Alfredo Carquez Saavedra

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Ahora sí que se terminó de ir a pique el Titanic en el que navegaba, por las turbulentas aguas de la diplomacia regional, el fatídico Grupo de Lima. Esa nave en la que eran más los capitanes que los marineros, diseñada la medida en la Casa Blanca para atentar contra Venezuela, naufraga tras recibir los terribles impactos de un torpedo noticioso bautizado con el llamativo nombre de “Papeles de Pandora”, que ha puesto al desnudo -una vez más- la hipocresía de una serie de presidentes y expresidentes que tienen como costumbre cotidiana atacar a la Revolución Bolivariana.

El asunto de los mentados Papeles tiene que ver con la transferencia en secreto casi absoluto, en complicidad con el sistema financiero de algunos países y gobiernos, de grandes fortunas con la intención de evadir impuestos.

Ese tema de no cumplir con el Fisco no es nuevo, pues hace algunos años también surgió el escándalo de los Papeles de Panamá, revelación que salpicó a próceres de empresarios metidos a políticos de la derecha regional (hoy reincidentes) como Sebastián Piñera y Mauricio Macri.

Pues bien, en la nueva lista de embusteros con bolsillos repletos de dólares y euros despuntan hoy día tres jefes de Estado en ejercicio: El chileno pinochetista y ya sin importancia antes mencionado; el ecuatoriano Guillermo Lasso y el dominicano Luis Abinader. Además se suman a ese trío 12 exmandatarios, furibundos antichavistas de dudosa honestidad y fieles obedientes a los mandatos de Washington: El argentino ya nombrado, Macri; los colombianos César Gaviria y Andrés Pastrana; el peruano Pedro Pablo Kuczynski, el hondureño Porfirio Lobo, el paraguayo Horacio Cartes y los panameños Juan Carlos Varela, Ricardo Martinelli y Ernesto Pérez Balladares.

Por cierto, en el pandoriano retrato de familia también aparece Mario Vargas Llosa, uno de los “intelectuales” más buscados por quien desde el mundo conservador quiera darse un aire de letrado. Este mejor escritor y pésimo político, quien se cambió de peruano a español luego de perder las elecciones presidenciales de 1990, dijo en el reciente aquelarre del Partido Popular español, que “lo importante de unas elecciones no es que haya libertad, sino votar bien”.

En las venideras megaelecciones del 21 de noviembre los venezolanos, una vez más, podremos demostrarle a este señor que aquí no solamente hay libertad, sino que ademásel pueblo sabe perfectamente por quién votar, que no es ni será precisamente por la clase de gente con la que él se codea.

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