Philippe Pinelli, humanizador de los manicomios
El autor es historiador, docente y abogado.
Néstor Rivero Pérez
El 20 de abril de 1774 nació en Jonquiéres (Francia) el médico Philippe Pinelli, cuyas observaciones en torno al modo en que desde la antigüedad se venía tratando a los pacientes y que en numerosos casos pervivió hasta el final del Medioevo y los días de la Revolución Francesa, le indujeron, junto a otros profesionales de la salud, a proponer el conjunto de principios y técnicas que hoy se conoce como “clínica médica”. Las innovaciones de Pinelli, especialmente en el campo de las enfermedades mentales, llevaron a las siguientes cohortes de profesionales de la Medicina, a reconocerle como el gran humanizador de los centros psiquiátricos, por entonces conocidos como manicomios.
La Salpetriére
En 1656, cuando solo contaba con 18 años de edad, Luis XIV, “el Rey Sol” -quien por entonces se aprestaba a la acometida de obras monumentales como el Palacio de Versalles, la ampliación de las Tullerías y la Plaza de las Victorias, la cual consagró en Europa el modelo de “Plazas/Estatuas”- ordenó al arquitecto Libéral Bruant, la construcción de un amplio establecimiento que permitiese recoger a deambulantes, pobres y enfermos que pernoctaban por las calles de París y que por entonces constituían legiones provenientes del campo o desheredados de familia y fortuna. Así, una vez edificado La Salpétriere, a su interior eran llevados enfermos mentales, al lado de quienes padecían quebrantos físicos, vagabundos y merodeadores, sin distinción entre niños y adultos, o mujeres y hombres, en condiciones de apiñamiento tales, que se agravaba el mal de dementes y epilépticos.
Atrás Galeno
Dentro de la corriente abanderada por los facultativos Jean Pierre George Cabanis y Jean-Baptiste Pussin, entre otros, quienes con apoyo del influyente militar y filósofo Destutt de Tracy, impusieron una nueva visión del tratamiento médico, Pinelly prohijó métodos que permitiesen el acercamiento al paciente psiquiátrico a partir de la parte de su razón no perturbada. Ello contrariaba las prácticas terapéuticas imperantes, que consistían en amarrar al paciente en sus momentos de delirio e introducirlo en una celda; y en ocasiones en medio de sus gritos, se pretendía acallarlo golpeándole. Tanto Pussin como Pinelli abogaban por dejar atrás las todavía reinantes teorías de Hipócrates, quien creía que las enfermedades se derivaban del desequilibrio de los cuatro “humores” (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra).
Los “alienados”
Así se denominaba en tiempos de Pinelli a quienes padecían de trastornos mentales. Pinelli, al frente del área psiquiátrica en hospitales parisinos, especialmente en la Salpetriére, prohibió que se encadenara a los enfermos, iniciando la clasificación de los recluidos en atención al tipo de padecimiento mental, según fuesen “manía, mutismo, melancolía o demencia”, cada una con características propias. Paso de avance respecto al pensamiento medieval y fanatismos religiosos, que prejuzgaban al enfermo mental como “poseído” por espíritus malignos. Pinel fue de los primeros en identificar como causa de este tipo de padecimientos, bien factores hereditarios, o por dificultades netamente físico-cerebrales, u originadas en la intensidad pasional del sujeto o determinados excesos en el modo de desenvolver su existencia. Así, sus estudios abrieron el camino que habrá de configurar la especialidad de la psiquiatría y la cual amplió científicamente sus fundamentos a partir de la segunda parte del siglo XIV y a todo lo largo del XX.
Continuadores
Los postulados de Puinelli en materia de tratamiento a los pacientes siquiátricos, guiaron la formación de profesionales y el funcionamiento de los hospitales en dicho campo hasta muy entrado el siglo XX, tanto en Francia como en el resto de Europa. Así, en la patria del Rey Sol las disposiciones que rigieron en los centros para las enfermedades mentales, se basaron hasta 1991 en las ideas formuladas por Philippe Pinelly.
Sinópticos
1820
Bolívar y la abolición
Este día el Libertador Simón Bolívar escribe al vicepresidente de la Gran Colombia, Francisco de Paula Santander, exponiéndole su idea a favor de que se reconociese sin condiciones, la libertad de los esclavos integrados al Ejército Patriota. El texto es de suma importancia, por ofrecer el sustento teórico del abolicionismo, parte del programa político de Simón Bolívar desde 1816. En su proyecto de Constitución presentado ante el Congreso de Angostura en 1819, el Padre de la Patria aboga de modo elocuente por la abolición: “Yo imploro la libertad absoluta de los esclavos como imploraría mi vida”. Entonces el cuerpo niega la solicitud, desconociendo los decretos abolicionistas que el héroe había dictado en 1816. En esta carta del 20 de abril de 1820, el Libertador expresó al vicepresidente Santander un pensamiento meritísimo: “Nada acerca tanto a la condición de bestia, como el ver hombres libres y no serlo”.