Vladimir Castillo Soto

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Los inhumanos actos que están sucediendo en Gaza, Cisjordania y otros territorios ocupados, en los últimos 50 días, efectuados por el estado sionista de Israel y apoyados, como era de esperarse, por el llamado occidente colectivo, con EE. UU. a la cabeza, es solo una muestra más de la necesidad de las élites de esa sociedad, de nutrirse de la guerra para sostener su tambaleante mundo unipolar. Eso sí, guerras “en patotas”, injustas y cobardes. El mundo ha podido ver, prácticamente “en vivo”, cómo los sionistas lograban algo difícil: Superar a los nazis en crueldad, inhumanidad y odio. Hemos podido ver cómo actúan vilmente, con actos solo de cobardes, asesinando a miles de niños y mujeres indefensos, atacando hospitales y matando médicos, enfermeras, bomberos y periodistas, con la certeza de que sus crímenes de guerra, sus crímenes de lesa humanidad, no serán juzgados por las sesgadas instituciones dependientes de la ONU o por la Corte Penal Internacional, ni serán excluidos o penalizados por el COI o la FIFA, debido al doble rasero vigente en el “mundo desarrollado”.

Occidente se ha pasado durante los últimos cien años, por lo menos, hablando de los muy acomodaticios principios de libertad, democracia, derechos humanos, libertad de expresión y derecho internacional, e imponiendo a través de los medios globales de comunicación y la industria cultural que solo ellos, y quienes les obedecen, cumplen estos preceptos, y todos los demás son permanentes violadores de los mismos.

El problema es que si se estudia la historia, encontramos que los que han invadido países, violado tratados, dado golpes de E$stado, bombardeado civiles y muchas otras atrocidades, son ellos. Si miramos Ucrania encontramos una clara muestra de esto: El golpe de estado de 2014 al presidente Yanukovich, el  bombardeo y asesinato de civiles por 8 años en el Donbás, la exaltación y propagación del nazismo, la violación del acuerdo de no expandir la OTAN hacia el este y el financiamiento y suministro de armas a Ucrania, “hasta el último ucraniano”. Además se ha evidenciado que occidente viola el derecho a la información de millones de personas, al prohibir e impedir la difusión de medios de comunicación no alineados con sus intereses.

Si examinamos el conflicto en Palestina, encontramos que el problema empieza a tomar cuerpo con una carta que escribió un infeliz inglés apellidado Balfour, en 1917, ofreciéndole tierra en Palestina a los sionistas, con lo que se aceleró la invasión, y posteriormente en 1948, con la traicionera creación por parte de las Naciones Unidas de un solo Estado, Israel, dejando a los palestinos sin su Estado y dando inicio al genocidio del pueblo palestino, que ha sido continuo y empeora cada día, todo con la anuencia y el apoyo de EE. UU. y buena parte de Europa.

Si vamos más allá de estos dos conflictos, después del fin de la guerra fría en 1991, encontramos más brutalidad y violencia de parte de anglosajones y europeos: Destrucción de Yugoslavia, invasión de Irak y Afganistán, guerras en Libia, Siria, Yemen, Somalia; revoluciones de colores derrocando gobiernos legítimos en el área postsoviética y en el mundo árabe; bloqueos y medidas coercitivas unilaterales, ilegales, injustas e inhumanas contra decenas de países en el mundo, entre ellos Cuba, Venezuela, Nicaragua, Rusia e Irán.

Si examinamos el proceder de occidente durante el resto del siglo XX, encontraremos un rastro de sangre y violencia brutal: Imposición de crueles y obedientes dictaduras en América Latina, Asia y África, dejando millones de víctimas civiles (solo en Indonesia más de un millón); invasiones a países indefensos como Panamá y Granada; la terrible guerra de Vietnam, donde lanzaron más bombas que en toda la Segunda Guerra Mundial, usaron napalm por toneladas y aplicaron guerra química al rociar selvas y población civil con el llamado agente naranja; las guerras en Argelia, Angola y otras (ex) colonias; las dos guerras mundiales iniciadas en Europa occidental por el reparto del mundo entre sus potencias, cerrando estas confrontaciones con broche de oro al lanzar EE. UU. sobre los civiles de Hiroshima y Nagasaki, las bombas atómicas.

No negamos los aportes positivos que ha dado la cultura occidental al mundo, pero tampoco se puede negar su racismo, su pretensión supremacista y su abuso continuado por siglos. Los millones de muertos que dejaron la colonización y reparto del mundo entre los siglos XVI y XX, la esclavización y asesinato de millones de africanos, las guerras del opio y tantos otros actos de abuso y expoliación que condenaron a la miseria y atraso a millones de personas no va a ser olvidado ni perdonado, por más que procuren e intenten cambiar la historia, la verdad prevalecerá.

La pretensión occidental de mantener un mundo unipolar, al servicio exclusivo de su élite blanca dueña del capital, que vela solo por sus intereses, está siendo derrotada. Tenemos sobradas razones para luchar hasta consolidar un mundo multipolar, más justo para todos los habitantes de este planeta sin distinciones de ninguna especie y para ello debemos estimular y apoyar los nuevos espacios y mecanismos que se conforman como el BRICS+, la Organización de Cooperación de Shanghái, la Unión Económica Euroasiática, el ALBA-TCP, así como asegurar la máxima articulación y colaboración entre las mismas.

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