Néstor Rivero Pérez

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El 16 de noviembre de 1821, el Libertador Simón Bolívar, encontrándose en Bogotá, dirigió dos epístolas al general José de San Martín, libertador de Chile y Protector de Perú, mediante las cuales, a la par de expresarle su regocijo por la libertad del territorio peruano hasta entonces logrado, le expone una serie de razonamientos en torno a la inconveniencia de que príncipes europeos viniesen a la América hispana en calidad de gobernantes. Tal idea fue considerada por algún tiempo en el gabinete del Protector de Perú.

La información conocida

Atento a la más insignificante novedad continental o suceso internacional sobrevenido, el Libertador permanecía expectante a cuanto proviniese de Nueva España, la extensísima provincia que desde el Yucatán hasta el Missisippi-Missouri, había asegurado desde 1520 a la Corona española su mayor posesión colonial en ambos mundos. Y desde febrero de ese año 1821, luego de haberse publicado el Plan de Iguala, y con el general Agustín de Iturbide a la cabeza del  Ejército Trigarante, se dieron los pasos decisivos para convertir dicho territorio en nación independiente. En agosto de ese mismo año, Iturbide de una parte y de la otra Juan O’Donojú, capitán general de las fuerzas españolas en México, suscribieron los Tratados de Trinidad. Ya era conocido el proyecto de nombrar a Fernando VII como “emperador de México”, con la declaratoria de independencia del nuevo país. Y dicha circunstancia que perpetuaba el monarquismo, era lo que objetaba Bolívar en su comunicación a San Martín.

 

La primera epístola

En la primera carta de este día al Protector de Perú, el Libertador le encomia sus éxitos políticos y militares, apuntando a propósito de la expulsión de los realistas de la franja costera de Perú y subsecuente entrada del Ejército Unido a Lima: “Es una verdadera satisfacción para toda la América la grande obra que V.E  acaba de ejecutar volviendo al Perú sus derechos y dándole una existencia nueva”.

 

La segunda

En su última carta de este día al prócer rioplatense, y estando al tanto que en el vecino Brasil se mantenía el régimen hereditario, Simón Bolívar esgrime un conjunto de señalamientos acerca del rumbo que debían tomar los nuevos gobiernos en los territorios independizados. Por esos días aún mantenía márgenes de arraigo dentro de la opinión pública, la tesis de que era conveniente la presencia de regímenes monárquicos, con príncipes que residieran y gobernasen desde las capitales suramericanas, los países independizados. El Libertador era totalmente adverso a dicha idea. Y así lo expresa en su segunda carta al Protector: “Trasladados al Nuevo Mundo estos príncipes europeos y sostenidos por los reyes del antiguo, podrán causar alteraciones muy sensibles en… el sistema adoptado por los gobiernos de América”.

 

Al año siguiente

Transcurridos nueve meses de las dos comunicaciones, los dos máximos exponentes hispanoamericanos de la Guerra de Independencia, Simón Bolívar y José de San Martín, se darán cita los días 26 y 27 de junio de 1822 en Guayaquil (Ecuador). En esta célebre entrevista a la que numerosos historiadores  se refieren con la subjetividad propia de quienes escriben una historia parroquial, San Martín y Bolívar establecieron las bases de mutua cooperación en el campo de las armas, así como el futuro republicano para las sociedades que habrían de emerger tras la contienda con España. Y si bien a poco el héroe de Chacabuco y Maipú regresará a Lima para ver su poder socavado por conspiraciones del patriciado limeño, lo que le indujo a separarse del poder, guardará por Simón Bolívar gran admiración hasta el final de su vida.

 

Sinóptico

1815

Este día encontrándose en estado de gravidez, fue apresada en la isla de Margarita,  por los realistas, Luisa Cáceres de Arismendi, esposa del jefe patriota Juan Bautista Arismendi. Luisa, cuyo comportamiento ante sus carceleros la convirtieron en paradigma de la mujer venezolana, al momento de ser recluida en la fortaleza Santa Rosa de Pampatar, contaba con 15 años de edad. Ante el riesgo de que Luisa fuese rescatada por los patriotas, quienes forjaron varias tentativas para ello,  y su actitud delante de sus interrogadores, se vio trasladada a La Guaira; luego a Caracas, y finalmente a España.

En 1818 la heroína burló a las autoridades, para embarcarse  hacia Filadelfia (EE. UU.), de donde tomará pasaje a Margarita,  reencontrándose  con su esposo. Otras heroínas de la gesta emancipadora con su específica contribución a la patria, fueron Juana Ramírez, adalid de la Batería de Mujeres en la Batalla del Alto de los Godos (tercera Batalla de Maturín). En los anales patrios brillan entre centenares de mujeres los nombres de Joaquina Sánchez, Ana María Campos y Eulalia Ramos. Tras la Batalla de Carabobo la familia Arismendi-Cáceres se muda a Caracas, donde Luisa Cáceres falleció anciana y rodeada de sus hijos en 1866.

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