El espejo que ofrece el capitalismo salvaje en Venezuela desde antes y después del Pacto de Punto Fijo
El autor es periodista y abogado..
Alberto Vargas
Al “Pacto de Punto Fijo” se le denominó “Régimen del Pacto de Punto Fijo”, firmado por Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, en el período controlado por los partidos AD y Copei, en el lapso de la historia política de Venezuela que se llamó la IV república, la cual se prolongó hasta el 6 de diciembre de 1998, cuando los partidos políticos de la derecha fueron ampliamente derrotados en las elecciones presidenciales, por Hugo Chávez.
Otro dato de la historia es que el “Pacto de Punto Fijo” lleva ese nombre porque así se llamaba la vivienda que servía de residencia a la familia de Rafael Caldera. Allí se discutió y firmó, en fecha 31 de octubre de 1958, el referido pacto para la gobernabilidad del país.
Durante la democracia representativa que precedió a la República Bolivariana de Venezuela se registró un notable crecimiento de la marginalidad y la pobreza crítica, la cual para 1998 afectaba al 80 % de la población venezolana. Asimismo la corrupción había penetrado las estructuras del poder público en lo más recóndito del país.
Los partidos AD y Copei controlaban las estructuras del poder político y las manejaban en concordancia con los intereses del “pacto institucional” del referido bipartidismo, a tal extremo, que sus adversarios de la época los acusaron de establecer una “partidocracia” en la que dominaban las cúpulas o los “cogollos”.
Desde 1989 una gran mayoría del pueblo venezolano comenzó a oponerse frontalmente al régimen, sobre todo a partir del 27 de febrero de ese mismo año con la insurrección popular llamado el “caracazo”.
Luego se produjeron las insurrecciones militares, en fecha 4 de febrero de 1992, encabezada por Chávez, y la del 27 de noviembre del mismo año.
Esas acciones populares y la de algunos sectores de las Fuerzas Armadas, obtuvieron su controversial “legitimación histórica” por el respaldo del pueblo, quien después de experimentar la transición con el gobierno de Caldera, decidió por mayoría de votos en las elecciones, en fecha 6 de diciembre de 1998, darle la conducción del país a un nuevo liderazgo encabezado por el teniente coronel Chávez y comienzan a darse las condiciones para ir contra el bloqueo histórico impuesto por el imperialismo.
De esta manera culminaba el largo período de cuarenta años del régimen del Pacto de Punto Fijo, en el que se sucedieron en el poder Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi; por Copei estuvieron al frente del régimen Rafael Caldera y Luis Herrera Campíns.
Para entender históricamente la IV república en su conjunto, hay que remontarse al diseño económico y político que inauguró la Guerra Fría: La hegemonía del sistema financiero orientado por los gringos.
En el mes de julio de 1944, delegados de 44 países se reunieron en New Hampshire, en EE. UU., para «decidir» el mundo económico que emergería luego de la Segunda Guerra Imperialista.
El sitio del cónclave fue el hotel Bretton Woods. En ese escenario Harry Dexter White, delegado gringo, para contraponer las ideas de John Maynard Keynes, agente inglés, ganó el pulso de la reunión para congraciar la hegemonía norteamericana. Esta victoria supuso, entre varias cosas en materia económica, la creación de dos entidades que hasta el día de hoy marcan la pauta financiera del mundo: El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco para la Reconstrucción de las Naciones Unidas y Asociadas, posteriormente rebautizado como el Banco Mundial (BM).
El BM proveería el capital para la reconstrucción de infraestructuras y ampliaciones del mercado financiero durante la llamada época de posguerra, y el FMI se ocuparía de los países miembros del «acuerdo» que enfrentaban crisis de divisas y balanza de pagos.
Emanuel A. Goldenweiser, operador del Sistema de Reserva Federal de EE. UU., resumió así el enfoque estadounidense en la referida conferencia:
«Todos pueden opinar, siempre que sean complacientes o no digan nada». Así comenzó este frente de la Guerra Fría, que abarcó el territorio que va desde el río Bravo hasta la Patagonia, espacio en que las decisiones económicas tomadas en el hotel Bretton Woods se hicieron efectivas, según el monroísmo y el panamericanismo.
