Alberto Vargas

Afortunadamente contamos con un testigo de excepción e inocultable, real, objetivo y veraz, que nos ofrece con lujos y detalles cómo desde el alba de la humanidad, la división del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder, ese testimonio está hoy visibilizado en la historia.

Es una historia que relata cómo América Latina, un hemisferio precoz, le habían secuestrado su identidad, sus espacios y sus riquezas, en los remotos tiempos en que los europeos del Renacimiento se abalanzaron a través de los mares, hundiéndole inmisericordemente sus dientes chupasangre a los pueblos indígenas del Nuevo Mundo. Esa es la historia del saqueo y el despojo que hemos sufrido durante siglos las hermanas y los hermanos de Nuestra América.

A esa historia le agregamos la agresión imperialista estadounidense que se erigió en el siglo XVIII, afianzándose en el siglo XIX, siguiendo su curso de explotación y crímenes. Es esa historia la que certifica cómo los grupos económicos crecieron, se enriquecieron y se fortalecieron a expensas del erario nuestro, y ostentaron durante el «puntofijismo» el poder político, operando como serviles lacayos de EE. UU., y entregando a Venezuela a los dictámenes imperialistas de sus gemelos: El Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial.

Esta indecible historia de asesinatos, saqueos y despojos de las riquezas de la Patria de Bolívar, Hugo Chávez la despedazó, quedó mutilada en 1998 cuando asumió la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela. Comenzó una nueva era histórica.

Entró la educación gratuita sin exclusión, se erradicó el analfabetismo, se implementaron los programas sociales para atender la salud, trabajo, vivienda, entre otros; como en ningún otro gobierno dieron un salto cuantitativo y cualitativo al beneficiar a miles de hombres y mujeres, a las familias, a nuestros abuelos, a los niños, niñas y adolescentes; la juventud se sintió protegida por el Estado, todo esto bajo la premisa de la participación y el protagonismo del pueblo, y desde entonces día a día crece la justicia social en el ámbito de toda la República Bolivariana. Las estadísticas de los programas sociales están a la vista.

Luego, partiendo del marco referencial de que en Venezuela está instaurada una lucha de clases, de pobres contra ricos, los apátridas continúan encadenados a las directrices imperiales, que son financiados por entidades de EE. UU., como la Fundación Nacional para la Democracia, la Agencia para el Desarrollo Internacional, entre otras instancias patibularias, que han inyectado millones y millones de dólares para deponer, en primer lugar, al Gigante Chávez, y en nuestros días al presidente obrero Nicolás Maduro, electo en elecciones libres y democráticas.

Aunque todos los esfuerzos de la derecha fascista por derrocar al Gobierno Bolivariano han fracasado, sin embargo, la injerencia yanqui se ha intensificado. A través de la Agencia Central de Inteligencia, el Departamento de Estado, y otras dependencias, en ese itinerario de amenazas y agresiones que están flagrantemente al margen de la autodeterminación de los pueblos y en la no injerencia en los asuntos internos de los Estados, principios recogidos en el derecho internacional y reconocido universalmente por las naciones del mundo, a EE. UU. le resbalan.

Está desplegada toda una guerra no convencional, asimétrica, sin fusiles, contra el pueblo de Venezuela y su gobierno. Una guerra sin delimitaciones, sin un campo de batalla, sin fronteras, y sin final aparente. En la que son empleadas operaciones psicológicas, utilizadas por el Departamento de Defensa de EE. UU., como una de las armas más poderosas con que cuenta actualmente el Pentágono.

La guerra asimétrica o guerra sin fusiles, inicialmente fue conocida como «conflicto de baja intensidad». Hoy está catalogada como «guerra de todo» o «guerra del pueblo», o una combinación de todo; allí están las acciones diplomáticas, financieras, boicot, cibernéticas, espionaje, sabotaje y cuatro páginas más de etcéteras.

