Néstor Rivero Pérez

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El 9 de enero de 1825 el Libertador Simón Bolívar, encontrándose en Lima (Perú), dirigió comunicación al comerciante Antonio Tabara, exponiéndole su interés en adquirir un ejemplar de la obra Memorial de Santa Elena, redactadas por el conde Emmanuel de Las Cases. El texto recogía las declaraciones que Napoleón Bonaparte le había suministrado a de Las Cases durante sus años finales en el islote de Santa Helena (Atlántico sur), con el propósito de legar a la posteridad sus reflexiones acerca de los capítulos más significativos de aquella agitada existencia y los cambios que produjo su tránsito político y militar por Europa entre 1797 y 1815.

Bonaparte en Santa Elena

Tras su derrota en Waterloo en 1815, Napoleón fue trasladado por sus captores ingleses a la isla de Santa Elena del Atlántico Sur. Por entonces aquel sitio se aparecía como un remoto punto del océano de donde resultaba casi imposible escaparse por la lejanía con las rutas de navegación. El peñón de Santa Elena, como también se le conocía, sirvió de centro de reclusión para el antiguo Emperador de los Franceses hasta el día de su muerte en julio de 1821.

Memorial de Napoleón

Y no obstante, la desolación que por momentos embargaba a Bonaparte, este empleaba muchas horas del día en narrar sucesos, explicar sus campañas militares y describir a sus generales con una precisión que mostraba su conocimiento del carácter humano. Así, dicha obra se convirtió en lo que hoy se denomina “best seller”. Bolívar al recibirla la leyó con gran interés.

De Las Cases para Bolívar

El conde Emmanuel de Las Cases, recopilador y memorialista, quien transcribió los relatos y apreciaciones que de viva voz le transmitiese Bonaparte en Santa Elena, a objeto de que perpetuasen sus hechos ante la posteridad, de motu proprio habría de enviar en 1826 al Libertador del Mediodía Americano, un ejemplar del Memorial de Santa Elena, con especial dedicatoria, mediante la cual reconocía las ejecutorias y hazañas del héroe caraqueño. A partir de las jornadas de Junín y Ayacucho, el nombre de Bolívar se hizo célebre en los distintos círculos liberales de Europa. Y muy seguramente el conde de Las Cases admiraba en el Libertador proezas militares que como las que se dieron a conocer con los sonoros nombres de Boyacá, Carabobo, Bomboná y Junín, entre otros, le consagraban, ya en aquella época, dentro del círculo de los grandes capitanes de la historia universal. Y del mismo modo que de Las Cases estimaba las grandes miras continentales del Emperador de los Franceses y su querella con las antiguas monarquías feudales, debió reconocer en Simón Bolívar la inmensidad de designios, cuando este proclamó su anhelo de que las antiguas colonias de la América hispana, en adelante se integrasen como “una nación de Repúblicas”.

Dos héroes y dos mundos

Y Las Cases, discípulo de Bonaparte, se declaró admirador de las proezas militares que en el Nuevo Mundo había ejecutado Simón Bolívar. Ambos héroes diferían en cuanto a su programa como estadistas, por cuanto al tanto que Napoleón apuntalaba con su espada sobre Europa un extenso imperio unipersonal y nepótico; Bolívar, por su parte, diseñaba constituciones para establecer Repúblicas y forjar la unidad continental mediante una gran confederación, cuya capital debía establecerse en el Istmo de Panamá.

Confesión de Bolívar

En todo caso el Libertador Simón Bolívar, de acuerdo a los testimonio de 1828 plasmado por Luis Perú Delacroix en el Diario de Bucaramanga, fue un fervoroso admirador de Napoleón Bonaparte, aunque se cuidó siempre de expresarlo en público ante el temor de que se le tuviese por persona ambiciosa y cesarista. Al respecto, devoto de la gloria y su propia reputación, el Padre de la Patria dio muestras de acierto como estratega militar cuando, en 1818, decidió organizar la Guardia del Libertador, emulando el cuerpo élite bonapartista designado con el nombre de “la Guardia del Emperador”, que protegía al héroe corso y cuya membresía era signo de valentía, inteligencia y disciplina por quienes la integraban, instigando la emulación de noveles combatientes para ser admitidos dentro del cuerpo.

Sinóptico

1908

Simone de Beauvoir

Este día nació en París (Francia) Simone de Beauvoir adelantada del pensamiento crítico contemporáneo y defensora de los derechos de la mujer en el siglo XX. Su libro El segundo sexo encendió ardorosas polémicas en Europa y América, convirtiéndose en uno de los libros más vendidos de la historia escrito por una mujer. Por años Beauvoir fue militante del Partido Comunista Francés. Hasta el final de su vida mantuvo relación amorosa con el filósofo Jean-Paul Sartre. El segundo sexo es título del libro cuya edición constituyó en 1949 y años subsiguientes, un auténtico fenómeno editorial, no solo por la cantidad de tirajes, sino por los debates ardorosos que concitó en torno al papel de la mujer en la sociedad y la igualdad de géneros en los términos de la época. Beauvoir afirmaba “No se nace mujer, se llega a serlo”.

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