La configuración de América Latina y el Caribe como una mina de extracción de materias primas por el imperialismo, tuvo el apoyo de la bota militar estadounidense.
«La internacional de las espadas», como le llamaron a este frente militar en Latinoamérica, se erigió en la X Conferencia Iberoamericana de régimenes fascistas, en fecha 2 de marzo de 1954, celebrada en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela.
Allen Dulles, director de la CIA de la época, tuvo su momento estelar en esta reunión y trazó el plan del derrocamiento del gobierno legítimo de Jacobo Árbenz, en Guatemala.
La América construida por los factores foráneos imperialistas se convirtió en un inmenso mercado cautivo para la colocación de los excedentes de producción de los países industrializados y se cimentó la inversión segura de capital con apoyo de los régimenes y los operadores que movían los hilos gubernamentales.
En el marco de este desarrollo histórico continental, Venezuela fue cabeza de playa con un profundo arraigo rentístico. Durante la década de 1950, el régimen de Marcos Pérez Jiménez, hizo del trabajo la fuerza de los lazos de dependencia con el capital transnacional hegemónico. Dwight Eisenhower condecoró al general con la Legión del Mérito por su «sana política de inversiones extranjeras».
Puertas adentro quien mantenía la vitrina empresarial era el cogollo reunido en Fedecámaras con el apoyo de la cúpula que se había expropiado del Erario. La dictadura sirvió para mantener la unidad con los abrazos abiertos para la clase empresarial corrupta y parasitaria.
El embotellamiento económico que contrajo el régimen de Pérez Jimenez, trajo como consecuencia el conflicto interno entre Fedecámaras y la protoburguesía que surgía de la cúpula militar que maneja las arcas financieras del régimen para transferir el capital público al bolsillo privado, que repercutió en autopistas, infraestructuras y miles de barriles de oro negro para la exportación. Y con ello millones de proletarios minimizados en las más criminal pobreza que reclamaban un cambio; aunque con el régimen posterior (puntofijismo) la situación empeoraría.
El «progreso» se estancó cuando el endeudamiento pasó a manos de la bancada privada y con ello el lagrimeo de Fedecámaras. Los parásitos con etiquetas de empresarios aprovecharon el infortunio del pueblo pobre, luego de la llegada al poder encabezada por la Junta Patriótica (coalición de los sectores partidistas de AD, Copei, URD y PCV), para derrocar la dictadura de Pérez Jiménez.
Ya en diciembre de 1957, Nelson Rockefeller había reunido a los exiliados Betancourt, Caldera y Villalba como enclaves políticos para el manejo de los recursos del Estado venezolano. Los partidos que ellos representaban (AD, Copei y URD) serían los encargados de hacerse cargo de la cosa pública, el aparato militar y el Banco Central, en beneficio de las transnacionales, bajo la sombra de las instituciones emanadas del hotel Bretton Woods.
En consecuencia, quien se sentaría en la silla presidencial no sería un adeco o un copeyano, sino Nelson Rockefeller, quien estando en su casa manejaría las marionetas del régimen.
Rockefeller está íntimamente unido a un mundo que desde el siglo XIX ha experimentado sucesivas revoluciones, guerras y órdenes en la geopolítica. Con las dos guerras mundiales, el negocio petrolero y financiero del clan Rockefeller se afianzó en casi todo el mundo con las áreas de influencia de EE. UU. como pivotes corporativos.
La extensión del programa político y económico del Pacto de Nueva York fue el de Punto Fijo, realizado en fecha 31 de octubre de 1958. El Plan Mínimo de gobierno que firmaron los delegados de AD, Copei y URD, fijaría el costo económico del pacto, es decir, la hegemonía de facto de Fedecámaras con acento adeco-copeyano a expensas del desmantelamiento financiero del Estado.
