María Pérez: Guariqueña que persevera ante las adversidades
Desde San Juan de Los Morros demuestra que la llanera es del tamaño de los sueños que no abandona. Fotos NM.

VEA / Nancy Martínez
Una historia que puede ser la de cualquier hombre pero, sobre todo, de cualquier mujer emprendedora y perseverante en Venezuela. Hace 25 años, María Pérez quiso emprender haciendo lo mejor que sabía: cocinar. Ante la necesidad de buscar el sustento, aprovechó que su mamá tenía un terrenito, enclavado en la vía hacia el cerro Platillón, en San Juan de los Morros, estado Guárico, con una vista espectacular. Con sus manos, inventiva y el apoyo de sus hijos, comenzó a construir un lugar desde el cual ejercer su oficio y así, asegurar el sustento de su familia.
Este sábado 08 de marzo, cuando se conmemora el Día Internacional de la Mujer, contamos parte de su lucha en materia de emprendimiento.
No fue fácil. Lo primero fue crear su propia marca. Necesitaba diferenciarse de otros lugares de comida, establecidos en la zona. Así que imprimió su sello personal, primero, adecuando el terreno mediante el uso de materiales de la zona en la construcción, con una creatividad nunca antes vista en las construcciones similares establecidas por aquellos lares.
Así, edificaron cercas de tablitas, sillas y mesas con rolas de árboles desechados por otros, paredes de bahareque y más rolas. De sus manos surgió un pintoresco lugar campestre, a tono con el paisaje que les rodeaba.

Después se centró en el menú. Más allá de la usual oferta gastronómica llanera, imprimió su sello personal en la elaboración de cachapas de gran tamaño, rellenas con carne o pollo mechados, jamón, queso blanco, tocineta, aguacate y salsas; caraotas, frijoles y sancochos preparados con esa sazón especial que le caracterizaba, nacida de su amor por los fogones, preparados a la leña, lo que le imprime un sabor ahumadito que no tiene comparación.
María Pérez disfrutó el éxito de su emprendimiento. Locales y visitantes, regionales, nacionales e internacionales alabaron el arte de su gastronomía, la diligente atención de sus hijos e hijas y ese rincón campestre que les permite disfrutar de los placeres de una buena comida en un ambiente natural, dotado incluso de wifi para los clientes.

Y entonces llegó la pandemia. La afluencia de clientes mermó y con ello, los ingresos. ¿Y qué hizo María? Se dijo que el llanero es del tamaño del compromiso y perseveró, y ello marcó la diferencia. Cada día se encomienda a Dios y abre. Junto a sus hijos, se sienta a esperar los clientes. A veces llegan, y entonces, el sitio se llena de la alegría que disfrutó de otros tiempos. Confía en que vendrán amaneceres mejores, especialmente, cuando el gobierno regional concrete la rehabilitación de la vía de tierra que lleva a los clientes hasta su puerta y enlaza las diversas comunidades establecidas en esa zona de tradición agrícola.

“La cosa ha decaído, pero mi empeño es seguir, como antes. Aquí estamos, tratando de echar pa´lante el negocio”, asegura. María Pérez no pierde la esperanza y sabe que Venezuela, poquito a poquito, se va arreglando. Entiende que los buenos tiempos están llegando y está ahí, en el paraíso gastronómico que con tanto esfuerzo ha levantado, dispuesta a disfrutar esos mejores tiempos.