Néstor Rivero Pérez

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El 25 de noviembre de 1820, hace 202 años, los delegados de ambos bandos en la contienda emancipadora, patriotas y realistas, con aprobación de sus máximos jefes, el Libertador Simón Bolívar y el jefe expedicionario Pablo Morillo, firmaron en Trujillo (Edo. Trujillo) el Tratado de Armisticio y otro referido a la Regularización de la Guerra. Al día siguiente ambos jefes se reunirían para ratificar los acuerdos en la localidad de Santa Ana.

Suspensión

El armisticio dispuso que ambos ejércitos suspendiesen las “hostilidades desde el momento en que se comunique la notificación del presente Tratado… sin que pueda continuarse la guerra”. El Tratado sobre la Regularización de la Guerra por su parte alcanzó repercusión histórica con el cambio drástico que significó en la práctica de “guerra a muerte”, la que se practicaba en distintas regiones de Venezuela, contribuyendo al pronunciamiento de Maracaibo, a favor de la independencia.

 

Año 1820

A mediados de 1820 ambos contendientes se aproximaban a una situación de equilibrio de fuerzas. Las fuerzas españolas al mando de Pablo Morillo dominaban la amplísima franja que va desde el Unare y el Manapiare al este, las regiones de Barlovento, el Tuy, Caracas y todo el centro hasta el occidente, abarcando Barquisimeto, Zulia y en los Andes un pequeño trozo hasta Carache; y hacia el sur-occidente hasta la ciudad de Barinas. Por su parte, la franja controlada por los patriotas la integraba Guayana y el nororiente, llanos de Apure y parte de Barinas, así como los Andes; además de contar con la Nueva Granada y sus recursos para la guerra, los que hasta el año anterior estuvieron en manos realistas.

 

Orden “negociar”

Dicho cuadro bélico se insertaba en la situación de cambios bruscos operados entonces en España, donde militares partidarios del liberalismo depusieron el régimen absolutista, obligando a Fernando VII a jurar como monarca constitucional. José Domingo Díaz, quien entonces estaba al frente del semanario monárquico La Gazeta de Caracas, relata en sus memorias la primera reacción de Morillo tras leer los pliegos de su gobierno, dijo “Están locos, ignoran lo que mandan, no conocen el país ni los enemigos… quieren que pase por la humillación de entrar en estas negociaciones”. Empero, guardando su arrogancia, el disciplinado militar inició contactos con jefes independientes como José Antonio Páez, José Tadeo Monagas y Manuel Cedeño, entre otros.

 

Comisionados

Tras varios intentos, los delegados designados por Pablo Morillo, y los del Libertador por la Gran Colombia, se ven las caras por primera vez el 21 de noviembre de 1820 en la ciudad de Trujillo, comenzando las discusiones de inmediato. En nombre de Morillo asistieron Juan Rodríguez del Toro, Ramón Correa y el comerciante Francisco González de Linares. En nombre del Libertador, los negociadores fueron Antonio José de Sucre, artífice de los textos, Pedro Briceño Méndez y José Gabriel Pérez. Así, el 25 queda redactado el armisticio, dos de cuyos puntos indican: uno, la cesación de hostilidades, y dos, la duración del acuerdo por seis meses, en el entendido de que se seguiría negociando el fin de la guerra. El segundo Tratado, sobre Regularización de la Guerra, establece que en adelante todo combate respetaría las normas civilizadas del conflicto, resguardando la vida de los heridos, permitiendo la inhumación de los caídos y el intercambio de prisioneros.

 

Sinópticos

1960

“Las Mariposas”

Este día “Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, aparecieron muertas en el fondo de un barranco en República Dominicana. El múltiple asesinato fue perpetrado por la policía secreta, ordenado por el dictador Rafael Leonidas Trujillo. El nombre de las Mirabal se convirtió en símbolo mundial contra la violencia de género. Conocidas como “Las Mariposas”, sumaban al menos una década de activismo político antes de ser asesinadas” (https://www.telesurtv.net). En su memoria se estableció en 1981 el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer”. Estudios indican que hoy una de cada tres mujeres en el mundo es víctima de la violencia de distintas maneras. La violencia contra las mujeres y las niñas constituye una violación grave de los derechos humanos, arruina vidas, causa enfermedades y provoca un dolor y un sufrimiento incalculables. Además, conlleva altos costos económicos. Un estudio reciente calculó que la violencia infligida por un compañero íntimo representa un gasto del 5,2 % de la economía mundial. La violencia contra las mujeres no solo conlleva gastos médicos y judiciales directos, también afecta a los presupuestos nacionales y de los hogares por pérdida de ingresos y productividad. Para que el fin de la violencia contra las mujeres y las niñas sea realidad, se requieren leyes que protejan a las mujeres y castiguen a los perpetradores, servicios que ayuden a reconstruir las vidas de las mujeres y medidas de prevención integral.

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