OEA, ¡cosa tan fea!
El autor es ingeniero y analista político.
Vladimir Castillo Soto
La Organización de Estados Americanos (OEA) fue creada en Bogotá en 1948 como instrumento de dominación y control de EE.UU. sobre el continente, enmarcada en la doctrina Monroe y siguiendo la doctrina Truman de “contención al comunismo”, la cual generaría y alimentaría la Guerra Fría.
Los principios planteados en la Carta de la OEA han sido violados constantemente por su principal mentor, sobre todo aquellos que tienen que ver con la democracia, la autodeterminación y la no intervención en asuntos internos de los miembros. La Organización ha sido utilizada permanentemente para imponer los intereses del imperialismo estadounidense, al decir del comandante Fidel Castro Ruz fue convertida en el “Ministerio de las colonias” de EE.UU.
La OEA, con el soporte e instigación de EE.UU. el adalid de la libertad y la democracia, apoyó las dictaduras en toda América Latina y el Caribe, en las cuales se asesinaron y desaparecieron decenas de miles de personas a lo largo y ancho del continente, solo México y Costa Rica no tuvieron gobiernos de facto desde 1948 al presente. Todos estos gobiernos dictatoriales hicieron vida normal en la OEA y tuvieron el apoyo y la venia de EE.UU.
La aplicación de la doctrina Monroe por parte de EE.UU. exige que los gobiernos de los países del Río Grande hacia abajo, democracias o dictaduras, sean sumisos y totalmente obedientes a su gobierno y empresas transnacionales, en caso contrario serán desestabilizados y de ser posible derrocados, siempre con la complicidad o el silencio de la OEA. La caída de los gobiernos de Árbenz en Guatemala, Gulart en Brasil, Bosch en República Dominicana, Allende en Chile, son ejemplos bien documentados de lo expresado.
Violando la propia Carta constitutiva de la Organización se dio uno de tantos episodios vergonzosos en esta institución como fue la expulsión en 1962 de la República de Cuba por haber declarado su revolución marxista-leninista. La orden vino del norte y fue acatada por la mayoría, solo México votó en contra y se abstuvieron Argentina, Chile, Brasil, Bolivia, Ecuador y Uruguay.
Durante el siglo XXI su accionar fue empeorando, tuvo una posición ambigua en el golpe de Estado contra el presidente Chávez de Venezuela en 2002, en el intento de derrocamiento del presidente Correa de Ecuador, en el golpe al presidente Zelaya de Honduras, el golpe “institucional” contra el presidente Lugo de Paraguay, hasta alcanzar límites vergonzosos con la elección de uno de los secretarios generales más serviles de su historia, Luis Almagro, quien llega al extremo de hacer participar a la institución activamente en el golpe de Estado contra el presidente Morales de Bolivia en 2019, hacerse a un lado en el golpe de Estado contra el presidente Castillo en el Perú y reconocer al espurio e ilegal Juan Guaidó y su tinglado, desconociendo a su vez la denuncia hecha por la República Bolivariana de Venezuela a la Carta de la OEA, que se concretó en abril de 2019, fecha a partir de la cual Venezuela dejó de ser parte de esa farsa.
La República de Nicaragua también ha sido agredida permanentemente por la secretaría general y la estructura burocrática de la OEA, valga decir EE.UU., por lo que denuncia la Carta de la institución en 2021, concretándose su salida de la Organización en noviembre de 2023.
Por otra parte la OEA tampoco ha servido para ayudar a los países a superar las confrontaciones que se han presentado entre sus miembros, como fue el caso del bombardeo e invasión del territorio ecuatoriano por parte de Colombia en 2008, caso en el que actuó eficientemente Unasur o en la actualidad el caso de la Guayana Esequiba, entre Venezuela y Guyana, donde los entes que han servido para explorar caminos de acercamiento entre ambos gobiernos son la Celac, Caricom y el presidente “Lula” de Brasil.
Parafraseando la canción que el gran Carlos Puebla compuso con ocasión de la expulsión de Cuba de la OEA en 1962, diremos hoy: “¿Cómo no terminar con la OEA?, si es una cosa ¡tan fea!...”.