Néstor Rivero Pérez

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El 16 de junio de 1783, hace doscientos cuarenta años, el caraqueño Francisco de Miranda, al momento de embarcarse en forma clandestina en el puerto de La Habana con rumbo a Estados Unidos, para escapar de los funcionarios españoles que procuraban capturarle y remitirlo preso a la Península, escribió a su benefactor Juan Manuel de Cagigal y Montserrat, acerca de su proyecto de iniciar  un largo recorrido por los países y las culturas de Europa y Asia, con la ambición de estudiar en “El Gran Libro del Universo”, que es, según lo plasmó en dicha misiva, el único modo que tiene todo individuo de ilustrarse y adquirir ciencia y conocimiento y formarse como hombre útil.

Inquisidores contra Miranda

A partir de 1774, frailes que integraban el Tribunal de la Inquisición española, comenzaron a recibir información acerca de que el capitán caraqueño Francisco de Miranda, destacado en la guarnición de Melilla, al norte de Africa-, venía emitiendo en sus pláticas opiniones muy liberales, y adquiría libros tachados por el Índex -listado de libros cuya lectura prohibía la institución eclesiástica-. Así comienza desde temprano, en torno al desenvolvimiento del futuro Precursor, una vigilancia tenue que en los siguientes años se estrechará; empero su aplicación como oficial valiente, hábil y disciplinado, en las responsabilidades militares que se les encomendaban, contuvo por años cualquier acción punitiva en contra de su persona. Y no obstante, en ocasiones se vería víctima de pesquisa y requisiciones de sus pertenencias y libros, por instigación del Santo Oficio.

Miranda en el Caribe

Para 1780, Miranda -quien se venía desempeñando como ayudante del general Juan Manuel de Cagigal-, aprovechó que este último había sido integrado al comando de las fuerzas que España envió en auxilio de EE. UU., en la Guerra de Independencia de este naciente país, contra Inglaterra. En 1792 Cagigal fue designado como capitán general de Cuba, acompañándole Miranda, quien intervino en la toma de las instalaciones militares de Pensacola, en la costa sur de EE. UU., e igualmente Miranda será comisionado para recibir los fuertes ingleses en las Bahamas, ello en el marco de la referida contienda.

 

Miranda clandestino

Nuevos recaudos acumulados por la Inquisición y autoridades de la Península, determinaron que en contra del venezolano universal, se dictare auto de detención a inicios de 1783, resolviendo el futuro Precursor pasar a la clandestinidad y escapar con rumbo a la nación de Benjamín Franklin y Jorge Washington, donde se le reconocía su actuación a favor de la Independencia de las antiguas “Trece Colonias”. De este modo, el 16 de junio de 1783, al tiempo que se embarca en La Habana, dirige una trascendental epístola a su superior y amigo Cagigal, donde le expone el rumbo que en adelante ha de dar a su vida.

 

Cagigal destituido

A Juan Manuel de Cagigal le imputarán en la Península responsabilidad por el no apresamiento del futuro memorialista universal, viéndose el generoso oficial español, removido como capitán general de Cuba, y objeto de una investigación. Sin embargo, hasta el final de su existencia, Cagigal mantendrá su deferencia respecto a Miranda, siendo quien le informa hacia 1804, que la acusación de que ha sido víctima el caraqueño, finalmente fue desechada por el gobierno español.

 

La epístola

“Le diré que la -idea- mía, en dirigirme a los Estados Unidos de América, no solo fue por sustraerme a la tropelía que conmigo se intentó, sino para dar al mismo tiempo principio a mis viajes en países extranjeros (…) La experiencia y conocimiento que el hombre adquiere, visitando y examinando personalmente con inteligencia prolija el Gran Libro del Universo; las sociedades más sabias y virtuosas que lo componen; sus leyes, gobierno, agricultura, policía, comercio, arte militar, navegación, ciencias, artes, es lo que únicamente puede… completar en algún modo la obra magna de formar un hombre sólido y de provecho” [http://www.franciscodemiranda.info].

Sinóptico

 

1822

Simón Bolívar entró triunfante a Quito

Este día el Libertador Simón Bolívar hizo su entrada triunfal a Quito. En la capital del actual Ecuador el héroe caraqueño conocería a Manuelita Sáenz, quien se convertirá hasta el final de la vida del héroe en su gran amor, y quien le salvará la vida en varias ocasiones, dándole acompañamiento personal, moral y político. Evocando en su vejez la mañana del 16 de junio de 1822, Manuela escribirá: “Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles, y la arrojé; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída a la casaca, justo en el pecho de S. E. (…) el Libertador alzó su mirada… se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía en la mano”. Esa misma noche ambos, tras la larga jornada de baile de varias horas, anudarán un apasionado amor por el resto de sus vidas.

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