El mandato de Betancourt en la primera mitad de la década de 1960, se tradujo en un estado de excepción, de violencia política sin tregua, una agudización del perezjimenismo con disfraz democrático.
Betancourt fue el primer presidente de Venezuela que concluyó su período, con un saldo de 300 muertos por sus ideas políticas.
Ahí están las acciones armadas en Barcelona, Carúpano y Puerto Cabello; más de diez periódicos clausurados; un balance de diez mil presos políticos durante los cinco años, y dieciocho parlamentarios inconstitucionalmente detenidos y secuestrados. Todo en aras de “mantener el orden”.
La Alianza para el Progreso, proyecto de John F. Kennedy para la región continental, fue el principal apoyo foráneo de la base infraestructural en esta etapa.
Los gobiernos de Raúl Leoni (AD) y Rafael Caldera (Copei) sostendrían la misma tónica, tanto en sus posturas de políticas económicas como en lo policial-militar. El contexto de insurrección armada por parte de la izquierda revolucionaria fue pulverizado y obligada a «pacificarse» a principios de la década de 1970; así el puntofijismo fue dándole un molde más definido a su proyecto. Por supuesto, el molde fue prestado por las transnacionales y el complejo militar-industrial gringo.
El objetivo se expresó en la Carta Económica de Mérida, declaración aprobada por Fedecámaras en la XVIII Asamblea Anual. El documento se basó «en la creencia de que el interés general de la colectividad coincide exactamente con los intereses de los empresarios». Pero lo más importante se asevera en esta afirmación:
«No debemos pensar en la inversión del Estado como un acto aislado, sino como algo que debería ser congruente con el resto de la economía del país».
Esa es la historia maltrecha que ha venido arrastrando como grilletes el pueblo venezolano, tras el bloqueo histórico del que había sido víctima.
En esa patibularia vida de miseria del pueblo venezolano, debido a los régimenes representativos y entreguistas, estuvo sometido el imaginario.
Hoy el capitalismo está en la crisis más profunda de su historia. Es una crisis económica, social y política, que ahora se expresa en la agitación política y la creciente lucha de clases en la humanidad.
Mientras que la clase dominante intenta enterrar al marxismo, de hecho Carlos Marx nunca ha sido tan relevante como lo es hoy, pues surge como el único “Plan B” para evitar el jaque que impuso el capitalismo salvaje contra toda forma de vida en nuestra Madre Tierra.
¿Quién puede ahora dudar o negar que el capitalismo salvaje signifique extrema polarización y desigualdad, con enorme riqueza en un solo polo y la miseria, la austeridad, los recortes, la discriminación y la represión en el otro? Vivimos en una época de guerra, revolución y contrarrevolución.
La crisis capitalista ha desestabilizado a todo el planeta y cualquier medida de la clase dominante para restablecer la apariencia de equilibrio económico, solo puede agravar aún más su inestabilidad política y social.
Las masas trabajadoras no detendrán estos ataques viciosos, pues una ola de revoluciones está barriendo el planeta. En un país tras otro, se han registrado levantamientos, huelgas generales, movilizaciones masivas y protestas a una escala que no se había visto en décadas.
Las condiciones objetivas para un mundo socialista existen, están allí. La tecnología, la productividad, el conocimiento y las materias primas, están presentes para una reorganización radical de la sociedad. Al poner en común los recursos del mundo en un plan racional y democrático de producción, distribución e intercambio, en armonía con el medio ambiente, podemos alimentar, vestir, alojar, educar, generar trabajo y brindar atención médica de alta calidad a toda la especie humana en el planeta.
Solo 85 personas poseen más riqueza que los 3.000 millones de personas más pobres del planeta. Esta es una contradicción absurda y criminal del capitalismo salvaje.
La clase trabajadora es la mayoría de la población mundial y está buscando desesperadamente una salida al estancamiento del sistema. Sin embargo, la voluntad de luchar no es suficiente para completar con éxito la revolución socialista a escala mundial. Como lo dijo León Trotsky, falta el liderazgo revolucionario, que no se puede improvisar una vez que estalla una revolución.
