Néstor Rivero Pérez

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El 13 de septiembre de 1826, al día siguiente de su arribo a Guayaquil, desde Perú, el Libertador Simón Bolívar ofreció una proclama que permitió conjurar la desintegración de la Gran Colombia, la República brotada de su genio y espada. La “Proclama de Guayaquil”, como se le conoce, contuvo las tendencias regionales y trama conspirativa que desgarraba el proyecto anfictiónico del Padre de la Patria.

El arribo

El Libertador arribó a Guayaquil, procedente de Perú, la madrugada del 12 de septiembre de ese año. Inmediatamente comenzó a examinar con hombres de su confianza que le aguardaban desde días atrás, la grave situación planteada por la decisión del general José Antonio Páez de separar a Venezuela de la Gran Colombia. Páez procedió de este modo ante la amenaza de un juicio en el Congreso promovido por el partido santanderista en Bogotá. La primera actuación de Bolívar, propia de un alma elevada, fue dictar al día siguiente de su llegada, una proclama de perdón en la cual se ofrece como único culpable, donde dice “No he venido a tiempo”.

La situación

Recuerda Indalecio Liévano Aguirre, que Bolívar, al informarse de la situación calamitosa de los tres Departamentos de la Gran Colombia, se sorprende, al percatarse del malestar contra las autoridades de Bogotá y especialmente la aversión que suscitaba la figura del vicepresidente Francisco de Paula Santander. A su paso a caballo por numerosas localidades, las que debía atravesar en su camino a caballo, a lo largo de Ecuador con rumbo a Bogotá, el héroe caraqueño se detenía para escuchar la voz de muchos pobladores. En su correspondencia de esos días mostraba inconformidad con el vicepresidente. De otra parte estaba la desobediencia de Páez al orden institucional, cuando este, citado a un juicio parlamentario en Bogotá, resuelve declararse en rebeldía, desligando a Venezuela de la Gran Colombia. Bolívar acercándose a la capital, Bogotá, se encuentra con el vicepresidente Santander en la localidad de Tocaima, donde este último negocia como salida de la crisis el apoyo del Libertador en el juicio a Páez. La situación era altamente delicada, pues las elites que generaban opinión en Venezuela rodeaban al general Páez, al tanto que las de Bogotá hacían lo propio respecto a Santander. Finalmente Bolívar con su prestigio y gloria sortearía la coyuntura y salvaría la unión hasta 1830 cuando, con él, sucumba la Gran Colombia.

Lecciones

La Gran Colombia hizo palpable la posibilidad de que pueblos que vivieron enclaustrados en sus propias fronteras, podían construir una gran República que verificase las potencialidades de la Suramérica de habla hispana, como interlocutor válido ante los viejos y nuevos imperios, y con el magno propósito de la suprema felicidad posible a que se refirió el Libertador en su Discurso de Angostura. Este sueño integracionista con su primer ensayo en tiempos de Bolívar, hoy recobra ímpetu con el surgimiento del ALBA-TCP, Petrocaribe, Unasur y Mercosur social, bajo el impulso de la generación de mandatarios antiimperialistas de la primera década del siglo XX y lo que va de la presente.

No he querido saber quién ha faltado…”

“Grancolombianos: El grito de vuestras aflicciones penetró mis oídos… y he venido a traeros una rama de oliva. Aceptadla como el arca de la salud ¡¿Qué; no faltan ya enemigos a la Gran Colombia?! ¿No hay más españoles en el mundo? (…) Yo no he querido saber quién ha faltado, no he olvidado jamás que sois mis hermanos y mis compañeros de armas. Os llevo… dos brazos para uniros en mi seno; en él entrarán… granadinos y venezolanos, justos e injustos. Todos del Ejército Libertador, todos ciudadanos de la gran República. En vuestra contienda no hay más que un culpable: Yo lo soy. No he venido a tiempo (…) todos somos grancolombianos. – Bolívar. (Proclama), Guayaquil, septiembre 13 de 1826”.

 

Sinóptico

1942

Batalla de Stalingrado

Este día el general Vasili Chuikov asume la jefatura del 64º Ejército de Infantería de la Unión Soviética, el cual defendía la estratégica ciudad de Stalingrado (hoy Volvogrado) de los ataques del 4° Ejército Alemán, dentro del plan de operaciones concebido por Adolfo Hitler para destruir la URSS y posesionarse de los recursos energéticos del mar Caspio. Para acometer la invasión a la Unión Soviética, el Fuhrer había organizado una imponente fuerza de 3 millones de soldados, pensando que la sorpresa le permitiría controlar a la vez que, Leningrado al norte, Moscú al centro de Rusia y al sur, con los yacimientos petrolíferos del mar Caspio, la ciudad de Stalingrado. Stalingrado marcó el punto decisivo de inflexión del poderío alemán. La heroica resistencia de la ciudad dio ánimo al resto de los pueblos que formaron la URSS, para repeler la agresión del III Reich. Y en tiempos cuando aún EEUU no poseía el arma atómica, la valerosa contraofensiva rusa, marcó el inicio del declive y caída de los nazis en Europa.

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