Néstor Rivero Pérez

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El 18 de julio de 1817 el general Francisco Esteban Gómez, en nombre de los patriotas de la isla de Margarita, contestó al jefe realista Pablo Morillo la violenta intimación de rendirse que este dirigiera a los margariteños, a quienes calificó de “desleales y rebeldes”.

Isla rebelde

Desde el comienzo de la causa emancipadora, Margarita mostró su respaldo a la Junta Suprema de Caracas, declarándose  el 4 de mayo de 1810, desligada de las autoridades españolas y apoyando el intento por liberar Guayana durante la I República. Tras recaer, luego de la Capitulación de la I República en 1812 bajo control  peninsular, se rebelará de nuevo en 1813, cuando el gobernador realista Pascual Martínez sea apresado, y asume el mando Juan Bautista Arismendi.

Palos y piedras

La tercera rebelión empieza el 15 de noviembre de 1815. En respuesta a los desmanes del gobernador peninsular Joaquín de Urreiztieta, grupos margariteños con Juan Bautista Arismendi a la cabeza, inician la resistencia y liberarán “a fuerza de piedras, palos y rústicos objetos de labranza” (Rosauro Rosa Acosta), una franja de la isla, a la cual llegará con armamento Simón Bolívar al frente de la Expedición de los Cayos, de 1816.

Intimación
En julio de 1817, encontrándose casi toda la isla en manos patriotas, retorna a la isla el jefe español Pablo Morillo, y expide el día 17 de dicho mes, intimación de rendición a los nativos en armas. Los patriotas de la isla habían derrotado a buenos oficiales peninsulares como Urreiztieta, Salvador Moxó y Joaquín Pardo. En su intimación, el Pacificador acusa a Brion de ser un pirata que pretende “saquear la isla” y tacha de“despreciable, cobarde y ruin” a Arismendi.

Amenaza
Morillo se percataba del liderazgo de Arismendi, quien arriesgó su familia y posesiones y cuya esposa, Luisa Cáceres, ante el riesgo de perecer en presidio y luego del nacimiento de su hijo muerto, mantuvo delante de los captores el gesto de la mujer de Leonidas ante el peligro de la caída de Esparta. El Pacificador cierra su intimación amenazante: “En esta isla desleal, no quedarán ni cenizas, ni la memoria de los rebeldes que despreciaron la piedad del Soberano (Fernando VII) / Cuartel General de los Barales, 17 de Julio de 1817”.

”Rendirse jamás”

En todo caso, la contestación de Francisco Esteban Gómez del 18 de julio de 1817, redactada en los viriles términos del patriota irreductible, dejaba muy en claro, tanto la imposibilidad de la rendición, como de la entrega de Juan Bautista Arismendi, inspirador de los distintos levantamientos de la isla, y por quien Morillo desesperaba en capturar.

Acciones

Si bien los margariteños combatieron con fiereza a los oficiales de Morillo, otra cosa era habérselas con este en persona, quien fijó su cuartel general en La Asunción. En el cerro Matasiete, a espaldas de la capital, los independientes en inferioridad de hombres y armamento, se atrincheran y hacen frente al enemigo, derrotándolo el 31 de julio de 1817 en desproporcionado combate, desde las 8:30 de la mañana hasta las 4:00 de la tarde. Morillo abandonó Margarita, partiendo al centro del país.

“El don de la libertad”

En su Contestación a Pablo Morillo, el general patriota Francisco Esteban Gómez dice: “(…) El general Arismendi, a quien V. E. atribuye el origen de nuestras desgracias, lejos de traernos esos supuestos males, puso en nuestras manos el precioso don de la libertad y supo conducirnos a la cumbre de la gloria (…) La sangre que se ha derramado y la que se derramará, emana del íntimo impulso que tiene todo hombre a defenderse de su enemigo, del implacable odio que tienen los margariteños a su opresor, y no de ideas perversas de nuestro héroe (…) ratificó Margarita su juramento de MORIR O VENCER (…) Si fuere V. E. vencedor, se hará señor de los escombros, cenizas y vestigios“ (Tomo 5).

 

Sinóptico

390 aC

¡Ay de los vencidos!

Este día, Brenno, caudillo de los galos, toma la ciudad de Roma, dando aquiescencia a sus hombres, para que ejecutasen el primer gran saqueo conocido en contra de la urbe del Lacio.  De acuerdo a una tradición, la ciudad debió entregar a su conquistador un cuantioso rescate de los habitantes de la ciudad, procediendo Brenno a desenvainar su espada, colocándola encima de la balanza que pesaba las piezas de oro con que los romanos pagaban su paz, y que debían totalizar 327 kilogramos, pronunciando las terribles palabras: “¡Vae Victis!”. Detrás de la despiadada actuación de los galos, se encontraba la humillación que les infligió Anco Marcio, caudillo sabino a quien se vinculó con la naciente urbe del Lacio, una de cuyas colinas colonizó Marcio. Tras conquistar Roma en 390, los hombres de Brenno cometieron todo tipo de tropelía, y cuando los pobladores se les resistían saltaban sobre estos para abrazarles y arrojarse en pareja, sobre las hogueras que acompañaban el saqueo de Roma, tal era el odio de los galos contra la naciente Roma.

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