Cada vez está más claro que el capitalismo ha agotado su potencial progresivo. En lugar de desarrollar la industria, la ciencia y la tecnología, lo está socavando, hay una especie de reversión. Nadie más cree en las constantes garantías de que estamos en una recuperación económica. Las fuerzas productivas se estancan o disminuyen, las fábricas se cierran como si fueran cajas de fósforos y millones de personas se quedan sin trabajo.
La necesidad de armonizar los vastos recursos de nuestro planeta a través de un plan racional de producción, se ha convertido en una necesidad absoluta. El sistema capitalista es un sistema anárquico, basado en la codicia y la búsqueda constante de nuevas formas de explotar y violar al planeta para aumentar la riqueza y el poder de unos pocos. Las grandes corporaciones han demostrado una despreocupación irresponsable por el medio ambiente. En su frenética búsqueda de ganancias, han destruido las selvas tropicales, envenenado los mares, exterminado especies de plantas y animales, y contaminado el aire que respiramos, el agua que bebemos y los alimentos que comemos. La continuación del sistema capitalista constituye una amenaza mortal para el planeta en el que vivimos y para la existencia futura de la raza humana.
Objetivamente todas las condiciones existen para resolver cada uno de los problemas que enfrentamos. La humanidad tiene en sus manos todos los medios tecnológicos y científicos necesarios para erradicar la pobreza, la enfermedad, el desempleo, el hambre, la falta de vivienda y todos los demás males que causan sufrimientos, guerras y conflictos.
Debe entenderse milimétricamente que las necesidades de la humanidad no entran en los cálculos de los banqueros ni en el de los capitalistas que gobiernan el planeta. Este es el planteamiento central, cuya respuesta determinará el futuro de toda forma de vida.
La corporación inglesa Oxfam, que aglutina una sátira de países imperialistas llama a un nuevo modelo económico para revertir la tendencia inexorable hacia la desigualdad. Pero lo que se necesita no es manipular el sistema capitalista sino su completo derrocamiento.
La revolución socialista barrerá todos los muros impuestos por el capitalismo salvaje y liberará el vasto potencial para el desarrollo de las fuerzas productivas que unirá los recursos ilimitados de nuestro planeta de una manera planificada y armoniosa para satisfacer las necesidades de toda la humanidad y no la codicia de unos pocos parásitos súper ricos.
A algunas personas no les gusta la idea de cambio y menos aún una agitación violenta que transforme las condiciones existentes creadas por el capitalismo. Tienden a aferrarse a las ideas familiares, las instituciones conocidas, la moral tradicional, la religión y los valores del orden social existentes. Pero dialécticamente, las cosas cambian en su opuesto. Tarde o temprano, la conciencia se alineará con la realidad de una manera explosiva. Eso es precisamente lo que es una revolución y es lo que está ocurriendo ante las nefastas condiciones materiales que aúpa el capitalismo salvaje.
Se necesitan grandes eventos para permitir a las masas deshacerse de la pesada carga de la tradición, el hábito y la rutina, y adoptar nuevas ideas. Tal es la posición adoptada por la concepción materialista de la historia, expresada brillantemente por Marx en la célebre frase «el ser social determina la conciencia». Se necesitan grandes eventos para exponer la falta de solidez del viejo orden y convencer a las masas de la necesidad de su completo derrocamiento.
En el período pasado, parecía que la lucha de clases en Europa era cosa del pasado. Pero ahora todas las contradicciones acumuladas están saliendo a la superficie, preparando el camino para una explosión de la lucha de clases en todas, incluso en EE. UU. se están sucediendo eventos tormentosos. Los cambios agudos y repentinos están implícitos.
