Néstor Rivero Pérez

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El 1° de noviembre de 1755 ocurrió en la capital de Portugal el más terrible fenómeno sísmico de la historia de dicho país, conocido como el “Gran Terremoto de Lisboa” y cuya devastación, junto a la del maremoto y los incendios que le sucedieron, dio como resultado entre 70 mil y cien mil muertos, así como la destrucción de casi todos los inmuebles de la ciudad. Estudios contemporáneos indican que la magnitud del temblor osciló entre 8.50 y 9 grados en la escala Richter.

Origen de un sismo

Este fenómeno se configura mediante la liberación súbita e imprevista de energía concentrada entre las capas, “plegamientos, deformaciones … fallas” [https://www.google.com] que dan forma a la estructura lítica de la Tierra, las que continuamente se desplazan y originan choques entre sí, leves o violentos, y que en algún momento generan el temblor brusco y rápido de la superficie con el reacomodo interno de las placas tectónicas, y una fuerza  susceptible de derribar edificaciones.

En algunos casos su ímpetu en el fondo del mar deriva en tsunamis, desestabilizando igualmente sitios poblados e instalaciones eléctricas, ocasionando incendios.

Capital de un imperio

Para 1755 Lisboa, capital de Portugal, era asimismo el centro del imperio lusitano, a cuya cabeza se encontraba José I, cuyo primer ministro, el Marqués de Pombal, impulsaba por entonces reformas institucionales y económicas, fundando ciudades-puertos, estableciendo el control del Estado en la producción del vino, regulando la presencia británica en el comercio portugués y adelantando una abolición parcial de la esclavitud en las colonias, para hacer de su país una de las grandes potencias de Europa. Y Lisboa por tanto era la metrópoli “de un imperio colonial que se extendía a África, con Angola, Mozambique y Cabo Verde, Asia, con Goa y Macao y, por supuesto, a América Latina, con Brasil» [https://www.bbc.com].

A la destrucción del sismo siguió un empeñoso plan de reconstrucción bajo la conducción de Pombal, que en pocos años dio nuevo brillo a la urbe edificada a orillas del Tajo.

Se sintió en Norteamérica

De pronto comenzó a oírse un ruido generalizado que al principio hizo creer que se trataba del traqueteo de coches por las vías centrales. Uno de los testigos presenciales diría: «Pronto me desengañé, ya que descubrí que se debía a un tipo de ruido extraño y espantoso bajo tierra, parecido al estruendo lejano y hueco de un trueno» [Ibídem].

De un momento a otro la ciudad, que instantes antes se mostró “floreciente, opulenta y populosa, se transformó en escenario del mayor horror y desolación (…) Fue uno de los desastres naturales más mortíferos que el mundo haya visto jamás” [Ibídem].

Pombal y el sismo

“A las 9:40 de la mañana, día de Todos los Santos, Lisboa fue sacudida por un terremoto, el cual destruyó prácticamente toda la ciudad y se sintió en toda Europa occidental. El epicentro fue ubicado en el océano Atlántico, a unos 200 km al suroeste de cabo San Vicente, al sur de Portugal (…) Muchas de las preguntas que el Marqués de Pombal hizo en 1755 todavía son utilizadas en los cuestionarios postsismos para preparar mapas de intensidad sísmica (…) sin este tipo de información hubiera sido muy difícil para los científicos modernos analizar el Gran Terremoto de Lisboa (…) El Marqués de Pombal fue el primero en la historia en incentivar una descripción científica y objetiva de las causas y consecuencias de un terremoto” (http://cidbimena.desastres.hn).

Sinóptico

1980

Alfred Wagener y “Pangea”

Este día nació en Berlín (Alemania) Alfred Wagener, creador de la teoría de la deriva continental y padre de la tesis según la cual, en el precámbrico de la Tierra, hubo un solo continente.

Wagener, con altos merecimientos como geofísico y meteorólogo, fue autor de obras como Termodinámica de la atmósfera y El origen de los continentes y océanos.

Hasta muy al comienzo del siglo XX, se creía que los continentes se asentaban sobre una capa sólida. Con una aguda capacidad de observación y perseverancia en sus mediciones y estudios de campo y luego de examinar tratados y teorías de los más reputados geólogos del siglo XIX y sus propios contemporáneos, Wagener fue el primero en sostener el postulado contrario y que las décadas subsiguientes han confirmado: Los continentes se sustentan sobre capas geológicas y fallas tectónicas que se encuentran en constante movimiento y que periódicamente chocan unas con otras.

Este desplazamiento continuo determina que los continentes, levantados sobre placas tectónicas varíen de posición en el curso de millones de años. De acuerdo a este autor germano, “El movimiento se debe a que continuamente está formándose nuevo material procedente del manto. Este material se crea en la corteza oceánica. De esta forma, el nuevo material ejerce una fuerza sobre el ya existente y provoca el desplazamiento de los continentes” [https://www.meteorologiaenred.com].

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