Todos estos mecanismos de guerra irregular, es una guerra que ha sido trazada contra los pueblos progresistas del mundo. Sin embargo, a medida que aumenta la propaganda para inocular en las mentes de las mujeres y hombres tantas barbaridades, en esa misma proporción o quizás mayor, los pueblos han ido despertando del letargo de la historia fantasiosa que ingeniosamente había sembrado la ideología dominante llena de fábulas y de pasajes incomprensibles e irracionales.

Respecto al Pueblo Bolivariano, Róger Noriega, exsecretario adjunto para los Asuntos del Hemisferio Occidental, alentó la agenda golpista, en fecha 2 de marzo de 2005, en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, con estas expresiones, a saber:

«Venezuela cuenta con los recursos que necesita para su propio desarrollo, pero nos preocupa que la agenda muy personal del presidente Hugo Chávez pueda socavar las instituciones democráticas en el país y entre sus vecinos. A pesar de nuestros esfuerzos para crear relaciones normales de trabajo con su gobierno, Hugo Chávez sigue definiéndose como opositor de Estados Unidos. Sus esfuerzos para concentrar el poder en el país, su sospechosa relación con fuerzas desestabilizadoras en la región y sus planes para la compra de armas, son motivos de profunda preocupación para el gobierno de Bush. Apoyaremos a los elementos democráticos en Venezuela para que puedan mantener el espacio político al que tienen derecho y elevaremos la conciencia entre los vecinos de Venezuela sobre las acciones desestabilizadoras del presidente Chávez, con la esperanza de que se unan a nosotros para defender la estabilidad, la seguridad y la prosperidad en la región».

Ese es el verdadero rostro del imperialismo estadounidense, mostrándose como lo que es: Un lobo sanguinario tras su único objetivo: Apoderarse de los recursos naturales y no renovables que son del pueblo de Venezuela; esto es, el arco minero, el petróleo, cuyas reservas son las más voluminosas del mundo, etcétera.

Lo cual incluye también que esas sanguijuelas imperialistas buscan llevarse consigo hacia el foso de la extinción, toda forma de vida en nuestra hermosa Tierra.

En nuestro caso: ¡Venezuela es indestructible! Esto es lo que se desprende de su historia que forjaron con sangre las tantas heroínas y los tantos héroes que ofrendaron sus vidas por una Patria libre, independiente y soberana al margen del martirio de la explotación y la opresión.

Sin embargo, la pertinaz guerra contra Nuestra América continúa, justamente en nuestros días; el Comando del Sur de EE. UU., a través de la general jefa, Laura Richardson, dijo:

«Con todos sus ricos recursos y elementos de tierras raras, tienen el triángulo de litio, que hoy en día es necesario para la tecnología. El 60 % del litio del mundo está en el triángulo del litio: Argentina, Bolivia, Chile», dijo sin tapujos Richardson, tras reconocer que el principal interés de Washington en América Latina recae, de forma primordial, en sus recursos naturales.

La jefa del Comando Sur no se detuvo ahí y agregó motivaciones para el interés estadounidense en la región, «las reservas de petróleo más grandes, incluidas las de crudo ligero y dulce descubierto frente a Guyana hace más de un año», y añadió » los recursos de Venezuela también, con petróleo, cobre, oro».

Richardson destacó la importancia de la selva amazónica como «los pulmones del mundo» e indicó que «tenemos el 31 % del agua dulce del mundo» en América Latina.

En ese amenazante contexto, el ministro de Defensa de la Patria Bolivariana, Vladimir Padrino López, aseguró que «Latinoamérica ya no es un pedazo de tierra para saquear», y advirtió que «aquí se construye un bloque geopolítico emergente que será clave en la construcción de un Nuevo Orden Mundial Multipolar».

También se refirió a Rusia, el «adversario número dos» de EE. UU. luego de China en la región, subrayando las fluidas relaciones diplomáticas comerciales entre el país euroasiático con Cuba, Venezuela y Nicaragua.

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