Estamos entrando en un período muy convulsivo. Habrá derrotas y retrocesos, pero en estas condiciones las masas aprenderán muy rápido. Por supuesto, todavía estamos en los comienzos de un proceso de radicalización. Pero es muy claro que estamos presenciando el comienzo de un cambio de conciencia de las masas. Un número creciente de personas cuestiona al capitalismo. Están abiertos a las ideas del marxismo de una manera que no era el caso antes. En el próximo período, las ideas que se limitaron a pequeños grupos de revolucionarios serán seguidas con entusiasmo por millones, tal como lo evidencia en estos días de revoluciones el componente humano.
La condición previa para alcanzar un mayor nivel de desarrollo humano es el fin de la anarquía generada por el capitalismo salvaje y el establecimiento de un plan de producción racional y democrático en el que los hombres y las mujeres puedan tomar sus vidas y destinos en sus propias manos.
Decir que la humanidad es incapaz de encontrar una mejor alternativa a las leyes de la jungla, es una difamación monstruosa contra las mujeres y los hombres de nuestra agraciada Tierra.
Al aprovechar el potencial colosal de la ciencia y la tecnología, liberándolos de los abominables grilletes de la propiedad privada y la opresión omnipresente, que no la vemos pero ahí está, será posible resolver todos los problemas que oprimen nuestro mundo y amenazan con la destrucción de toda forma de vida.
La verdadera historia humana solo comenzará cuando hombres y mujeres hayan puesto fin a la esclavitud capitalista y hayan dado los primeros pasos hacia el reino de la libertad, acompañados por una vida digna. Somos optimistas y sostenemos que hacia allá vamos. He allí el materialismo histórico dando sus pautas.
El crecimiento vertiginoso de las ideas socialistas en el hemisferio latinoamericano es solo un ejemplo de los cambios dramáticos en la conciencia que se desarrollan a nuestro alrededor en un proceso que aún está en pañales, pero sin embargo, está en marcha, sin pausa.
Burguesía, proletario, capitalismo, imperialismo, clases sociales, lucha de clases, son términos cargados de gravedad y memoria histórica que producen ruidos incesantes dentro del canal dominante. Ciertamente estamos en el umbral de crudas realidades a las que hoy nos enfrentamos. Para entender los peligros en los que está envuelta la humanidad, es necesario prescindir en lo posible de sentimentalismos, prejuicios e ideas descontextualizadas y desintegradoras.
La naturaleza también se ha convertido en el mayor obstáculo para el capitalismo salvaje. Para este sistema criminal, la globalización implica no solo el objetivo de un gran mercado universal marcado por las pautas del liberalismo más cruel, sino también el control total de las conductas (mentes), impidiendo la simple posibilidad de insinuar, disentir o practicar la disidencia.
El capitalismo trata el consumo de los recursos renovables y no renovables como si fueran ingresos o contribuciones, pues para estos la naturaleza es sinónimo de bienestar económico.
La economía está contenida es un mundo físico y finito, y no al contrario. La realidad de la biosfera es algo dado. La actitud del capitalismo irreversiblemente es suicida. Y los “paños de agua caliente” serían visibles cuando ya estemos muertos. La economía neoliberal actúa al margen de la naturaleza.
Algunos de los umbrales son hartamente conocidos: La desaparición de la capa de ozono, el cambio climático, el deterioro de los hábitats como la tierra para la agricultura, el colapso de las zonas marinas, los recursos hídricos, y otros por el estilo. Ni los grandes capitalistas ni las personas acaudaladas podrán librarse de las consecuencias de la degradación ecológica que avanza a pasos acelerados.
Por tanto, el capitalismo salvaje “ignora” los bienes y servicios obtenidos de la biosfera. La contaminación, los residuos y el calor que se devuelven a la biosfera no se miden como costes. Los costes ecológicos reales repercuten en el exterior y como tales, han de ser soportados por la humanidad y el planeta en su conjunto.
Hoy la escala de la productividad está extremadamente rebasada sobre los límites de la biosfera e incluso sobre la capacidad del planeta para sostener la vida.
