Urbanismo Santa Rosa y el privilegio de haber sido vecino de Fruto Vivas

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Mujeres y hombres relataron experiencias vividas con el arquitecto que diseño sus casas en Caracas, y con quien compartieron espacios comunes. Fotos Diario Vea.

VEA / Carlos Batatin

Tras la desaparición física del conocido arquitecto revolucionario Fruto Vivas, cuyas obras son reconocidas dentro y fuera de las fronteras venezolanas, Diario VEA consultó a residentes que compartieron con él por haber sido vecinos en el Urbanismo Santa Rosa II, ubicado en la avenida Libertador, Caracas, quienes consideraron que se trata de un hombre que trabajó en función del bienestar del colectivo siempre pensando en el buen vivir de la gente.

«Para mi núcleo familiar fue una verdadera fortuna y privilegio ser vecino y compartir con Fruto Vivas. Él siempre se destacó en su empeño por dejar en nosotros la importancia de cuidar y velar nuestro urbanismo».

Así lo relata la joven Gilari Rincón, quien de acuerdo con  su testimonio «él, junto a su esposa, vivía a un extremo de nuestro apartamento y con frecuencia conversábamos sobra algún tema de interés nacional».

Rememoró que Vivas tenía gran pasión por los libros y la lectura. «Él acostumbraba regalarle texto a los niños, en especial a mi hija. Decía que era de suma importancia tener el hábito por la lectura para crecer como personas y enseñar a otras».

Gilari,  antes de residir en el citado urbanismo, «vivíamos en el barrio Santa  Rosa, y aunque nuestra casa no estaba en riesgo, por la cercanía de una quebrada tuvimos la suerte de ser reubicados el año 2012 en la Torre B. Desde ese entonces entablamos una bella y franca amistad con Fruto Vivas».

Importante legado

Durante el recorrido por el citado complejo habitacional, entrevistamos a Luis Alfaro, quien argumentó que para él «lo aprendido a través de las enseñanzas de Fruto Vivas me  han ayudado a percibir con más claridad el comportamiento de las ciudades».

Él y su esposa tienen una pequeña pero surtida carnicería en ese lugar y comenta que «siempre nos orientaba y decía que aprovecháramos cualquier espacio disponible para ponerlo a producir. Insistía que utilizáramos las azoteas de las diferentes torres para sembrar alimentos y obtener de nuestras propias manos los insumos requeridos para cocinar».

Para Alfaro «el legado de Fruto Vivas no tiene comparación. En él podíamos encontrar soluciones a diversos problemas. Es decir, desde la utilización de los espacios para construir cualquier estructura, como a la vez emplearlos para generar nuestra comida. El siempre será un ejemplo a seguir».

Una bella obra

Para Gerardin Martínez, la estructura arquitectónica concebida por Fruto Vivas fue un espacio creado para la convivencia, colaboración y hermandad.

Años atrás habitaba en una casa en el barrio Santa Rosa y actualmente tiene su apartamento y un local de venta de alimentos y otros víveres, ubicado dentro del urbanismo.

Detalla que este año cumplió 12 años en su vivienda, la cual la considera muy confortable, espaciosa «y desde que estoy aquí me he sentido muy contenta».

Su madre vive en el piso 2. Es vecina de Gilari Rincón, y a escasos metros del apartamento de Fruto Vivas. En este sentido, relata  que también lo conoció de muy cerca. «El apartamento de mi mamá está próximo al suyo. Su esposa, Soraya, acostumbraba a buscar a mi hijo pequeño para llevárselo a su casa y pasaba casi todo el día con mi niño”.

Su versión deja entrever que Fruto Vivas no era un gran conversador. “Sin embargo, sus enseñanzas eran muy certeras y siempre nos brindaba una solución ante cualquier problemática presentada en el urbanismo».

Para Gerardin, Fruto Vivas, «como habitante y vecino era muy solidario y permanentemente estaba abierto y dispuesto a ayudar a toda aquel que le solicitara apoyo. Uno de mis hermanos fue su chofer”. “Él cuando no estaba en su apartamento se trasladaba al estado Lara. Lo veía  y saludaba con frecuencia. Iba y venía».

Un hombre de grandes ideas

El señor Pedro Aranguren no vive en el urbanismo Santa Rosa II. Desde hace algunos años estableció una carpintería en la zona comercial del complejo. Sin embargo, » tenemos que reconocer que fue un hombre de grandes ideas y gracias a él existe esta urbanización, cuyos terrenos anteriormente eran utilizados por grupos hamponiles, bajo la figura de talleres mecánicos».

Según su relato, en ese lugar había muchos ranchos y otras casas en situación de riesgo. “Debemos agradecerle a este arquitecto que  puso en alto el nombre de Venezuela y sus creaciones pueden verse por diferentes partes del país.

Aranguren reitera que hace algunos años, el lugar donde está anclada la urbanización, era una zona sin ley. «Mayormente había una hilera de ranchos y vericuetos empleados por delincuentes para robar y cometer todo tipo de delito. Gracias a Fruto Vivas todo eso cambió».

Los residentes del urbanismo concebido por Frutos Vivas, en la Avenida Libertador, aseguran que lo conocieron y que su obra siempre fue a favor dle pueblo. Fotos Wiliam Characo.

Desde Plan de Manzano

María Auxiliadora Rodríguez, antes tenía su casa en un sector de Plan de Manzano, en la parroquia Sucre. Allí vivió muchos años, «hasta que por causa de las lluvias quedé sin vivienda y nos llevaron al refugio Diego de Lozada, al frente del Liceo Andrés Eloy Blanco, en Pro-Patria».

“Allí junto a mi esposo y mi  hijo, estuvimos un buen tiempo. La espera valió la pena. Ahora vivo aquí en un apartamento con dos habitaciones, un baño y su salita», dijo la señora Rodríguez.

Llegó a su nueva residencia ubicada en la Torre C, en el año 2012. “No tengo de qué quejarme porque anteriormente vivía en un sector de alto riesgo cuando llegaban las lluvias. Siempre pensé que algún día saldría de aquella zona donde la lluvia destruyó la casa y gracias a Dios ese deseo se me cumplió».

Siempre saludé a Fruto Vivas

Katiuska Arcideis detalla que es enfermera en un Centro de Diagnóstico Integral y recuerda que cada día al salir de su casa para trasladarse a su trabajo, “cada mañana saludaba a Fruto Vivas”.

Ella tenía su vivienda entre las esquinas Vigía y Quebrada, pertenecientes al barrio Santa Rosa. “Allí la situación de riesgo no era cosa de juego. Al llover la quebrada crecía una enormidad y metía miedo, porque en cualquier momento podía pasar lo peor”.

«De allí sacaron a muchas familias. Estuve en ese grupo que afortunadamente nos reubicaron en la Torre C, hace doce años. Ahora vivo en un lugar seguro con tres habitaciones, dos baños, con sala y cocina, indicó Katiuska Arcideis.

Las Torres B y C están relativamente cerca. “A veces yo lo veía al montarse o bajarse del carro. Normal y siempre sencillo era Fruto Vivas. Creo que él al diseñar todo este complejo de apartamentos, pensó en ofrecerle lo mejor a la gente. Aquí tenemos una de sus obras, la cual no tiene nada que envidiarle nada a otros lugares».

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