¡Atípico pero real! Cuando la noticia son los medios (+El Nacional)

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La historia del periodismo venezolano demuestra que los medios impresos, radiales y televisivos también tienen su espacio para ser la excepción de la regla.

VEA / Ildegar Gil

Contadas, muy contadas veces, un medio de comunicación es noticia en sí mismo. Por lo general –y lógico-, es que lo sea cuando se produce el anuncio de su nacimiento.  Luego, de forma extraordinaria, cuando algún o algunos acontecimientos sucedidos a su alrededor tocan fibras propias o de terceros.

Esta última arista toca al diario El Nacional, por estos días en la palestra luego del embargo de sus instalaciones en Caracas como consecuencia directa de perder una querella ante el dirigente revolucionario, Diosdado Cabello, quien en 2015 demandó a la histórica editorial al sentirse lesionado por injurias, daños y perjuicios.

Sin embargo, hay otras historias -igualmente ciertas-, en las que los medios han ocupado titulares y primeras planas justamente por ser la noticia.

Sobre esto último, la historia reciente en Venezuela muestra hechos concretos. He acá tres muestras, incluyendo la del famoso rotativo fundado por el escritor, Miguel Otero Silva, en 1943.

Radio Rumbos

En 1992 la emisora privada, Radio Rumbos (fundada en 1949), fue “visitada” el 10 de marzo por el entonces ministro del Interior, Luis Piñerúa Ordaz, quien ese día y por instrucciones del presidente, Carlos Andrés Pérez, asumía el cargo.

Aunque días posteriores, falseando la verdad, declararía que su presencia en la planta fue para avalar el derecho de la población a la protesta lo cierto fue que usando los micrófonos del llamado Gigante Rumbos, en vivo y en directo, mostró (coscorronazo de por medio contra la mesa central del estudio de transmisión), lo que calificó de “preocupación” del régimen de entonces ante la moderación que el autor de esta investigación hacía de una actividad que a escala nacional estremecía la nocturnidad del momento: un cacerolazo popular que exigía la salida del poder de Pérez bajo la consigna “El 10, a las 10, vete ya Carlos Andrés”, y que motivaba a usuarias y usuarios a comunicar telefónicamente el ambiente que se vivía en sus sectores. Aquella cobertura periodística se hacía, desde cabina, direccionada por Teresa Maniglia, jefa de Redacción de Notirumbos, nombre del espacio informativo de la emisora.

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Tecnología y marimba: el ayer y hoy de la emisora.

La acción ciudadana que despertó el interés reporteril de otros medios de comunicación en el continente, se erigía como la primera consecuencia civil desprendida de la insurrección cívico-militar que un (1) mes y seis (6) días antes, protagonizara el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías con la finalidad de dar al traste con el sistema de oprobio en que la Cuarta República sumía a la mayoría de la población.

Seis (6) años después, Chávez Frías alcanzaría la Presidencia de la República luego de recibir 56,20% de votos de las elecciones desarrolladas el 6 de diciembre de 1998. 

Si bien es cierto que el “tuyuyazo” de Piñerúa contra la redonda mesa de locución fue una especie de aviso de atropello contra la libertad de expresión, se trató apenas de una caricia cuando se le compara con el allanamiento del que la misma emisora fue víctima el 27 de noviembre de 1992, al momento en que hombres fuertemente  armados al servicio del cuerpo represivo Disip (Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención), interrumpieron de forma salvaje la transmisión que brindaba detalles en torno a la segunda intentona que contra el régimen de desigualdades ejecutaban aquel año fuerzas militares patriotas y un sector civil de la población.

En ambos casos, Radio Rumbos (cuyo eslogan era “La emisora de Venezuela”), fue noticia como asimismo lo fue cuando a sazón del acontecimiento descrito el Ejecutivo la sacó del aire durante siete (7) días “acusándola de estimular la rebelión y desobediencia civil”.

