Néstor Rivero Pérez

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El 22 de septiembre de 1830, el Congreso Constituyente de Valencia sancionó la Carta Magna que consagró a Venezuela como Estado separado de la Gran Colombia, y que daría inicio al período histórico de la Cuarta República.

Dos Congresos

Mientras en Bogotá el reducido núcleo bolivariano, con Antonio José de Sucre a la cabeza, sesionaba desde el 20 de enero de 1830 como “Congreso Admirable” y acariciaba la posibilidad de preservar el Estado grancolombiano, Páez y sus seguidores en Venezuela daban pasos irreversibles para convocar un Congreso Constituyente que consagrase la separación de este Departamento. El Congreso de Valencia fue instalado el 6 de mayo de 1830. La virulencia antibolivariana de sus sesiones constituye página deplorable de la historia republicana.

Constitución censitaria

La Constitución de 1830 definía como venezolanos a los hombres libres nacidos en el territorio nacional, o de padre o madre venezolanos nacidos en territorio de la Gran Colombia o el exterior. Para el disfrute de los derechos de ciudadanía se requería “ser casado o mayor de 21 años y dueño de una propiedad raíz, con renta anual de cincuenta pesos”; o ejercer “profesión o industria” con ingresos de cien pesos al año, o sueldo anual de 150 pesos. El sistema electoral, a dos grados, contemplaba la elección de cantón y los colegios electorales. Estos, reunidos en la capital de la provincia, elegían al presidente, vicepresidente, senadores y diputados.

Bolívar execrado

Tras presentar su renuncia en Bogotá y serle admitida por el Congreso Admirable que él mismo había convocado, el Libertador Simón Bolívar partió de Bogotá en mayo de 1830, en los mismos días en que se instalaba en Valencia el Congreso separatista de Venezuela. Bolívar sale de la capital neogranadina con el designio de embarcarse en Cartagena con destino a Europa, según lo refleja su epistolario de esos días. Sin embargo, careciendo de fondos, esperaba resolver lo concerniente a la certeza de sus ingresos económicos para sostenerse en su destierro al Viejo Mundo. De una parte contaba con que la disputa jurídica en torno a las minas de cobre de Aroa, que debían reportarle un monto suficiente, se resolviera a su favor, lo cual no ocurrió en medio del antibolivarianismo que se proyectó en Caracas hasta en los estrados de tribunales. Y de otra parte, la pensión que le había acordado el Congreso Admirable en abril, pendía de los vaivenes y cambios políticos del período, terminando definitivamente incumplida. Finalmente, tras haberse detenido algunos meses entre Turbaco y Cartagena, el Padre de la Patria tomó camino a Santa Marta, adonde llega gravemente aquejado, para fallecer en San Pedro Alejandrino el 17 de diciembre.

“La pasión más intemperante…”

“La sombra de Bolívar flota sobre el Congreso y el miedo de los hombres asume todas las formas imaginables, desde la ira desenfrenada hasta el tembloroso silencio. Que no vuelva, que desaparezca por siempre este soñador con sus grandes quimeras continentales (…) Solo contados caracteres se sobrepondrán a las oleadas de cieno… y entre estos (…) Manuel Urbina, de cuyo pecho brota una ráfaga de vergüenza reparadora” [Ramón Díaz Sánchez].

Sinóptico

1966

André Breton y el surrealismo

Este día, a la edad de setenta años falleció en París, André Breton. Iniciador del movimiento artístico y literario conocido como “surrealismo”. Puso su empeño en traducir en el arte y las letras, el psicoanálisis de Sigmund Freud, instando a una libre creación al margen de criterios de racionalidad. El surrealismo empalma dos tradiciones humanistas: Una que propone “cambiar la vida”, expuesta por el vate galo Arthur Rimbaud, y otra, la tesis marxista de “transformar al mundo”. En todo caso el rayo iluminador y novedoso, que a partir de 1920 personificó Breton, expresa un amor profundo a la vida, que se constata a lo largo de su obra literaria. Sobre Breton dijo el pintor Marcel Duchamp: “No he conocido a ningún hombre que tuviera… mayor poder de amar la grandeza de la vida, y no se entenderían sus odios si no fuera porque con ellos protegía la cualidad misma de su amor por lo maravilloso de la vida. Breton amaba igual que late un corazón” (Wikipedia).

En su primer Manifiesto del Surrealismo, de 1924, Breton expone como idea cardinal de la nueva escuela, el automatismo psíquico, el cual aspira transmitir “verbalmente… o de cualquier otro modo (…) un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral”. El compromiso político resplandece en el tránsito ciudadano de muchos surrealistas, entre quienes destacaron Paul Eluard, Louis Aragón y Philippe Soupault, miembros varios de ellos del Partido Comunista, o partícipes en la resistencia contra los nazis durante la II Guerra Mundial. También simpatizaron con el surrealismo Pablo Picasso, Paul Klee, Luis Buñuel, García Lorca y Pablo Neruda, entre otros.

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