El agua para la vida ha comenzado a escasear. Se estima que más del 70 % de la población mundial vive en zonas donde el agua escasea, entre otras limitantes. Uno de los costes económicos más palpables e inmediatos de la injerencia humana en los sistemas naturales, es la frecuencia cada vez mayor con que se desatan las tormentas tropicales, que los científicos asocian al calentamiento global.
En definitiva, vivimos hoy en un mundo trágicamente muy mal gestionado. El capitalismo no es el estado natural de la humanidad; por el contrario, desdice de la igualdad, la solidaridad y de un mundo sustentable. Y si continuamos en la senda del capitalismo salvaje, es un hecho histórico científicamente verificable, que en algún momento próximo nos aguarda el accidente global del que no podrá recuperarse ni el sistema ni la economía global, dejando en el entredicho la extinción de toda forma de vida en nuestra Madre Tierra.
El imperialismo no es más que el control, que unas empresas sumamente poderosas integradas al mundo financiero, ejercen sobre los países del llamado «tercer mundo» o en vías de desarrollo, a través de manoplas y mecanismos hegemónicos bien visibilizado,s que van desde el Pentágono y la CIA, pasando por la ONU e incluyendo a la OTAN, y los organismos financieros como el BM, Banco Interamericano de Desarrollo, el FMI, y cuatro hojas más de etcéteras, así como las multicolores ONG que fungen como representantes de la salvaguarda de la humanidad, que sin tregua alguna persisten en controlar al género humano.
Un breve inventario de las instituciones globales revelan que en su mayoría no tienen ningún valor para escapar de los peligros que acechan, y son peor que inútiles en tanto que se ocupan de transmitir una falsa sensación de seguridad, cuando sabemos que vivimos en un mundo trágicamente mal gestionado. La ONU es útil porque es el foro que ofrece a los miembros más pequeños y débiles de la «comunidad internacional» la ilusión de que tienen voz en la gestión de los asuntos mundiales.
El BM y el FMI, estos gemelos que surgieron al término de la Segunda Guerra Mundial, se han ocupado de asfixiar las economías en el hemisferio sur sin desestimar otras latitudes. Operan bajo la égida de dar la mayor libertad para que el mercado opere sin restricciones de ningún tipo.
Las naciones, gobiernos o Estados independientes, libres y soberanos, en aras justamente de su autodeterminación como pueblos, en los que prevalece lo social por encima del armamentismo, los monopolios y los oligopolios, tropiezan con los intereses criminales y el terror que ha generado el imperialismo.
Las guerras (invasiones, guerra sucia, satanización cultural, guerra mediática y cuatro hojas más de etcéteras) se han convertido en la justificación del hambre imperial por el petróleo y los demás recursos naturales.
- UU. califica de «enemigos de la libertad» a los gobiernos o Estados que no entren en sus planes y no sirven a la creciente voracidad de sus intereses; esa libertad inventada para justificar sus planes satánicos que tiene clara expresión en la neoliberal globalización de las despiadadas recetas económicas orientadas a estrangular a los pueblos que aspiran un mundo en paz.
El consumo mundial va en aumento y el capitalismo salvaje no va a cambiar su modelo autodestructivo; por tanto, ellos mismos caerán por su propio peso, esa es su dialéctica.
Los complejos y destructivos sistemas creados por el capitalismo salvaje en su vorágine mercantilista e inseparable del consumo desmedido, modelo del que dependemos como especie y de los que dependen todas las demás especies, no podrán soportar en el corto plazo una mínima tensión significativa. El tiempo se le acaba y es un imperativo de la humanidad reaccionar ante esta barbarie que nos concierne a todos y para la cual debemos prepararnos.
Ni las empresas gigantes ni las personas acaudaladas (burgueses, ricos, millonarios y multimillonarios) podrán, con independencia de los bienes que poseen, librarse de las consecuencias de la conclusión de toda forma de vida en nuestra Madre Tierra, fatalidad que ellos mismos, en su afán de lucro y ansias de poder, han creado.
