Néstor Rivero Pérez

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El 12 de julio de 1904 nació en El Parral, Chile, Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, quien de adulto adoptará el nombre de Pablo Neruda, vate fundamental de América Latina, y cuyo nombre representa el compromiso social y político del intelectual.

Perseguido

Autor de una de las obras poéticas más extensas de la lengua castellana, y abierta al lirismo en sus distintas vertientes, Neruda, quien mereció el Premio Nobel de Literatura en 1971, se involucró intensamente en las luchas políticas de su país y, durante la Guerra Civil Española dio franco apoyo a los republicanos, lo que le costó su cargo de cónsul chileno en Barcelona. Gran coleccionista de caracolas, Neruda atrajo la amistad del biólogo Julián Huxley, primer
director de la Unesco, quien le visitó en Isla Negra. En 1949, ejerciendo como senador de Chile por el Partido Comunista, Neruda debió pasar a la  clandestinidad perseguido por el presidente Gabriel González Videla.

Limpiando mi campana

Por encima de político, coleccionista de caracolas o diplomático, Neruda tuvo como oficio fundamental retratar en sus versos al mundo y trasladar al papel imágenes con gracia inimitable, repartiendo su cuadro amoroso entre la mujer, la cebolla, el pico Aconcagua y los transeúntes que salen del trabajo en horas de la tarde. En el poema A mis obligaciones se confiesa: “Cumpliendo con mi oficio (…) yo trabajo y trabajo, / debo sustituir / tantos olvidos, / llenar de pan las tinieblas, / fundar otra vez la esperanza (…) / no me reservo nada / sino
todo el espacio / y allí trabajar, trabajar… A todos tengo que dar algo / cada semana y cada día, / un regalo de color azul (…) / yo estoy limpiando mi campana, / mi corazón, mis herramientas”.

Polen de piedra

Numerosos críticos y el propio Neruda, han considerado el poemario Canto General, en dos volúmenes, como su mejor obra, y cuya elaboración le llevó varios años en circunstancias de clandestinidad y exilio, a fines de los años ‘40 del siglo XX y comienzos de los ‘50. Entre los poemas que más destacan de dicha producción, se recuerda Ruinas de Macchu Pichu, donde el desborde de imaginación va atado a la historia de una civilización y las estribaciones que se amurallan ante el tiempo como moles inmutables, para ofrecer al viajero su olor de polen de piedra: “Aguila sideral, viña de bruma. / Bastión perdido, cimitarra ciega. / Cinturón estrellado, pan solemne. / Escala torrencial, párpado inmenso. / Túnica triangular, polen de piedra. / Lámpara de granito, pan de piedra(…) / Serpiente mineral, rosa de piedra”.

La barcarola

En Confieso que he vivido -sus memorias, terminadas poco antes de morir-, el poeta expresa en metáfora su juicio sobre sí mismo y su obra: “El aire del mundo transporta las moléculas de la poesía, ligera como el polen o dura como el plomo, y esas semillas caen en los surcos o sobre las cabezas, le dan a las cosas aire de primavera o de batalla, producen por igual flores y proyectiles”. Allí presenta su acta bautismal como creador: “La necesidad más imperiosa para los escritores es escribir buenos libros”. En su obra destacan Veinte poemas de amor, Residencia en la tierra, Canto general, Los versos del capitán, Odas elementales y La barcarola.

Octavio Paz

Una amistad que pasó de la intimidad filial a la ruptura que casi llega a los puños, con una posterior reconciliación en la mutua vejez de ambos premios Nobel, fue la de Neruda con el mexicano Octavio Paz. Este último, en los años ‘50, imputó a Neruda su silencio frente a lo que llamaba los errores del stalinismo. Paz, de otra parte, siempre agradeció el consejo generoso que Neruda le diese de joven: “Si quiere desarrollar obra poética, dedíquese a la diplomacia; dispondrá de tiempo para escribir”. En sus Memorias Neruda dice que desconocía los excesos cometidos en nombre del socialismo. Paz, por su parte, terminó sus días próximo a corrientes del libre mercado y adversas al Estado, como se aprecia en El ogro filantrópico.

Sinóptico

1839

Sucre, la capital

Este día presidente de Bolivia, José Miguel de Velasco, promulgó la Ley que designó a capital Chuquisaca, con el epónimo  “Sucre”, en homenaje al venezolano Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho y primer Presidente de Bolivia. La Convención que en 1825 constituyó al nuevo Estado de Bolivia, dispuso fijar como capital de Bolivia a Chuquisaca, con mucho la ciudad de mayor importancia del altiplano, por su ubicación, actividad comercial y asiento de actividad política. De hecho Chuquisaca había sido en el último lapso del período colonial, sede de la Audiencia de Charcas, que agrupaba todos los territorios del Alto Perú. Durante su administración gubernativa, José Miguel Velasco prohibió las inhumaciones en el interior de las iglesias, como era usual entonces, consagrando los cementerios civiles, así como el uso en la insignia presidencial, de la medalla de oro y rubíes donada a Bolivia por el Libertador Simón Bolívar.

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