José A. Amesty Rivera

@joseamesty1

Las elecciones generales de Brasil están previstas que se lleven a cabo el próximo domingo 2 de octubre de 2022, donde 156 millones de electores brasileños tendrán la opción de elegir Presidente, Vicepresidente y al Congreso Nacional.

De acuerdo a la legislación actual brasileña, el candidato que alcance la mitad más uno de los votos válidos, saldrá vencedor. Si ningún candidato alcanza ese número de votos, habrá una segunda vuelta.

Recordemos los hechos de 2016, cuando luego de un golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, presidenta en ese momento y que interrumpió su mandato, se añadió aquel montaje llamado Operación Lava Jato (que involucró a Lula Da Silva en supuestos actos de corrupción).

Aquel montaje fue llevado a cabo por el Poder Judicial y Policial brasileño, deteniendo y condenando a Lula Da Silva sin pruebas, lo que impidió que este último participara en las elecciones de 2018, significando el triunfo del ultraderechista Jair Bolsonaro a la Presidencia de Brasil. Este ardid salió como lo habían planeado las élites brasileñas y EE. UU.

Más adelante, el 9 de noviembre de 2019, luego de 580 días de detención, la Corte Suprema de Brasil, reconoció la parcialidad del juez del caso en ese tiempo, y autorizó la salida de Lula Da Silva.

Durante la gestión de gobierno de Bolsonaro, los adjetivos para significar y definir su régimen, son los de medieval, reaccionario, genocida, anticivilizacional, fascista, extremista, entre otros. A su vez, las mayores preocupaciones de los brasileños/as, de cara a las próximas elecciones, son el tema económico, el desempleo y la inflación, así como el tema de la salud, según diversos sondeos.

Por ejemplo, según el periodista de la BBC News Mundo, Gerardo Lissardy, «La economía brasileña entró en recesión en 2021, y la tasa de desempleo cayó a 9,1% en julio; la mejora está lejos de ser percibida por la población en general. El 15 % de los brasileños (unos 33 millones de personas) pasa hambre y otra cantidad similar sufre de inseguridad alimentaria moderada, de acuerdo a un estudio divulgado el miércoles por la red Penssan. Si a ello se suma el 28 % de la población considerado con inseguridad alimentaria leve, más de la mitad de los brasileños padece o se inquieta en alguna medida por el problema: 125 millones de personas».

El autor Zainer Pimentel enfatiza: «El actual presidente, Jair Bolsonaro, es tan solo el corolario de un terrible proceso de destrucción del país a todos los niveles: Político, institucional, económico y social. Es el fruto de la estrategia política del odio, aplicada por los medios de comunicación tradicionales y las redes sociales, y patrocinada por importantes empresarios del país (con el apoyo abierto de la patronal de la industria, FIESP) y con la connivencia, de todos los poderes de la República».

Igualmente, según el filósofo Marcos Nobre, «uno de los motivos por el que podría estar fallando la remontada de Bolsonaro, es la poca incidencia que tuvo entre los más pobres el Auxilio Brasil, subsidio masivo de 600 reales que comenzó a pagar en agosto con un claro fin proselitista. Los derechistas tienen, sin embargo, algunas armas que pueden influir en el resultado final, como la bajada de línea evangélica».

El escritor Emir Sader, señala: «Lula aún no ganó, pero Bolsonaro ya perdió». ¿Cuál es la estrategia de Bolsonaro de cara a las elecciones del próximo domingo?

Bolsonaro, provocando a la democracia brasileña, avanza en su escalada militarista y señala que «las Fuerzas Armadas pueden normalizar a Brasil y el Ministro de Defensa es el más importante de los 23 integrantes de (su) gabinete, porque tiene la tropa en sus manos».

Recordemos que Bolsonaro despidió a nueve de sus 23 ministros, para que aspiraran a cargos electivos, y comenzó a perfilar su fórmula militar, junto al saliente ministro de Defensa, general Walter Souza Braga Netto, a la vez que reiteró sus críticas a la Justicia Electoral y a la Corte Suprema, y asoció a la izquierda a la corrupción desenfrenada que hubo en Brasil, en abierta alusión a Lula Da Silva, según la autora Juraima Almeida.

Según Gerardo Lissardy, «en los actos de Bolsonaro es común ver carteles pidiendo ‘intervención militar’ y el mes pasado (agosto 2022) la policía registró las casas de empresarios simpatizantes del Presidente por discutir en WhatsApp sobre la posibilidad de un golpe de Estado, aunque ellos niegan haber cometido delito alguno. Las Fuerzas Armadas ganaron protagonismo en el gobierno de Bolsonaro, entre ellas un excapitán del Ejército que ha expresado nostalgia por el régimen militar que gobernó a Brasil entre 1964 y 1985 y ha elogiado a uno de los torturadores de ese régimen. Para estas elecciones, los militares plantearon cuestionamientos a la Justicia Electoral sobre las urnas electrónicas y prevén hacer un seguimiento propio del escrutinio, algo también novedoso en el país».