Sea cual fuere la retórica dominante en la senda capitalista, el mercado global no actuará a favor del medio ambiente ni a favor de los trabajadores y las trabajadoras del mundo hasta que estos se hagan sentir contra toda forma de opresión. Avanza inconteniblemente una quiebra ecológica y la anarquía social.
El sistema capitalista basado en el mercado y el consumo irracional, no proporciona la felicidad ni el consuelo ni un cierto grado de seguridad alimentaria, ni trabajo, educación, salud, etcétera, a la inmensa mayoría de seres que conforman la humanidad y tampoco lo hará en el futuro inmediato. Son datos históricos y debemos admitirlo. He allí la criminal cara imperial.
A propósito del cónclave “París 2015”, en el que 196 países abordaron la amenaza contra toda forma de vida que representa el calentamiento global de la Tierra, Chávez en los cinco grandes objetivos históricos, precisó:
“Este quinto gran objetivo histórico, convoca a sumar esfuerzos para el impulso de un movimiento de carácter mundial para contener las causas y revertir los efectos del cambio climático que ocurren como consecuencia del modelo capitalista depredador”.
Allí hizo un alerta sobre el esfuerzo que debemos hacer todos y todas por cambiar el modelo de desarrollo destructor que el capitalismo le ha impuesto al mundo en los últimos siglos, mediante la amenazante extensión de la voraz economía de mercado. Estamos montados en un modelo de autodestrucción donde están en peligro todas las formas de vida en la Tierra. Vivimos en un mundo preñado de riesgos irreversibles.
Siglos de explotación colonial han dado lugar a un sindicato de países ricos y superdesarrollados agrupados en la OTAN, que coexisten con otros inmensamente pobres que suministran materia prima y fuerza de trabajo.
Hiroshima y Nagasaki, dos ciudades indefensas, EE. UU. en 1945 lanzó y probó los efectos de dos bombas nucleares, donde murieron en su mayoría niños, mujeres y ancianos japoneses.
Hollywood ha hecho de EE. UU. una suerte de juez supremo de los valores democráticos y los derechos humanos. Y porqué su cine no devela los golpes de Estados y las intervenciones en Centroamérica, Panamá, Santo Domingo, Granada, Honduras, Cuba, Nicaragua, Chile, Paraguay, Uruguay, Perú, Argentina, etc., y otros planes sangrientos, incluyendo la amenaza golpista contra Venezuela.
Su poderío militar no es una necesidad del mundo, es una exigencia del sistema capitalista que alimenta el mayor mercado de drogas en el planeta. Sus planes están asociados a las millonarias sumas de dólares asignadas a los medios de información privados para mentir y desinformar.
- UU. goza de la total complicidad de la oligarquía, la burguesía y la derecha intelectual. La patria de Bolívar es hoy la que más le preocupa, por su papel histórico en las luchas por la independencia de los pueblos de Nuestra América.
- UU. ni tan siquiera comprende sus indisolubles contradicciones. Sobre el calentamiento global el otrora presidente Obama alertó:
“Reconocemos que la amenaza contra el planeta es seria y creciente”, tras agregar: “No hay nación, por grande o pequeña que sea, que escape al impacto del cambio climático”.
A lo que Chávez cristalizó para contener la amenaza del exterminio total:
“Esto solo será posible desde el socialismo como única alternativa al modelo depredador capitalista que ya ha fracasado”. La contradicción está despejada, pero está latente el dilema sobre: “Socialismo o barbarie”.
El cambio climático provocado por la actividad de la especie humana, es al menos diez veces más rápido que los producidos en los siglos anteriores, alertan científicos. Y la presencia de partículas finas procedentes de la actividad industrial y del transporte provoca más de 2,1 millones de muertes al año, siendo el cáncer y otras enfermedades respiratorias las causas más frecuentes. Luego, tenemos como agregado, en esta era apocalíptica, que el principal responsable es el modelo capitalista depredador y criminal.