 

Catia TV

Fundada por el Comandante Hugo Chávez el 30 de marzo de 2001, la estación comunitaria Catia TV también fue noticia en par de ocasiones. La primera de ellas (y lógica, como dijimos al inicio), al momento de su “play” producto de la democratización del espectro comunicacional impulsado desde  las bases colectivas, aceptadas por la Revolución Bolivariana, mientras que su cierre temporal, dos años después, se erige como el segundo motivo que la incluye en el presente trabajo.

De gran actividad a favor de la verdad durante los días del golpe de Estado contra Chávez Frías en 2002 (11, 12 y 13 de abril), la planta fue de las pocas voces que al oeste de Caracas difundía y denunciaba las tropelías imperialistas (motor del derrocamiento) contra el Presidente, el pueblo y las instituciones.

Desde el piso 4 del Hospital Jesús Yerena, ubicado en la parroquia La Pastora, sede inicial de su estructura, el canal 41 en UHF reflejaba desde las acometidas fascistas contra la democracia hasta el reclamo popular que pujaba por el regreso de las libertades ciudadanas y de su líder, el barinés en poder de traidores.

Restituida la constitucionalidad, gracias al empoderamiento cívico militar que enfrentó y venció a las fuerzas reaccionarias, la televisora prosiguió su rol basado en una programación que tiene a la comunidad como su mayor bastión. Así fue hasta el 10 de julio de 2003, cuando el personal fue desalojado y secuestrados sus equipos.

La concreción de aquella decisión se reflejó “nada más y nada menos que por órdenes de un experiodista y actual Alcalde Metropolitano de Caracas (Venezuela): el golpista Alfredo Peña”, acotó en su momento el portal narconews.com, que precisó: “Para acallar la voz de Catia Tve se utilizó la fuerza, encadenando su transmisor y confiscando sus equipos”.

Wilfredo Vásquez, uno de los directivos, en agosto de 2013 relató: “Para su cierre se utilizó la fuerza (al mejor estilo de las Dictaduras Militares usadas en los años 70, 80 y 90 en Latinoamérica) encadenando su transmisor y confiscando sus equipos y desalojados violentamente de la sede en el Hospital de Lídice”.

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Wilfredo Vásquez, fundador y directivo.

El retorno a la pantalla se cristalizó el 11 de julio de 2004, en una nueva sede: unos espacios que el actual Saime y la Dirección de Inteligenca Militar usaban como depósito en Caño Amarillo, cerca de la estación del metro del mismo nombre. Allí está en calidad de comodato.

En cuanto a Peña, fallecido el 6 de septiembre en 2016, en Miami, usó a quien era su director de Salud en el organismo, Pedro Aristimuño para ofrecer excusas a través de un comunicado. Afirmó, curiosamente, que la medida “no fue consultada ante instancias superiores de esa alcaldía”.

En la historia quedó como “quien había traicionado a la Revolución para unirse al bando golpista” durante los sangrientos episodios contra la estabilidad institucional.

El Nacional

El tercer caso, no obstante tener al año 2015 como punto de arranque, seis (6) años después vuelve –efectivamente-, a ser noticia dado los acontecimientos reflejados en la introducción de la presente entrega y que tiene al diario El Nacional como coprotagonista.

Sin embargo, este sello con fuerte tradición comunicacional en Venezuela y de seria proyección internacional, condensa facetas que responden a la delicada premisa acá planteada, toda vez que mucho antes de incurrir en la agresión contra Cabello, centró casos que en cierto modo le son similares.

Tal vez el más conocido sea el del médico Adolfredo Pulido Mora, eje de “una historia que debe llamarnos a la reflexión porque tiene que ver con comunicación, ética y con poder”, como lo catalogó la periodista, Tania Díaz, el 20 de mayo de 2013 segundos antes de entrevistarlo en el programa Dando y dando que conducía a través de Venezolana de Televisión.

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Fueron 20 minutos con trazos de intensa emotividad en el entrevistado.

Luego de demandar a El Nacional Pulido Mora “ganó después de 21 años de lucha”, cuando “el Tribunal Primero Superior en lo Civil le adjudicó la razón en esta disputa tan larga”, añadió la comunicadora, actual diputada a la Asamblea Nacional y vicepresidenta de Agitación, Propaganda y Comunicación del Partido Socialista Unido de Venezuela.

