Néstor Rivero Pérez

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El 17 de septiembre de 1823 murió en París (Francia), Abraham Louis Breguet, considerado el mayor innovador en materia de relojería que conoce la historia y cuya contribución a la tecnificación del instrumento que mide el paso de las horas, minutos y segundos, se proyecta hasta el presente mediante el reloj de pulsera.

La medición de las horas

La necesidad de fijar cada momento exacto del día fue haciéndose necesidad perentoria en el curso de la Edad Media y luego que se produce la Revolución Industrial. Durante el Medioevo europeo la Iglesia requería llevar las pautas del día para establecer los lapsos del oratorio y ceremonias a las que acudía la población.

A partir de 1785, con la invención de la máquina de vapor y su aplicación a procesos industriales, se hizo perentoria la medición del tiempo de trabajo, tanto para el patrono que aspiraba incrementar su lucro, como el obrero que demandaba limitar la jornada laboral.

Clepsidra y arena

Los pueblos antiguos medían el curso del día con relojes de agua (clepsidra), de sol o el reloj de arena. Sin embargo, la exactitud de dichos dispositivos no siempre se garantizaba, debido a la oscilación del ritmo en el fluido de la corriente de agua para el primero, o en lapsos del día nublado en los dos últimos.

En Asia, África y Europa, los chinos, egipcios, griegos y romanos procedieron al respecto con mucha atención. Y se sabe que dichas civilizaciones, al igual que los mayas, los aztecas y los incas en la América prehispánica, cultivaron la noción del día de 24 horas.

Entre los siglos XVII y XVIII se opera una auténtica revolución en el diseño y construcción de aparatos para medir el transcurso del día.

Reloj de pulsera

En tiempos de Breguet la fabricación de relojes se había desarrollado en torno a los aparatos que indicaban la hora en lo alto de la torre de las catedrales o en la pared de los castillos y grandes centros de concentración, con relojes de péndulo, aparatos costosos cuyos tutores tenían interés especial en llevar el ritmo en que transcurren las horas.

Así, el aporte monumental de Breguet fue el tránsito del gran reloj de pared al dispositivo medidor del tiempo, confeccionado para su colocación alrededor de la muñeca de las personas.

De allí su nombre “reloj de pulsera”, el cual constituyó una auténtica innovación cuyo impacto se siente hoy día, en medio del torrente de aparatos celulares, entre cuyas funciones destaca la de mostrar de modo permanente en su pantalla el transcurso de las horas.

Del  bolsillo a la muñeca

Tecnología precedente a la innovación de Breguet fue la del “reloj de bolsillo”, a su vez modernizado por el mismo Breguet. Y ello le exigió años de dedicación, innovaciones, mejoras y constantes ajustes a su pequeño aparato hasta hacer del mismo un instrumento o cronómetro adecuado para ser trasladado con facilidad de visualización en una parte del cuerpo (la muñeca) sobre la cual no desluciese su tono estético.

El principal esfuerzo de Breguet se abocó a la reducción de las piezas, resortes y aditamentos que llevasen al diseño definitivo. Se dice que Napoleón Bonaparte medía sus operaciones con relojes de Breguet.

Relojero y vendedor

“Breguet es considerado como el mejor empresario y relojero de la historia, pues no solo contribuyó con su técnica e invención, sino a la creación de las primeras redes de distribución a partir de la buena reputación construida con base en la buena recomendación de su selecta clientela. Entre los clientes históricos de Breguet figuraron Napoleón Bonaparte, Aleksandr I, Selim III y muchos otros, quienes dieron fe del talento de Breguet en su momento. Sin embargo, no se entiende la grandeza de la marca sin el papel de la mujer en Breguet. Para ello nombramos a algunas de sus protagonistas: Marie Antoiniette, Caroline Murat y L`impératrice Josefina” [https://ultrajewels.com].

Sinóptico

1814

Vicente Salias

Este día muere fusilado en Puerto Cabello Vicente Salias, prócer civil de nuestra independencia, médico, periodista y autor de la letra del Himno Nacional “Gloria al Bravo Pueblo”. Capturado dos días antes en altamar, por una embarcación española que detuvo la nave que lo trasladaba hacia una posesión inglesa del Caribe, Salias, luego de ser identificado por los captores, fue de inmediato trasladado a Puerto Cabello.

Allí el capitán general Juan Manuel Cagigal abrió juicio sumario y lo hizo fusilar un día como hoy. De Salias, nunca se supo que portase armas o interviniese en combates, pues era hombre de ideas y palabras, armas estas a las que temían los monarquistas, tanto o más que a la artillería republicana. Así acaecerá en distintas épocas y latitudes con figuras como Tomás Moro, Giordano Bruno, Mariana Pineda, Federico García Lorca, Víctor Jara o Roque Dalton. A Salias le quitó la vida la orden de Juan Manuel Cagigal, el militar más “ilustrado” de España durante la gesta emancipadora.

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