VEA

A finales de la década de 1980 y principios de la de 1990, un cataclismo político hizo temblar el globo terráqueo; la resurrección del capitalismo en varios países socialistas. Aprovechando esta coyuntura la alianza imperialista encabezada por Estados Unidos, movilizó todas sus fuerzas para aislar y sofocar a la Corea socialista pregonando el “fin del socialismo”, y para tal fin pusieron sobre la mesa el llamado “asunto nuclear” de la península coreana.

La RPD de Corea era miembro del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares. A pesar de su ingreso al Tratado para prevenir la amenaza nuclear norteamericano y desnuclearizar la península coreana donde en la parte sur el imperialismo tenia miles de ojivas nucleares, Estados Unidos utilizó el tratado como un instrumento para suprimir la Corea socialista.

Instigó a la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) a intensificar la ofensiva para estrangular a Corea, so pretexto de “la sospecha del desarrollo nuclear de Corea”. Y EE.UU., por su parte, violando flagrantemente los artículos del tratado que prohíbe la amenaza nuclear a los países miembros, en marzo de 1993 concentró colosales efectivos en la península realizando el ejercicio militar de gran envergadura  ocasionando de tal manera la inminencia de una guerra.

Justo en ese momento, el líder Kim Jong Il declaró el estado de alerta de guerra en todo el país y seguidamente el Gobierno declaró la retirada del Tratado.

Esa declaración del gobierno de Pyongyang emitida en una circunstancia en que el tratado ha sido utilizado como instrumento de las superpotencias para la intervención  en los asuntos internos de otras naciones bajo el pretexto de “la paz” y “la seguridad” y por ende muchos países miembros tenían insatisfacción, dio una gran repercusión a escala mundial.

Ante esta muestra de Corea de su voluntad de luchar a muerte expresada con la retirara del Tratado, EE.UU. no tuvo otra opción que arrodillarse y firmar la Declaración Conjunta RPDC-EE.UU y el Acuerdo Básico a través de los cuales comprometía el cese de chantaje nuclear y el suministro del reactor de agua ligera a la parte coreana.

Con aquel acontecimiento sorprendente que Corea hizo rendir a la superpotencia nuclear y defendió su soberanía y paz, los analistas políticos internacionales comentaron con una sola voz que era el fruto del coraje, valor y hábil estrategia diplomática de Kim Jong Il.

Gran estratega que abrió una nueva página de historia

La firma del Acuerdo Básico EE.UU.-RPDC y la Nota de de Garantía del presidente norteamericano no significaban el término del intento de las fuerzas hostiles de sofocar a Corea socialista.

Aprovechando las severas dificultades económicas de Corea a raíz de la desaparición del mercado socialista con la caída campo socialista y las consecuencia de las sucesivas calamidades naturales, las fuerzas hostiles intensificaron la campaña de sanción y estrangulamiento dando por sentado la caída del régimen de Corea.

Calificando deliberadamente el lanzamiento coreano del satélite artificial de Tierra del “misil balístico intercontinental” instigaron al Consejo de Seguridad de la ONU a fraguar una resolución de sanción contra Corea, y evadiendo la ejecución de sus deberes del Acuerdo Básico fueron intensificando las presiones políticas, económicas y militares. Sobre todo la Administración de Bush que había definido “los Tres C” (confrontación, capitulación, colapso) como su política hacia Corea, anunció abiertamente la intensión de ataque preventivo nuclear contra  la RPD de Corea y llevó al extremo la situación emplazando una gran variedad de artefactos nucleares en la península coreana y sus cercanías y llevando a cabo sucesivos simulacros de guerra nuclear.

Frente a esa tentativa, Kim Jong Il puso un gran empeño en consolidar la capacidad de la defensa nacional a través de ininterrumpidas inspecciones a las unidades militares para fortalecer el poderío político, ideológico, militar y técnico del ejército.

A lo largo de la enconada confrontación política y militar con las fuerzas hostiles, Corea descubrió la verdad de que para defender la soberanía y la justicia de la nación debe poseer una fuerza capaz de asegurarlas, y con esa verdad Corea llegó a poseer una poderosa disuasiva capaz de acabar cabalmente con la amenaza de guerra de las fuerzas hostiles. En la península coreana donde por decenas de años solo existía el unilateral chantaje nuclear imperialista, se logró al fin el equilibrio estratégico de fuerzas; cualquier enemigo ya no se atrevería a desatar una guerra contra esta nación. Kim Jong Il abrió una nueva página de historia en que una nación justa se convierte en una potencia.

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