Néstor Rivero Pérez

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El 23 de abril de 1936 murió en París (Francia) Teresa de la Parra, autora de una obra literaria que se caracteriza por el estilo depurado y cuyos motivos se arraigan en la realidad agraria y aldeana de la Venezuela de su época, expresando de una parte el ambiente de la pequeña Caracas de principios del siglo XX, visto por una joven que había adquirido visión de mundo, tal como se refleja en el personaje central de Ifigenia. Y de la otra, resalta la bucolia de una hacienda en la cual Teresa vio transcurrir su infancia, resguardándola para plasmarla años después  en Memorias de Mamá Blanca.

Tazón en la memoria

Habiendo nacido en 1889 en París (Francia), adonde se trasladaron sus padres poco antes, Teresa pisó tierra venezolana a la edad de dos años, estableciéndose con su familia en una plantación de caña cercana a Caracas de nombre “Tazón”, permaneciendo en esta hacienda hasta la muerte de su padre en 1898, cuando marchó a España con su madre, prosiguiendo en este último país sus estudios básicos y medios. Los aromas, paisajes y personas con las circunstancias y usos de una Venezuela agraria envuelta en recurrentes contiendas civiles, penetraron con hondura dentro del ánimo sensible de quien desde temprano se distinguió por su devoción a la obra y pensamiento de Simón Bolívar, y quien a su vez forjaría una conciencia de defensa del feminismo, la que expresó en varias oportunidades a lo largo de su existencia.

“Ifigenia” en Macuto

En alguna ocasión Teresa de la Parra, quien en 1909 había retornado de la Península para residenciarse en Venezuela, confesará que la escritura de su primera novela, Ifigenia, en los años veinte del siglo XX, tuvo lugar en el pueblecito de Macuto: “Me encerraba a escribir en una casita en ruina. Oía las conversaciones de la gente por la calle. Les intrigaba a algunos los motivos que me llevaban a encerrarme en aquella casa que parecía horrible y a mí me encantaba” [https://palabrademujer.wordpress.com]. Y a muchos parroquianos del litoral guaireño les resultaba extraño que una joven de aspecto tan distinguido se encerrase por horas en aquel inmueble, siendo que ella disfrutaba dichos lapsos, por la libertad de que disponía para llevar al papel y poner en palabras de la protagonista, María Teresa Alonso, liberalidades que hubiesen querido para sí muchas señoritas de la Caracas de su época, “Frente a quienes calificó de moralistas; Teresa de la Parra argumentó que Ifigenia no era ‘tan perjudicial a las niñas de nuestra época, por la sencilla razón que no hace sino reflejarlas (…) Todas… llevan dentro de sí mismas una María Eugenia Alonso en plena rebeldía” [http://cenal.gob.ve].

Personajes criollos

Entre los personajes inmortalizados en las letras venezolanas, destacan María Moñitos y Aurora. Sin embargo la condición generosa, querendona y rechoncha de Vicente Cochocho, se sobrepone a otras, por el delineamiento de la autora respecto a un retrato del venezolano de estratos humildes y a la vez valeroso, calcando de modo muy verídico personajes que atrapan al lector, y que recuerdan los arquetipos que Rómulo Gallegos logra en figuras como Antonio Barquero, Ño Pernalete y Mujiquita, o el extraviado Marcos Vargas y los hermanos Ardavín. Y la sentimentalidad que aflora en la evocación de Teresa de la Parra, se devela al paso de las décadas “peor que mal vestido, simple peón de Piedra Azul, sin derechos de medianería, bueyes, rancho ni conuco, Vicente Cochocho fue uno de los amigos tutelares de nuestra infancia” [Ibídem].

Años finales

Tras la publicación en 1923 de Ifigenia, Teresa cimentaría su nombre entre los grandes creadores del continente, integrándose al por entonces pequeño elenco de las mujeres que incursionaban en las letras obteniendo lauros. Asistiendo a foros y tertulias, dictando conferencias y acrecentando papel borroneado con personajes para nuevos proyectos, Teresa de la Parra vio afectarse su salud, descuidando males respiratorios, que se intensificaron con su hábito de fumar continuamente y que afectaron sus pulmones, para sucumbir un día como hoy en París.

Sinóptico
Día del Libro

Como homenaje a William Shakespeare, Miguel de Cervantes y Garcilaso de la Vega se honra esta efemérides. El primero falleció un día como hoy, el 23 de abril de 1616; al tanto que los restos del segundo -muerto el día anterior- fueron inhumados el mismo día. Y en cuanto al tercero, su fallecimiento acaeció en la misma fecha y año que hoy se honra. Cervantes, autor de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, creó un arquetipo del idealista que combate al mal. Shakespeare, recogió en sus dramas conflictos internos de magnitud universal, consagrándose como uno de los grandes creadores de todos los tiempos. Y el tercero, el inca Garcilaso de la Vega, autor de sonetos, liras y églogas, fue el “primer mestizo biológico e intelectual de América”, también murió un día como hoy.

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