Néstor Rivero Pérez

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El 13 de julio de 1822, hace doscientos años, el Libertador Simón Bolívar emitió una proclama dirigida a la población de Guayaquil, brindándole confianza respecto al carácter libertador del ejército que, bajo su mando, había arribado a dicha provincia, la que por entonces confrontaba hondas disensiones internas, habiendo sido gobernada por un triunvirato republicano que aspiraba a la independencia política respecto a la Gran Colombia y Perú.

 

Provincia Libre de Guayaquil

Entre la noche del 8 y madrugada del 9 de octubre de 1820 la guarnición de Guayaquil se pronunció a favor del proceso independentista de Guayaquil. Estuvo motorizado por tres oficiales venezolanos, León de Febres Cordero, Luis Urdaneta y Miguel Letamendi quienes, habiendo servido a España, se convencieron de la justeza de causa independentista suramericana.

De inmediato es nombrado el poeta José Joaquín Olmedo como jefe del nuevo gobierno y será él quien establezca, junto con el general Sucre, los términos del tratado de protección grancolombiana, acordado el año siguiente. La Junta a la vez que requirió apoyo de la Gran Colombia envió emisarios al general José de San Martín, quien en Lima ejercía la suprema autoridad como Protector del Perú.

Sucre en Guayaquil

En enero de 1821, el Libertador Simón Bolívar, quien se encontraba en San Cristóbal, instruye al recién ascendido general de Brigada, Antonio José de Sucre -por entonces de 24 años y quien ya daba muestras de sus dotes como estratega y diplomático-, para que se pusiese al frente del Ejército Patriota que, al mando de Manuel Valdez, operaba con suerte incierta en el sur de Nueva Granada.

De inmediato Sucre se pone en marcha, partiendo desde Buenaventura, por vía marítima, para llegar con sus divisiones a Guayaquil el 6 de abril de 1821. Al mes siguiente Sucre firma un Tratado con la Junta que regía Guayaquil, quien le reconoce como suprema autoridad militar, al tanto que aquella se mantiene como gobierno civil, si bien Sucre consagra la protección grancolombiana de dicha provincia.

 

Entre Bomboná y Pichincha

El futuro Gran Mariscal de Ayacucho organizará en los meses subsiguientes a su llegada cuerpos de reclutas que la Junta había puesto a sus órdenes, lo que le permite engrosar su Ejército con varios centenares de nuevos soldados tras un intenso entrenamiento, poniéndolos en condición de operar al lado de las tropas veteranas provenientes de las campañas de Venezuela y Boyacá, con miras a avanzar hacia Quito.

Sin embargo, la inclinación de la balanza a favor de la definitiva Emancipación del Ecuador deberá esperar a que el Libertador, una vez triunfante en Carabobo en junio de 1821 y luego de su juramentación como Presidente de la Gran Colombia ante el Congreso de Cúcuta, en octubre del mismo año, marche al Sur de Nueva Granada, tome Pasto y, el 7 de abril de 1822 dé la sangrienta jornada de Bomboná. Más adelante se encaminará por tierra a Quito, adonde entra el 16 de junio de este último año. Y de aquí proseguirá a Guayaquil.

La Proclama

“Guayaquileños: Terminada la guerra en -la Gran- Colombia, ha sido mi primer deseo completar la obra de la libertad, la igualdad, las leyes de Colombia (…). Guayaquileños: Vosotros sois grancolombianos de corazón, porque…de tiempo inmemorial habéis pertenecido al territorio…mas yo quiero consultaros para que no se diga que hay un solo grancolombiano que no ama sus sabias leyes” (Cuartel General Guayaquil / a 13 de julio de 1822).

Sinóptico

1833

Biblioteca Nacional

Este día 13 de julio de 1833 el general José Antonio Páez, a instancia de la Sociedad Económica de Amigos del País, dictó el Decreto de Creación de la Biblioteca Nacional, antecedente del actual Instituto Autónomo Biblioteca Nacional (IABN), cuya sede principal se ubica en la avenida Panteón, norte de Caracas, y que además cuenta con locales para la lectura a lo largo y ancho de la geografía nacional.

En 1811 circula un folleto firmado por Juan Germán Roscio bajo el título Pensamiento sobre una Biblioteca Pública en Caracas. Francisco de Miranda, por su parte, diputado al Congreso de 1811, fue quizá el venezolano con mayor acopio de lecturas de su época; evidencia de ello es la impresionante cantidad de información que plasma en su archivo de 64 volúmenes respecto a los libros que adquiría en cada ciudad que visitaba durante su exilio europeo. Indudablemente estos hombres vinculaban estrechamente la Independencia y el progreso nacional con el ejercicio de la lectura por la población.

Sin embargo, la terrible Guerra de Independencia obligaría a posponer por décadas reformas institucionales que hiciesen posible los salones públicos con estantes de libros. Así, será en 1833 que se consagre el decreto sobre la Biblioteca Nacional.

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