Hay 2.000 millones de personas que sufren de una o más deficiencias de micronutrientes, mientras que 1.400 millones tienen sobrepeso, de los cuales 500 millones son obesos. Un 26 % de todos los niños menores de cinco años sufren retraso del crecimiento y el 31 % sufre de deficiencia de vitamina A. El coste de la desnutrición para la economía mundial en pérdida de productividad y gastos de atención sanitaria es «inaceptablemente alto». 870 millones de personas pasan hambre en el mundo. Esto es tan solo una parte de los miles de millones de personas cuya salud, bienestar y vida se ven malogradas por la malnutrición.
En términos sociales, la desnutrición infantil y materna sigue reduciendo la calidad de vida y la esperanza de vida de millones de personas, mientras que los problemas de salud asociados a la obesidad, -como las enfermedades cardíacas y diabetes-, afectan a otros millones también.
El cambio climático resultante pone en peligro la seguridad alimentaria y los ecosistemas. De aquí al año 2050, la población mundial crecerá un tercio. La mayoría de estos dos mil millones de nuevos habitantes vivirá en países en desarrollo. Al mismo tiempo, la mayor parte lo hará en ciudades. La FAO estima que si persisten las tendencias actuales de crecimiento de ingresos y consumo, la producción agrícola tendrá que aumentar un 60 % para 2050, con el fin de satisfacer la demanda esperada de alimentos.
La agricultura debe transformarse para alimentar a la creciente población mundial y sentar las bases para el crecimiento económico y social, lo que incluye la reducción de la pobreza. El cambio climático hará más difícil esta tarea en un escenario sin cambios, debido a los impactos adversos sobre la agricultura, que requerirán esfuerzos de adaptación vertiginosos y costes asociados cada vez mayores. El cambio climático ya está influyendo en la agricultura y la seguridad alimentaria, por la mayor frecuencia de fenómenos extremos y por los impredecibles patrones meteorológicos.
Una agricultura productiva precisa un cambio fundamental en la forma de gestión de la tierra, al igual que del agua, los nutrientes del suelo y los recursos genéticos, para asegurar que estos sean empleados más eficientemente.
Los pueblos rebeldes y rebelados, los herejes, los obreros, campesinos, pescadores, trabajadores todos y todas, porque son los portadores de la cultura del trabajo, debemos articular una cosmovisión integral que contribuya al respeto en la integración hombre-mujer-naturaleza. Las operaciones de rescate del sistema o modelo capitalista, no es capaz de atacar las raíces de la crisis, debido a las contradicciones antagónicas del capitalismo. La senilidad del capitalismo no ofrece salida. La salvación de la humanidad lo encarna de una u otra forma el ideal socialista. «Revolución socialista o caricatura de la revolución», dijo el “Che”. Debemos ahuyentar lo que ya tenemos tras nosotros: La barbarie. Aquí no hay subjetividades ni adjetivaciones. Esta es la realidad.
Al imperialismo y al fascismo la historia le patina, toda vez que delata su criminalidad y en consecuencia busca banalizarla utilizando el poder mediático. Esa historia hoy es inocultable y está visibilizada. El pueblo ha entendido lo que es un apátrida: Un lacayo del imperialismo. Los fascistas son especialistas en los regímenes demoburgueses rubricados por la corrupción administrativa, tras ser propulsores del aumento de la desgracia de los humildes para favorecer oligarquías, élites, burguesía y al neoliberalismo.
Deformaciones depravadas que le han permitido la conformación y promoción de una especie de moral universal, más allá del bien y el mal. Habían instalado un dominio colonial que se mantuvo prácticamente inmutable por casi dos siglos, y hoy hemos tomado conciencia por la lucha de una independencia integral e integradora que no es un proyecto del capricho de nuestros pueblos a quienes se les había arrebatado su libertad. Por eso estamos en lucha.
¡Venezuela es indestructible! Esto es lo que se desprende de su historia, que forjaron con sangre las tantas heroínas y los tantos héroes que ofrendaron sus vidas por una Patria libre del martirio, de la explotación y la opresión.