¡Enseñanzas eternas! Un pueblo que produce, el legado de Chávez

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En conmemoración de los 30 años del 4 de febrero de 1992, productores populares cuentan cómo los inspiró el Líder bolivariano en la construcción de proyectos solidarios con el pueblo. Fotos cortesía.

VEA / Yonaski Moreno

A través de sus luchas, el pueblo venezolano mantiene vigente el legado del Comandante Hugo Chávez. Historias de resiliencia, conciencia, constancia y solidaridad, reviven aquellos discursos cargados de enseñanzas y compromiso no solo con la patria, sino también con la tierra y el ambiente.

Diversos ataques de la ultraderecha venezolana, aupada por el imperio norteamericano, han mellado profundamente en la vida del pueblo. Duros golpes a la economía y a la alimentación han sido asestados con la intención de doblegar el proyecto bolivariano que emprendiera Chávez. La situación fue en aumento desde el año 2014; medidas coercitivas unilaterales, bloqueos, guarimbas cargadas de violencia y discriminación, acaparamiento y especulación, son solo algunas de las múltiples arremetidas que han debido enfrentar venezolanos y venezolanas sin distinción política, así como los extranjeros que ha cobijado sobre su regazo la patria venezolana.

Esos duros momentos fueron rememorados por Carolina Castro, una chilena que desde 2006 convirtió a Venezuela en su hogar. Junto con su esposo, colombiano, se dedican a la actividad agrícola. Desde esta trinchera, enfrentaron los duros desmanes de la guerra económica; primero, produciendo lo necesario para abastecer a la familia en época de acaparamiento y escasez, y luego llevando al pueblo –sin intermediarios que encarecen los productos- diversos rubros cosechados en Montemar, una parcela ubicada en el occidente de La Guaira.

¿Dónde entra Chávez en todo esto?

La misma Carolina lo explicó en una conversación sostenida con Diario VEA: «La figura de Chávez siempre nos ha acompañado. Sobre todo en nuestra decisión de dedicarnos a la agricultura, sus ideales han sido clave por todo lo que eso implica, toda la conciencia que el pueblo venezolano adquirió gracias al Comandante».

En su infaltable comunicación con el poder popular, Chávez logró despertar la conciencia del pueblo, y ayudó a comprender que “todos somos parte importante en la construcción de este país, en la construcción de comunidades (…) que el trabajo que estamos haciendo no solo es un trabajo para uno mismo o para su familia, que no es algo personal, que no es individual ni un tema económico, sino que tiene que ver con la construcción de un país”.

Con estos ideales en mente, esta familia continúa trabajando en su principal objetivo: convertir su parcela en una granja agroecológica, mostrar a la comunidad prácticas de cultivo limpio y enseñar a otras personas a tener una bonita relación con la tierra, que no se trate solo de una cuestión comercial.

Si bien Montemar nació como una necesidad de solventar el tema económico y garantizar la alimentación familiar, hoy son integrantes de una feria conuquera agroecológica que se realiza el primer sábado de cada mes en el Parque Los Caobos, en Caracas, y ofrece a los vecinos diversos rubros, frescos, sin químicos y a precios solidarios.

Con el Plan de la Patria

Una historia similar protagoniza la familia Mendoza Borjas. Crisal, oriunda del estado Zulia, y Eugenio, llegado desde México, desarrollan diversas actividades en consonancia con dos objetivos del Plan de la Patria. El número dos (2), relativo a  “Continuar construyendo el Socialismo Bolivariano del siglo XXI en Venezuela, como alternativa al sistema destructivo y salvaje del capitalismo y con ello asegurar ‘la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política’ para nuestro pueblo”, y el número cinco (5), que propone “Contribuir con la preservación de la vida en el planeta y la salvación de la especie humana».

Eugenio recuerda claramente qué lo llevó a comprometerse con los citados objetivos. Fue la voz de Hugo Chávez, con su histórico discurso en la 61ª Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, en 2006. La célebre frase “huele a azufre” despertó al mexicano de su letargo.

“Qué incómodo es ese momento para alguien muy formado en una dinámica capitalista, burguesa, pero yo dije: ‘No, es cierto’, y ahí me di cuenta de que el capitalismo que expuso el Comandante proyectaba o propone una forma de vida de antivalores y yo no quería que como familia viviéramos así”.

De vuelta los pies sobre la tierra, la familia formó hogar en Venezuela, buscando una nueva forma de vida. Sobre este episodio la marabina recuerda que a su retorno al país, en 2011, “todo era mucha abundancia, podías comprar con poco, mucha comida, y entonces las cosas se comenzaron a poner muy difíciles”. Las colas comenzaron a verse de un establecimiento a otro; la desaparición de diversos productos se hizo angustiante y el proyecto que traían en la cabeza, inspirados por el Comandante, comenzó a ser necesario.

“Empezamos a sembrar lo que necesitábamos en casa, el cilantro, el tomate, el ají. Comenzamos a hacer nuestras propias harinas, jabones –porque  también fue muy complicado conseguir jabón-, trabajamos en la zona con los productores, y no con la idea de hacer plata; siempre fue el trabajar para no tener que comprar y para no tener que hacer la cola”, relataron a Diario VEA vía telefónica.

En esa dura época, quienes se denominan la familia conuquera, también trabajaron con algunas escuelas del municipio Arístides Bastidas, del estado Yaracuy, haciendo filtros de agua, debido a la gran cantidad de arena presente en el ambiente.

Diversos trabajos con productores y la comunidad, así como vínculos con la Feria Conuquera también se cuentan en su proceso. Actualmente ofrecen a la población, desde Caracas, una muestra de la gastronomía mexicana, y continúan la siembra de varios rubros.

Mi casita de jabón

En medio de su faena diaria, Gisela Toro también atendió el llamado de este medio y cuenta cómo en 2017 comenzó a construir su proyecto: “Mi casita de jabón”. Gisela se dedica a la producción de jabones y productos de higiene personal artesanales. Esa visión de producir por el país la adquirió de Chávez, a quien escuchaba todos los domingos en su Aló Presidente, revela.

“Desde que tengo uso de razón y desde que conozco la trayectoria de nuestro Comandante, aquel histórico 4 de febrero, él ha sido una figura que me ha ayudado a independizarme, a saber que no solo es trabajar, trabajar, trabajar, sino que es buscar algo más, ayudar, aportar al país. El Comandante nos hablaba todos los domingos en el Aló Presidente; él me daba mucha fuerza, mucho impulso, para tener una visión de productora, y no solo de productora, sino de producir a pesar de todos los altibajos que hemos tenido, contra viento y marea”, contó.

Sus inicios, sin embargo, también fueron empujados por los duros desmanes provocados por la derecha y sus aliados del norte. “No había alimentos, no había lo más elemental, como toallas sanitarias; no había jabón ni para el aseo personal (…) las empresas nacionales estaban paralizadas, no querían trabajar, no querían producir”, recuerda. Debido a esta situación decidió tomar un taller de jabón artesanal que dictaba la Fundación de Educación Ambiental (Fundambiente) “y desde ahí comienzo a hacer jabones artesanales”.

Actualmente, Gisela continúa elaborando sus productos, y ahora ha añadido la realización de cremas corporales, las cuales distribuye desde un quiosco dentro de la estación del metro La Hoyada.

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