Néstor Rivero Pérez

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El 16 de octubre de 1817 murió fusilado el prócer de nuestra gesta emancipadora, Manuel Carlos Piar, héroe de las batallas del Juncal y San Félix. Esta última victoria patriota, del 11 de abril de 1817, abrió el camino a la definitiva liberación de Guayana, y animaría al Libertador Simón Bolívar, quien por entonces dirigía la resistencia de la Casa Fuerte de Barcelona, a encaminarse con sus hombres y un grueso parque, a la estratégica provincia del sur del Orinoco, que se convertiría en la inicial base de operaciones para sus geniales proyectos continentales.

 

Venezolano de corazón

Piar nació en Curazao en 1774, y desde los diez años se vinculó a Venezuela. Se involucró con los movimientos precursores del país de la última década del siglo XIX, debiendo escapar del país en una nave haitiana. En 1812 bajo las órdenes de Miranda participó, como alférez de Navío, en las acciones de Puerto Cabello y en Sorondo, Guayana. Con el grado de coronel, se unió en 1813 al grupo de Chacachacare comandado por Mariño, que inicia operaciones por Güiria para libertar el Oriente del país. A lo largo del accidentado período de la emancipación en que le tocó actuar, mantendrá una relación tumultuosa tanto con Bolívar como con Mariño, José Félix Ribas y José Francisco Bermúdez, entre otros próceres.

 

Personalismos

Las desastrosas campañas de 1814 a 1816 y comienzos de 1817, harán sentir a los patriotas la necesidad de deponer algunos personalismos para integrar en su panorama de dirección otras virtudes que, además del arrojo frente al enemigo, asegurasen la continuidad de victorias, en una guerra que se convirtió en choque de desgaste de años que demandaba capacidad táctica, formación técnica, liderazgo organizador y visión de Estado, para aglutinar los factores que debían desembocar en la victoria final de Carabobo de 1821.

¿Por qué se le enjuicia?

El proceso contra Piar comienza, tras alegarse su insubordinación, con oficio del 3 de octubre de aquel año, donde el Libertador solicita a Carlos Soublette, jefe del Estado Mayor, que proceda “hasta poner la causa en estado de ser juzgada por el Consejo de Guerra”. Bolívar le adjunta trece documentos que sustentan la acusación. Por aquellos años, la insubordinación era contracara del valor personal: Del mismo modo que no había cobardes en el ejército, tampoco abundaba entre los generales, el deseo de subordinarse a otro héroe al que se consideraba un igual. Y el reconocimiento de la jefatura suprema del Libertador debió sortear años de desconocimiento.

¿Razones de Estado?

El 27 de septiembre de 1817, es detenido cerca de Aragua de Barcelona. La sentencia de fusilamiento con degradación, fue dictada por el tribunal. El Libertador y Jefe Supremo poseía sí la facultad como alzada, de conmutar la pena por exilio, presidio u otra. Y resolvió mantener el fusilamiento, sin degradar al prócer de San Félix. ¿Qué impidió la plena clemencia del Libertador en este caso? Bolívar, enfrentado a la turbulencia personalista de Mariño, Bermúdez y Páez, entre otros, afirmó, según Perú De La Croix “(…) la ejecución del general Piar aseguró mi autoridad, evitó la guerra civil y la esclavitud del país, me permitió proyectar y efectuar la expedición a la Nueva Granada y crear después la República de Colombia: Nunca ha habido una muerte más útil, más política y, por otra parte, más merecida” [Diario de Bucaramanga].

Sinóptico

1944

RufinoBlanco-Fombona

Este día murió en Buenos Aires (Argentina), el escritor y polemista venezolano Rufino Blanco-Fombona, cuya prolífica pluma reflejó el último período de la Venezuela agraria y el caudillismo, en su tránsito hacia la hegemonía del petróleo.

Idea central de Blanco-Fombona es el panhispanismo. Y ello en gran parte respondía a su postura antiimperialista frente a EE. UU. De este modo, en su libro Letras y letrados de Hispanoamérica se confiesa hispanista: “No quisiera que me llamasen nunca escritor de Venezuela, sino escritor de América, dijo. “Escribo para sesenta millones de américo-latinos y veinticuatro millones de españoles. Mi patriotismo es un sentimiento de raza» (Ibídem). Blanco Fombona recorría la literatura, emulando los rasgos de quien naciendo en una época en la cual su patria no transitaba por una Guerra de Independencia, ni el país que le acoge. En su libro Judas Capitolino, apostrofa a Juan Vicente Gómez como juez que sienta delante de sí al acusado para cobrar con epítetos los agravios, decapitándolo verbalmente ante la imposibilidad de batirse en duelo presencial. “Fue escritor de gran ritmo… Su fuerza se concretó a menudo en frases lapidarias: ‘Una figura, más que una obra; un gesto más que una palabra». Blanco-Fombona, quien por décadas dirigió en España la Editorial América, fue autor de obras como Diario de mi vida, El hombre de hierro, Bolívar y la Guerra a Muerte, La lámpara de Aladino (colección de artículos) y textos de polémica como De cuerpo entero.

 

 

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