Pedro Estacio

Cuando algún colega me pregunta qué debemos hacer para oscurecer el desatino de algunos escuálidos, internos y externos, que se empeñan en evacuar barbaridades de la Revolución Socialista Bolivariana, recuerdo al camarada Cecilio y el diseño del pliego de última hora, escrito con calidad, impreso y vendido en los lugares más concurridos de la ciudad.

Siempre ha sido una buena idea. En aquellas conversaciones que sostuvimos en La Previsora, jamás planteamos un periódico, sino un simple pliego, algo así como un volante, unas páginas centrales y nada más, en la que se suelte el gran notición, anuncio o respuesta sobre un hecho realmente importante.

La grandísima ventaja que tiene es su costo significativamente más barato, sale en cualquier momento del día y es con un notición, el hecho con el mayor número de sus detalles relacionados. No es editado todos los días, sino cuando se tiene una gran noticia qué difundir, un anuncio de los buenos o una respuesta necesaria.

Como es de esperarse, lo otro es disponer de la impresora y de quienes los llevarán a los sitios seleccionados para venderlos y contar con los voceadores respectivos.

Algunos creen que las redes llegan a todos lados y que con eso es suficiente, pero no se trata de eso. Puede ser montado en las redes, pero no todos lo leerán. La red tiene otras características y no desplaza a la gran noticia de última hora en papel, que la gente pronto adquirirá.

La red tiene sus dificultades. Es como navegar en un río con muchas pirañas, hay que desembasurarlas y si no las apartas, distraerán al que entre en el río, pues no tiene tiempo para pensar, sino huir.

Las redes, que no son para pensar, sustituyen lo que ha sido conocido con el nombre de relaciones públicas, un mundo siempre azucarado, almibarado donde no hay problemas y todo se ve muy bonito. Imposible olvidar que las relaciones públicas las inventaron las petroleras, quizás intentando tapar los desastres ambientales que ocasionaron.

Las redes suelen ser promocionales y no hay respuestas. Son como una gran tienda por departamentos que muestran cosas y muy poco tienen qué ver con la verdad, la conciencia, la moral, el respeto, la soberanía, y sí más con el teatro, lo hermoso, el chiste, pornografía y unas cuantas cosas más.

La gran noticia, la verdad, aunque en ocasiones suele viajar por las redes, por lo general debe buscar viajar por otros caminos, pues siempre la vemos tratando de apartar el lodo de la mentira, la banalidad, el aplauso, el beso y otras cosas más.

Me sigo acordando de esa última hora, porque con certeza, siempre será una oportunidad más de hacer buen periodismo, mostrar la verdad y dejar que los ciudadanos y ciudadanas se concentren en las bondades de la buena lectura.

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