Ahora, ¿cuál es la estrategia de Lula Da Silva, para enfrentar este aspecto militarista de Bolsonaro?

Para alejar a los militares del gobierno, Lula ha montado una coalición de partidos que van desde la izquierda hasta el centro, aunque se reconoce que muchos estén en contraposición al PT, pero Lula es consciente que no solo basta con ganar, sino que necesita estabilidad política; le interesa que todos estén unidos en defensa de la democracia y el respeto a las reglas del juego constitucional. Sin duda, no es tarea fácil.

Según, Zainer Pimentel, para parar a Bolsonaro «la estrategia es la movilización popular en defensa de la democracia y la  justicia social, cosa que solo Lula Da Silva es capaz de crear entre los sectores que le apoyan».

¿Cuál es la situación electoral ahora?

Muchos ciudadanos/as brasileños recuerdan y añoran los años de 2003 a 2010, cuando Lula gobernó en medio de unas excelentes condiciones económicas (altos precios de las materias primas), donde millones de personas subieron a la escala de clase media, por medio de programas sociales del gobierno; quizás es por esto que recientemente Lula ha tenido un repunte en la aceptación electoral.

Según los diarios Folha, de San Pablo, y el Grupo Globo, de Brasil, sobre las últimas encuestas, «el cambio favorece a Lula, que asciende por primera vez desde hace varios meses, pasando de 45 % a 47 %, mientras Bolsonaro se estanca en 33 %. Y lo más importante: Al contabilizar el voto válido, es decir, excluyendo los nulos y blancos, la cosecha del candidato del PT asciende al 50 %, lo cual le permitiría ganar la Presidencia en primera vuelta. Prácticamente, los mismos números brindó otra encuestadora que publicó su estudio el lunes, el IPEC (Inteligencia en Pesquisa y Consultoría Estratégica)».

No obstante, aunque las últimas encuestas le dan una ventaja de varios puntos porcentuales sobre Bolsonaro, Lula Da Silva sabe lo determinante que son las fake news en internet, producidas desde el despacho controlado por Carlos Bolsonaro (hijo del Presidente). De hecho, la avalancha de noticias falsas en las redes sociales, fueron en 2018 las grandes responsables de la victoria de Jair Bolsonaro sobre el candidato del PT, Fernando Haddad.

Finalmente, llegamos a dos conclusiones: La primera es que para Lula Da Silva «derrotar a Bolsonaro en las elecciones, también debe significar la derrota política de los militares, comprometidos con la candidatura de Bolsonaro, un militar retirado. Ese es el desafío que enfrentará la generación actual de brasileños, de la mano del dos veces presidente Lula Da Silva. La democratización en Brasil también debería significar la derrota política de los militares y la desmilitarización del Estado brasileño», según la investigadora Juraima Almeida.

Y segundo, según Vijay Prashad, historiador, periodista y editor indio, en conversaciones con Dilma Rousseff y Fernando Haddad, indica: «Las condiciones internacionales para una tercera Presidencia de Lula son providenciales, me dijo Rousseff. Un amplio abanico de gobiernos de centro-izquierda ha llegado al poder en América Latina (incluidos Chile y Colombia). Aunque no sean gobiernos socialistas, sí están comprometidos con la construcción de la soberanía de sus países y con la creación de una vida digna para sus ciudadanos. Brasil, el tercer país más grande de América (después de Canadá y Estados Unidos), puede desempeñar un papel de liderazgo en la orientación de esta nueva ola de gobiernos de izquierda en el hemisferio, dijo Rousseff. Haddad, por su parte, me dijo que Brasil debería liderar un nuevo proyecto regional, que incluiría la creación de una moneda regional (el Sur) que no solo pueda utilizarse para el comercio transfronterizo, sino también para guardar reservas. Haddad es actualmente candidato a gobernador de São Paulo, cuya principal ciudad es la capital financiera del país. En opinión de Haddad, una moneda regional de este tipo solucionaría los conflictos en el hemisferio y crearía nuevos vínculos comerciales que no tengan que depender de las largas cadenas de suministro desestabilizadas por la pandemia. «Si Dios quiere, crearemos una moneda común en América Latina, porque no debemos depender del dólar», dijo Lula en mayo de 2022″.

Un comentario y pregunta del portal Página 12 es: «Perdiendo en primera o segunda vuelta, Bolsonaro tendrá tres o dos meses en la Presidencia. Y la gran pregunta es: ¿qué hará de aquí al primer día de 2023, cuando perderá el derecho de depositar el trasero en el sillón presidencial»?

Esperamos que las elecciones en Brasil transcurran en un ambiente de paz, y la vez, Lula Da Silva resulte ganador, por el bien del pueblo brasileño y latinoamericano.

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