Alfredo Carquez Saavedra

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Ni más ni menos, esto fue lo que le pasó a López en Santiago de Chile cuando, pavoneándose por las anchas alamedas fue blanco de un acertado huevazo que se hizo tortilla en su espalda, manchando así una costosa chaqueta, comprada tal vez en la sección más costosa de El Corte Inglés de Madrid.

Leopoldo iba camino a la sede de la Convención Constitucional (Constituyente), con el objetivo de alimentar el terror a cualquier cambio que se traduzca en el fomento del poder popular. A este decadente personaje lo invitó el grupo político que acompaña al también decadente presidente Piñera, cuya aprobación popular sigue en caída libre.

A estas alturas del año y a poco tiempo de salir de La Moneda, a Piñera casi nadie le para y muy pocos lo quieren. Hasta octubre pasado 74 por ciento de los chilenos consultados en un sondeo de opinión rechazaban la gestión de este empresario-político, heredero del pinochetismo, cuya fortuna se estima en 2 mil 700 millones de dólares y quien ha sido acusado de violar abiertamente los derechos humanos de sus compatriotas y de evadir obligaciones tributarias al desviar fondos hacia paraísos fiscales.

Pero volvamos a López y el ñemazo propinado por un santiaguino de a pie. Este promotor de la violencia y el odio, protegido por el reino español, amante y amado por los representantes del franquismo enquistados en el Partido Popular y en VOX, llegó al país sureño con la misión (prepagada) de hablar pestes de la República Bolivariana de Venezuela para satanizar el proceso constituyente austral y generar terror ante la candidatura presidencial de Gabriel Boric.

Y como este señor no conoce la vergüenza aprovechó el viajecito regalado para respaldar al nazi Antonio Kast, candidato de la ultraderecha austral, quien tiene el aval (y dinero) de los grandes grupos empresariales, medios de comunicación, jerarquía católica e iglesias evangélicas cristianas conservadoras, valgan las redundancias.

“Si (Pinochet) estuviera vivo votaría por mí. Ahora, si me hubiese juntado con él, nos habríamos tomado un tecito en La Moneda”, ha dicho Kast en varias ocasiones.

Aquí agregamos que si Pinochet estuviese vivo también este habría apoyado a Leopoldito, quien, a su vez, habría respaldado en todos sus actos a quien asesinó a Salvador Allende. Y en cuanto a lo del té, él terrorista de “La Salida” también se hubiese tomado su tacita con el dictador, pero siempre y cuando, y como buen vividor, no tuviese que pagar la cuenta.

 

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