Explicó el profesional de la salud que en 1990 era jefe de Neurocirugía del Hospital Jesús Yerena, en Caracas. En atributo de sus funciones, procedió a levantar tres (3) expedientes administrativos a igual número de colegas “por incumplimiento del horario de trabajo”, siendo ellos Santos Capriles, Marcos González y Aquiles Alcalá.

Lo que pudo –y debió quedar hasta allí- a propósito de la medida administrativa ejercida, siguió un curso escabroso al año siguiente cuando el trío de galenos emprendió en su contra lo que evaluó como una campaña de descrédito personal y profesional a partir de la amistad “con el dueño y presidente del periódico El Nacional y con la periodista, Ibeyice Pacheco”, sumando luego el nombre de la también fablistana, Hercilia Garnica.

En marzo del año siguiente y durante cinco (5) días consecutivos, su nombre figuró en trabajos que a página completa eran publicados en la portada del Cuerpo C. “En resumen, se decía que yo había matado a dos pacientes y había generado lesiones irreversibles a otros tres”, afirmación que se divulgaba sin escuchar su versión como lo establece la Ley de Ejercicio del Periodismo y el Código de Ética del Periodista.

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La campaña periodística se desarrolló durante cinco (5) días consecutivos.

Las publicaciones desembocaron en un proceso legal por homicidio culposo y lesiones personales gravísimas que “tuve que enfrentar durante nueve años”.

Después de casi una década, la justicia lo exoneró de responsabilidad sobre “cualquier acto de mala praxis médica en el manejo de esos pacientes”.

Sus diligencias también fueron guiadas hasta le Federación Médica Venezolana y el Colegio Nacional de Periodistas. La primera falló a su favor y, además, suspendió durante dos (2) años de sus derechos a los involucrados médicos y también a otros tres: Ana Cruz Márquez, Luis Beltrán Bellorín y Leonardo Moschini, “porque fueron seis médicos los que se comfabularon, compañeros míos de trabajo”.

El segundo también accionó como esperaba. Emitió un voto de censura  contra el medio y le solicitó dar el derecho a réplica “que se me había negado”, sin que ello se lograra por lo que “me vi obligado a hacer un remitido”, y pagar “el costo en su totalidad de una página completa” sin que fuese publicado, devolviéndole el dinero “al tiempo”.

En medio del llanto, subrayó que la situación no solo lo lesionó de forma personal sino también con “la influencia sobre la familia”.

En 2001 decidió abrir el proceso civil por daños morales. Al exponer la decisión legal, dio lectura al expediente en el que se establece que debe recibir 4 millones 500 mil  bolívares más, lo que a su criterio era “era desde el punto de vista periodístico lo más importante”: la indemnización moral que implicaba “permitir el derecho a réplica que le asiste al accionante por mandato del artículo 9 de la Ley de Ejercicio del Periodismo a través de la publicación de cinco reportajes que la parte autora -que en este caso soy yo-, tenga a bien efectuar en la primera página y entera en el cuerpo que en la actualidad se denomina El Ciudadano”.

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Durante más de dos décadas se extendió el juicio que culminó a su favor.

Casi al final de la entrevista relata ¿una anécdota? que vivió ante el propietario del periódico, Miguel Henrique Otero, luego de que la entrevistadora le preguntara si en algún instante había tratado el asunto con éste y con las fablistanas: “Con Miguel Henrique Otero, sí. Yo fui personalmente a llevarle la sentencia de la Federación Médica Venezolana y del Colegio Nacional de Periodistas, y me dijo que él no iba a ocuparse de eso porque eso ya estaba hecho”.

Quienes estén interesados o interesadas en profundizar sobre otras realidades atinentes al medio que nos ocupa, pueden acudir al link https://cutt.ly/MbC4JGH. Allí localizarán verdades amargas, que desfiguraron la esencia de un enclave editorial por el que añoraron transitar granadas generaciones de periodistas.

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