Néstor Rivero Pérez

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El 6 de agosto de 1824 el Libertador Simón Bolívar, al frente de 8 mil hombres, derrotó a las fuerzas realistas comandadas por José de Canterac. Dicha jornada al arma blanca, junto a la batalla de Ayacucho ganada tres meses después por Antonio José de Sucre, darían su
independencia a Perú y Bolivia.

Patria continental

El estudio de estos hechos, sucedidos a miles de kilómetros de Caracas, contribuye a la comprensión del significado de la Patria Grande suramericana concebida por Simón Bolívar y que por algunos años se vislumbró como posible en el siglo XIX, no obstante a factores adversos como la Doctrina Monroe.

 

Comienzos de 1824

Desde finales de 1823, Perú confrontaba graves dificultades de orden político. En carta de febrero de 1824 el Libertador enumera “los cinco prodigios de maldad” que impedían la independencia de Perú: Primero, la división del general Santa Cruz, quien desconocía a Antonio José de Sucre, nombrado por el Congreso peruano jefe del Ejército Unido;
segundo, la guerra civil iniciada por Riva Aguero, presidente destituido; tercero, defección de fuerzas chilenas; cuarto, insubordinación de la escuadra argentina; y quinto, la traición de los
patriotas del Callao, que entregaron a los españoles dicha fortaleza. Y no obstante, el genio y constancia de Bolívar y el valor de sus tropas, dieron libertad a Perú.

 

Escisión realista

Estando en Trujillo (Perú) en marzo de 1824, el Libertador inició la campaña. Así, escribe a Sucre: “que Córdova pase la cordillera por donde haya el menor riesgo posible… a fin de que los enemigos no puedan encontrarnos divididos en dos partes, con la cordillera de por medio”. Su objetivo era llegar hasta Cuzco y dar allí batalla al enemigo. A esta decisión contribuyó su conocimiento de la insubordinación de Pedro Olañeta en el Alto Perú “…desde que he recibido noticias de las diferencias entre La Serna y Olañeta, he decidido emprender la campaña”.

 

Marcha forzada

En su parte sobre la acción de Junín, el realista Canterac explica: “Habiendo averiguado que -Bolívar- marchaba por la orilla derecha de la laguna (de Junín) retrocedí para atacarlo por la retaguardia, a fin de interponerme entre él y este valle (Jauja)”. Ambos ejércitos se avistan a las 2:00 de la tarde de aquel 6 de agosto. Canterac al frente de seis mil efectivos retrocede por el camino real, mientras que el Libertador ordena marcha forzada a su caballería por una angosta pendiente que desciende de las altas montañas.

Braun, el valiente

A las 5:00 de la tarde comienza la acción con signo adverso para los patriotas. Será la actuación del legionario Felipe Braun, combatiente de Carabobo, la que dé giro a la jornada. Casi solo, Braun se lanza sobre la izquierda enemiga, e incita la emulación de su escuadrón. Por allí se adentran a la planada otros cuerpos independientes que despliegan en formación en medio de los españoles. “En Junín luchó (Braun) con brazo fuerte, hasta rescatar el cuerpo del general Necochea… y restablecer las filas con Miller, Suárez y otros” (D. F. O’Leary).

Largas lanzas

Para desplegar en la planicie de Junín, los republicanos debieron descender por un desfiladero, a cuya izquierda quedaba un pantano y a la derecha el cerro. A la salida del desfiladero los realistas aguardaban, organizados en tres cuerpos de caballería que cerraban el paso a la planada. A los republicanos les fue ciertamente difícil hacerse campo. No obstante con su coraje, sus largas lanzas y acción en equipo, dispersaron en una hora los escuadrones realistas.

  

Sinópticos

1945
Arrojada bomba atómica contra Hiroshima

Este día, tras la orden dada por el presidente Harry Truman, de EEUU, fue arrojada en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, la primera bomba nuclear contra una población civil, en Hiroshima (Japón). Semanas antes, en reunión trilateral de los gobernantes aliados, Winston Churchill, por el Reino Unido; Josiph Stalin, por la Unión Soviética, y Mr. Truman,  por EEUU, este último informó a sus pares que su país ya disponía de un artefacto basado en la fisión atómica y el uranio, susceptible de provocar mucho daño con su estallido. Así, Truman ordenó se lanzase la bomba atómica sobre la población civil de Hiroshima, según declararía luego, para presionar la rendición incondicional de Japón, enemigo que ya estaba extremamente debilitado. En el pequeño puerto de Hiroshima no había instalaciones que significasen peligro para las tropas norteamericanas del Pacífico. Se trataba de un simple espectáculo de fuerza, queriendo EEUU como gran potencia, advertir a la URSS y al mundo, los riesgos que supondrían enfrentárseles militarmente o en otros campos. En adelante el arma nuclear se utilizará como instrumento de intimidación y amedrentamiento, llegando algunos generales del Pentágono, como George Marshall, en los años ’50 y William Westmoreland, en los ’60, a considerar el lanzamiento de la bomba nuclear para ganar las guerras de Corea y de Vietnam, respectivamente.

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