Manuel Amarú Briceño Triay

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La singularidad de este tiempo que vivimos hace que tengamos que reflexionar a cada instante. Lo efímero es cosa permanente y el juego entre la vida y la muerte nos arropa la cotidianidad. La pandemia y la guerra mundial por estallar nos apretujan la existencia, sin contar con la complejidad de un país bloqueado criminalmente por los poderes fácticos y los intereses de unos cuantos conglomerados financieros globales.

Al mismo tiempo hace sus deberes la recurrente picaresca de agentes de medio pelo investidos de poder que a cada segundo tratan de sacarnos de quicio en algunas estructuras del Estado y, de igual manera, en el tejido social.

Día a día vamos sorteando desde los «caprichosos» cortes de energía del Sádico de la Cuchila, héroe del azar y la entropía, hasta los precios de los dólares posibles; el oficial, el paralelo y el de cada uno de ciertos comerciantes macarras, aunque suene redundante.

Paralelamente, los efectos terribles de las sanciones se aprecian tras cada amanecer. Así, tres generaciones de mayores se encuentran entre las más vulnerables. Y después de cada rotación planetaria vamos contando fallecimientos de vecinos, amigos de casa, conocidos y profesores eméritos. Algunos de ellos, humanistas y pedagogos brillantes.

Es devastador presenciar, por la impotencia que genera, como un accidente contiguo desnuda la realidad actual de las conquistas sociales alcanzadas con el Comandante Chávez en los tiempos de la socialización de la renta.

Con seguros insolventes, planes de salud precarios y la previsión funeraria escamoteada; la suerte del herido o enfermo está a merced del azar, de la solidaridad, de la voluntad u opinión de un burócrata o del endeudamiento familiar.

Por supuesto, esto genera indignación, decepción y desencanto en muchos. Estados de ánimo exacerbados por medias verdades, falsas noticias y comentarios malsanos, en muchos casos, publicados por canallas palangristas anónimos a través de las redes sociales.

En contraposición a ello, bastantes optimistas intentan hacer y mostrar acciones concretas para poder construir una realidad distinta. En el caso de nuestro estado, ciudad de Mérida y municipios, las autoridades recién electas hacen grandes esfuerzos por enmendar los entuertos de más de quince años de desinversión, agresión pirómana o negligencia manifiesta.

Incluso, es delirante observar simultáneamente como avanza el desmalezamiento, la puesta en valor de algunas zonas o recuperación de las luminarias en avenidas, calles y veredas por la acción del Estado y también del Poder Popular organizado, en una especie de cruzada por recuperar la autoestima colectiva desvanecida; y al mismo tiempo, percibir a través de la autopista digital como un exalcalde inicialmente prófugo y luego amnistiado se hacina en la frontera sur de la Tierra del Tío Sam. En su momento estelar, a nuestro parecer, no comprendió la majestad de su función y prefirió aventurarse en una acción incendiaria suicida semejante a la protagonizada por Nerón en la Roma imperial.

Por si esto fuera poco, somos testigos a través de un video cómo en medio de la cólera de nuestro gobernador, Jehyson Guzmán, un grupo de personas acompañados por un funcionario de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana elaboran una lista en la entrada de una de las estaciones de expendio de combustible. Él los increpa duramente pues, como es natural, hacen una acción totalmente irregular a la vista de todos y a plena luz del día. Es risible ver, posteriormente, en una foto que acompaña la respectiva nota de prensa a los sujetos aprehendidos de espalda, vistiendo de paisano, acompañados por un individuo con la bata tradicional de una reconocida marca de helados. Nos imaginamos que se dedicaba a suministrar el papel y archivar los listados malévolos y las tiqueras en el carrito de sorbetes.

Sin embargo, como dijimos antes, en este mar de contradicciones también es posible palpar lo sublime. Como por ejemplo el trabajo de base que hacen unos campesinos cuadrados bajo las banderas moradas del Movimiento Electoral del Pueblo, fundado por el Maestro Luis Beltrán Prieto Figueroa. En la tierra caliente y llana del municipio Julio César Salas, donde comienza Mérida, han levantado la esperanza a través del trabajo productivo.

Les seguimos virtualmente y vemos como hacen de unas lagunas enmontadas, piscinas ictícolas. O rescatan corrales para la cría de pollos y cochineras para alimentar a los cerdos decembrinos. Además, estudian en círculo andragógico las enfermedades del cacao y elaboran artesanalmente alimento para sus animales de cría.

En la misma sintonía, también es de resaltar la operación que adelantan algunas instituciones gubernamentales para rescatar de la calle y dignificar a paisanos que se encuentran en una situación vital compleja. O las jornadas de refacción del alumbrado, paisajismo, pintura y rayado de los túneles de la vía hacia El Vigía, que se encontraban en condiciones deplorables.

De tal manera que una corriente optimista permea múltiples estratos de opinión, se desdobla y hace posible que algunos actores privados se atrevan a lanzar la campaña «Turismo Activo Mérida», muy a pesar de los agoreros mediáticos del apocalipsis.

Finalmente, en medio de un paro patronal de transporte, el pueblo chavista se convoca de cara a postular sus delegaciones al congreso político del PSUV y en puntuales parcialidades la perspectiva comunera rompe las «líneas institucionales» y los cuadres anti natura logrando sendos apoyos para sus líderes de base, de calle, de cotidianidad.

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