En 2002 los medios olvidaron su papel básico y apostaron por la violencia.

Alcides Castillo

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@Alcides

La agresión mediática es incansable. Dibujan a nuestra patria sumida en el caso total, destruida, donde millones de familias deambulan buscando alimentos y medicinas, y los derechos humanos son permanentemente desconocidos por el “régimen dictatorial de Maduro”. Esta es parte de la Política Editorial e Informativa de la prensa monopolizada internacional y nacional que agrede a Venezuela.

El material informativo y las “noticias” son elaborados en los laboratorios de la CIA y distribuidos por Europa, Asia, África, América Latina y el Caribe. Para la distribución tienen sus “agencias nacionales” como los medios tradicionales y las redes digitales. Son los encargados de posicionar las fakes news y la postverdad, es decir, esas supuestas informaciones dirigidas más a los sentimientos que a la razón. “El régimen de Maduro impide la importación de alimentos y medicinas”. “La economía no funciona porque el socialismo fracasó” son ejemplos de manipulación, engaño y sesgo.

La CIA cuenta con su ejército de “periodistas independientes” que reciben su remuneración por mentir, es decir, son mercenarios, apátridas, sin bandera.

Pero el periodismo y los periodistas responsables, el que se debe a su pueblo y a su país, el comunicador que tiene como norte buscar la verdad,tiene la suficiente ética y sobrevive a los intentos de soborno, agresión, presión y amenazas.

Este es el periodismo y los periodistas que no nos rendimos. Somos los que celebramos este 27 de junio el Día del Periodista con la ética y la moral buen elevada. Somos los herederos de ese periodismo que sembró nuestro Libertador Simón Bolívar al fundar el Correo del Orinoco aquel 27 de junio de 1818, un periodismo para “no engañar a nadie”, sino para decir la verdad, educar y organizar. Eso lo heredamos.

Resistimos la agresión mediática y multiforme. Los intentos de linchamiento físico y moral, las falsas acusaciones de narcotraficantes y violadores de derechos humanos y, sobre todo, las impertinencias del jefe de los gobiernos fallidos y forajidos, Joe Biden, y sus secuaces de la oposición y oligarcas de Nuestra América.

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