y la CIA, pasando por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) e incluyendo la OTAN y los organismos financieros como el Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional (FMI), etcétera, así como las multicolores ONG que fungen como representantes de la salvaguarda de la humanidad.
Un breve inventario de las instituciones globales revelan que en su mayoría no tienen ningún valor para escapar de los peligros que acechan, y son peor que inútiles en tanto que se ocupan de transmitir una falsa sensación de seguridad, cuando sabemos que vivimos en un mundo trágicamente mal gestionado. La ONU es útil porque es el foro que ofrece a los miembros más pequeños y débiles de la «comunidad internacional», la ilusión de que tienen voz en la gestión de los asuntos mundiales.
El BM y el FMI, estos gemelos que surgieron al término de la Segunda Guerra Mundial, se han ocupado de asfixiar las economías en el hemisferio sur sin desestimar otras latitudes. Operan bajo la égida de dar la mayor libertad para que el mercado opere sin restricciones de ningún tipo.
Las naciones, gobiernos o Estados, independientes, libres y soberanos, en aras justamente de su autodeterminación como pueblos en los que prevalece lo social por encima del armamentismo, los monopolios y los oligopolios, tropiezan con los intereses criminales y el terror que ha generado el imperialismo.
Es de ahí que la guerra (invasiones, guerra sucia, satanización cultural, guerra mediática y cuatro hojas más de etcéteras) se ha convertido en la justificación del hambre imperial por el petróleo y los demás recursos naturales.
EE.UU. califica de «enemigos de la libertad» a los gobiernos o Estados que no entren en sus planes y no sirven a la creciente voracidad de sus intereses; esa libertad inventada para justificar sus planes satánicos que tiene clara expresión en la neoliberal globalización de las despiadadas recetas económicas orientadas a estrangular a los pueblos que aspiran un mundo en paz y humanizado.
El consumo mundial va en aumento y el capitalismo salvaje no va a cambiar su modelo autodestructivo. Los complejos y destructivos sistemas creados por el capitalismo salvaje en su vorágine mercantilista e inseparable del consumo desmedido, modelo del que dependemos como especie y de los que dependen todas las demás especies, podrán soportar en el corto plazo una mínima tensión significativa, pero no para siempre. El tiempo se nos acaba y es un imperativo de la humanidad reaccionar ante esta barbarie que nos concierne a todos.
Ni las empresas gigantes ni las personas acaudaladas (burgueses, ricos, millonarios y multimillonarios) podrán, con independencia de los bienes que poseen, librarse de las consecuencias de la conclusión de toda forma de vida en nuestra madre Tierra, fatalidad que ellos mismo en su afán de lucro y ansias de poder, han creado.
Sea cual fuere la retórica dominante en la senda capitalista, el mercado global no actuará a favor del medio ambiente ni a favor de los trabajadores y las trabajadoras del mundo hasta que se hagan sentir contra toda forma de opresión. Es insostenible el sistema liberal de libre mercado y al mismo tiempo seguir tolerando la presencia de miles de personas sufriendo sin esperanza alguna, ante la vorágine capitalista. Por eso, a espalda del imperialismo, avanza inconteniblemente una quiebra ecológica y la anarquía social.
Actualmente el sistema capitalista basado en el mercado y el consumo irracional, no proporciona la felicidad, ni el consuelo ni un cierto grado de seguridad alimentaria, trabajo, educación, salud, etcétera, a la inmensa mayoría de seres que conforman la humanidad, tampoco y obviamente lo hará en el futuro inmediato; no hay futuro, pues murió. Son datos conocidos y debemos admitirlo. He allí la criminal cara imperial.