Néstor Rivero Pérez

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El 12 de febrero de 1818 el Libertador Simón Bolívar obtuvo una victoria categórica sobre el Ejército Expedicionario comandado por Pablo Morillo, la que por poco pone en sus manos el resto del territorio venezolano todavía bajo control peninsular.

De Angostura a Payara

La campaña de 1818 había comenzado con el traslado de más de dos mil efectivos patriotas desde Angostura hasta San Juan de Payara adonde llegaron el 18 de enero para reunirse con las fuerzas de José Antonio Páez -quien aportaba otros dos mil soldados de caballería- a objeto de iniciar una campaña sobre el centro de Venezuela, y cuya primera incursión fue sobre el cuartel general de Morillo, por entonces en Calabozo.

La batalla

A las seis de la mañana del ese 12 de febrero, luego de aproximarse por la orilla izquierda del río Guárico, Bolívar llega a Calabozo donde estaba el grueso de fuerzas realistas dirigidas por Pablo Morillo. Este había destinado un contingente a custodiar la Misión Abajo -adyacencias de Calabozo- de donde las fuerzas enemigas obtenían ganado para alimentar la tropa. Bolívar dispone que José Antonio Páez y Manuel Cedeño, quienes le acompañaban, atacasen al enemigo en la ciudad mientras que a retaguardia Monagas impedía que las tropas de la Misión Abajo se unieran a los sitiados. Sorprendido el Pacificador por la acometida, solo atinó a preguntar “¿Y por dónde vino?”. Recio general como era, el jefe peninsular se pone a la cabeza de uno de sus cuerpos dando inicio al combate; y cuando estaba a punto de recibir un lanzazo de Francisco Aramendi se interpone uno de sus escoltas quien recibe el impacto mortal. Según Vicente Lecuna los realistas perdieron 600 hombres entre muertos y heridos; y los patriotas doscientos.

“Yo los indulto“

Al día siguiente del triunfo patriota de Calabozo, Bolívar da una clara demostración de su maestría en el manejo de la pluma, procurando debilitar el ánimo de los enemigos cuando mediante misiva que envía al Pacificador, atrincherado en Calabozo, le propone rendición honorable “Ud y toda la miserable guarnición de Calabozo caerán bien pronto en manos de sus vencedores; y así ninguna esperanza fundada podrá lisonjear a sus desgraciados defensores. YO LOS INDULTO en nombre de la República de Venezuela, y al mismo Fernando VII perdonaría si estuviera como Ud reducido a Calabozo. Aproveche Ud la clemencia o resuélvase a seguir la suerte de su destruido ejército”. Audaz pronunciamiento al cual Morillo no dio contestación.

Artillería comunicacional

A poco Bolívar dicta una proclama donde informa a los habitantes de los llanos “Desde el centro de Nueva Granada hasta Maturín y Bocas del Orinoco, las armas republicanas han triunfado gloriosamente de los españoles”. Sabio manejo de las palabras cuando en situación de inferioridad se acomete sobre territorio controlado por los enemigos alentando la opinión independentista.

Los efectos

Apenas transcurrieron tres días, entre el 12 y 16 de febrero de 1818, sin que Morillo enviase correspondencia -como acostumbraba, con regularidad desde cualquier sitio donde establecía su cuartel general-, cuando grupos de personas en la capital, comerciantes, funcionarios y familias españolas se disponían a embarcarse en La Guaira -algunos lo hicieron- previniendo la destrucción total del Pacificador y su ejército a manos de Bolívar, y que a este se le viese entrando a Caracas de un momento a otro. Tal fue el terror en el seno de la comunidad peninsular, al saberse en la capital las primeras informaciones sobre la batalla de Calabozo, que poco después Morillo, en oficio a la Corte afirmaría “el mismo capitán general interino quiso abandonar a Caracas…y fue menester el celo y serenidad de Miguel de La Torre, que estaba allí curándose de sus heridas, y de otros oficiales del ejército, para que lo disuadiesen de esta idea” (Vicente Lecuna, Crónica razonada de las guerras de Bolívar, Tomo 2, pp. 154-155).

Sinóptico

1814

Batalla de La Victoria

Este día varios centenares de adolescentes y jóvenes cursantes de la Universidad y el Seminario de Tridentino de la capital de la República, junto con cuerpos de veteranos, todos comandados por el general José Félix Ribas, dieron el frente en la Plaza de La Victoria (Aragua) a las fuerzas monarquistas jefaturadas por Francisco Tomás Morales. Ribas, creyendo que era José Tomás Boves, y no Morales, quien estaría al frente de los enemigos, organizó “una división de 800 hombres entre veteranos, milicianos y seminaristas.

Con esta fuerza, además de las guarniciones de La Guaira y algunos pueblos, partió a La Victoria”. Antes de iniciarse el combate, según Eduardo Blanco, el bravo caraqueño nuevamente arengó a los bisoños soldados “(…) he ahí a Boves. Cinco veces mayor es el ejército que trae a combatirnos. Defendéis del furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras esposas, el suelo de la patria” (Biografía de José Félix Ribas).

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