Vladimir Castillo S.

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En los últimos 30 años la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) estuvo involucrada en las guerras contra Yugoslavia, Irak, Afganistán, Somalia, Libia, Siria y Ucrania. Estimaciones muy conservadoras calculan que en estas guerras se produjeron más de 2 millones de muertos directos, entre civiles y militares, de los cuales al menos el 97 % pertenecen a las naciones agredidas. Esta cantidad se incrementa al menos 50 % con las muertes indirectas durante y después del conflicto. Podemos concluir que EE. UU. con su herramienta de muerte y desolación, fueron los verdugos directos de por lo menos 3 millones de seres humanos en el período mencionado.

Los próximos 11 y 12 de julio en la capital de la República de Lituania, Vilna, se efectuará la reunión anual de la OTAN y con mucha seguridad su declaración y otros documentos aprobados serán más virulentos y belicosos que los emitidos por esta organización en Madrid el año pasado, cuando reconfirmaron como sus mayores retos y enemigos a China y Rusia.

Los países bálticos y Polonia son los miembros de la OTAN con las actitudes y discursos más reaccionarios, rusofóbicos y antichinos; sin embargo, estos no valen nada, ya que las decisiones en la OTAN son establecidas e impuestas por EE. UU. Esta institución nunca ha sido ni será democrática, por lo que ni los países bálticos ni ningún otro país, tiene nada qué ver con las decisiones estratégicas y casi nada con las decisiones tácticas asumidas en sus cumbres. Todos y todas se vestirán con sus mejores trajes y usarán sus más exclusivos perfumes y joyas para ir a secundar las disposiciones, mejor dicho, imposiciones del jefe.

Europa es el principal rehén de su “socio”; hace tiempo perdieron la soberanía y la dignidad. Sus clases dirigentes y muy buena parte de su población, sufre de un severo síndrome de Estocolmo, el cual es reforzado diariamente con campañas mediáticas desinformativas propias de la guerra psicológica o cognitiva, como ahora le llaman. Les vendieron la idea de que con la OTAN “dominarían el mundo”, lo cual les agrada y obsesiona desde hace un par de siglos, y se fundamenta en una superioridad falsa, impuesta básicamente con su capacidad de matar al “enemigo”, a los bárbaros, de manera “feroz, atroz y breve”. Se ha demostrado fehacientemente que la herramienta funciona con total impunidad; por sus millones de muertes nadie los sancionó, ni excluyó a sus atletas de competiciones internacionales, ni prohibió sus medios, ni se generaron campañas antieuropeas o antiyanquis.

Un ejemplo de la pérdida de la soberanía europea es el “nuevo orden internacional basado en reglas”, que es una estrategia de EE. UU., diseñada para mantener su hegemonía y que todos sus socios en la OTAN y en la Unión Europea sigan sin chistar. Estas reglas no están formalmente definidas y se adaptan permanentemente a las necesidades de su creador. Se oye frecuentemente al secretario general de la OTAN y a otros representantes europeos, mencionarlas como si fueran unas normas de obligatorio cumplimiento para todos los Estados del planeta, con el agravante que pretenden poner este “orden” por encima de la Carta Fundacional de las Naciones Unidas, sin haberlo consultado con nadie. El dólar, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OTAN, serían los vehículos más importantes para llevar adelante el susodicho “orden” (la Organización Mundial del Comercio es parte del entramado, aunque últimamente parece ya no serles de mucha utilidad).

Otro ejemplo es lo que sucedió con la nueva “Carta Atlántica”, firmada en 2021 entre EE. UU. y Gran Bretaña, en la cual se afirma que están dispuestos a “defender nuestros valores democráticos contra quienes tratan de socavarlos” y aseguran que su base militar para ello es una OTAN con poder disuasivo nuclear. Posteriormente a su firma, en las cumbres del G7 y la OTAN, las naciones europeas se alinearon plenamente a este bodrio, y reafirmaron a sus enemigos, Rusia y China, además de anunciar que en la nueva doctrina la OTAN podría intervenir militarmente y desarrollar sus actividades en cualquier lugar del planeta cuando lo considere necesario, sin autorización previa de las Naciones Unidas, lo que de imponerse, destruiría el sistema de seguridad global y colocaría al mundo peligrosamente al borde de la III Guerra Mundial.

Un tercer ejemplo del lastimoso papel actual de las monarquías y repúblicas europeas, puede ser el conflicto en Ucrania y la capacidad de los medios de propaganda para falsear la realidad, y del imperialismo para mentir. A EE. UU. no le bastó con el desmembramiento de la URSS; su intención era dominar todo el espacio euroasiático, controlando sus gobiernos y explotando sus recursos. Expandió la OTAN hacia el este hasta el límite de pretender integrar a Ucrania, Moldavia y a Georgia a la organización, amenazando con cercar todo el flanco occidental de la Federación Rusa. Lograron derrocar el gobierno legítimo en Ucrania en 2014; apoyaron la expansión de la mentalidad nazifascista en Ucrania, y la refacistización de Polonia y los países bálticos ya mencionados. La violación permanente de los Acuerdos de Minsk y la muerte de más de 14 mil personas en el Donbass, entre 2014 y febrero de 2022, obliga a las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, a solicitar la colaboración de Rusia, la cual se compromete a ayudar y además, por el bien de la humanidad, se compromete a desnazificar y desmilitarizar a Ucrania. Los Acuerdos de Minsk fueron utilizados por occidente para permitir a Ucrania reforzar y construir defensas, preparar sus fuerzas armadas y acumular armamento. Una vez iniciada la campaña especial militar rusa, EE. UU., con la OTAN y la Unión Europea al frente, decide luchar en Ucrania hasta el último ucraniano, para lo cual le suministran armamento, municiones, financiamiento e información, no permitiendo la desescalada y fin del conflicto, usando de carne de cañon a la población ucraniana.

El daño sufrido por los pueblos y la economía europea debido a las sanciones ilegales impuestas a Rusia y la voladura de los ductos de Nord Stream 1 y 2, seguirá profundizándose y generará conflictos sociales. Francia es un ejemplo de esto y sin duda estas protestas se multiplicarán en caso de continuar los pueblos pagando las consecuencias de la política de dependencia y sumisión que mantiene con EE. UU. Europa debe volver a ser un polo soberano de desarrollo del mundo, lo cual no sucederá si mantiene su actual posición genuflexa ante EE. UU.

Estados Unidos tiene el temor de perder su hegemonía en lo económico, geopolítico, militar, cultural, y aunque saben que el nuevo mundo que mencionó Xi Yinping al despedirse de Putin, es irreversible, no lo aceptan ni aceptarán. Con seguridad el imperialismo anglosajón y las supremacistas clases dirigentes europeas, van a honrar el principio planteado por Gramsci, al decir que las crisis se presentan cuando hay un proceso humano que nace y otro que muere. El que es desplazado tiende a hacer lo que sea con tal de no perder sus privilegios y es capaz de poner en peligro su propia existencia y la de los demás; una fiera herida de muerte es la más peligrosa. Un nuevo mundo nace, luchemos porque sea un mundo mejor y porque el que desaparece no se convierta en el verdugo de todos.

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