Néstor Rivero Pérez

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El 17 de septiembre de 1991 los Estados caribeños de Granada y Jamaica suscribieron la II Enmienda del Tratado de Tlatelolco, dispositivo jurídico este que proscribió el uso de armas nucleares en América Latina y el Caribe.

Por qué Tlatelolco

Construido en 1964, el edificio conocido como “Torre de Tlatelolco” fue el escenario que congregó a los representantes latinoamericanos suscriptores del Tratado de desnuclearización regional. Ubicado en el barrio prehispánico de Tlatelolco (Ciudad de México), el inmueble hoy opera como asiento cultural de la Universidad Autónoma de México (UNAM); durante varias décadas fue sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores de la nación azteca. El propósito central del Tratado, firmado inicialmente en 1967, fue “asegurar la ausencia de armas nucleares en la Zona de aplicación definida” (https://consulmex.sre.gob.mx). Así, desde 1967 las naciones de América Latina y, desde 1991, las del Caribe, se han comprometido con el no uso de armas termonucleares, como una manera sustancial de dar aporte, como región, a la construcción de un orden mundial de paz y convivencia internacional.

Los “malos” y los “buenos”

De acuerdo a la Convención de Ginebra, sobre armas convencionales, se define a estas últimas como todo instrumento de ataque que opera con mecanismos ajenos a la tecnología nuclear, radiológica o química. Ello en atención a que, por el contrario, el poder destrucción de todo artefacto bélico que se active mediante técnicas de fusión, o fisión nuclear, supera en su capacidad de producir daño y muerte de modo desmesuradamente superior a las armas convencionales. De este modo, los intereses geopolíticos y económicos que dividen a las grandes potencias, les impele a incrementar un poder de mutua disuasión nuclear, como forma inmediata de disuadir al eventual adversario nuclear, lo cual acarrearía el acercamiento de la humanidad a una encrucijada de hecatombe sin retorno. Y a dicho punto se podría llegar incluso de modo accidental, por una errada interpretación de órdenes superiores de parte de quienes están en la línea de mando del arsenal nuclear de alguno de los países miembros del peligroso “club”.

Estrategia de desarme

En su libro ¿Sobrevivirá el hombre? de 1976, el filósofo Erich Fromm recomienda como vía del desarme la mutua vigilancia entre los Estados que poseen dicho tipo de arsenal, a la manera de un desarme, paulatino y mutuamente controlado. Sin embargo de lo que se trata es de ver quién está dispuesto a dar el primer paso. La mutua desconfianza entre los integrantes del “club nuclear” pareciera someter a sus gobiernos, a preservar sus nefastos almacenes de macrodestrucción, como mecanismo de intimidación y contención respecto a que los otros deseen iniciar un ataque nuclear.

II Enmienda

En todo caso, en América Latina y el Caribe acaso Brasil y Argentina han adelantado proyectos de investigación nuclear y enriquecimiento de uranio de bajo nivel con fines pacíficos, especialmente para las áreas de salud, transporte y otros servicios, siendo ambos firmantes del Tratado de Tlatelolco. Asimismo, el carácter de Estado Nacional de todos los suscriptores de Tlatelolco quedó definido en la II Enmienda de dicho Tratado, al establecer dicho texto complementario: «La condición de Estado parte del Tratado de Tlatelolco estará restringida a los Estados independientes…de conformidad con su artículo 4, y párrafo 1 del presente artículo, que al 10 de diciembre de 1985 fueran miembros de las Naciones Unidas y a los territorios no autónomos…cuando alcancen su independencia» (https://revistadigital.sre.gob.mx).

Sinóptico

1814

Vicente Salias

Este día muere fusilado, en Puerto Cabello, Vicente Salias, prócer civil de nuestra independencia, médico, periodista y autor de la letra del Himno Nacional Gloria al bravo pueblo. Capturado dos días antes en altamar, por una embarcación española que detuvo la nave que lo trasladaba hacia una posesión inglesa del Caribe, Salias, luego de ser identificado por los captores, fue de inmediato trasladado a Puerto Cabello.

Allí el capitán general Juan Manuel Cagigal abrió juicio sumario y lo hizo fusilar un día como hoy. El caso de Salias, de quien nunca se supo que portase armas o interviniese en combates, es el mismo que de modo recurrente se repite en capítulos cruciales de la marcha de los pueblos, cuando alguno de sus artistas, hombres de pensamiento, científicos y poetas -en medio de los grandes conflictos se ubican del lado de quienes propugnan la verdad histórica y cambio social.

Así acaecerá en distintas épocas y latitudes con Tomás Moro, Giordano Bruno, Mariana Pineda, Federico García Lorca, Víctor Jara o Roque Dalton, víctimas de la felonía y el oscurantismo militante.

A Salias no le quitó la vida el lanzazo de un jinete bovecista sino la orden de Juan Manuel Cagigal, el militar más ilustrado que España envió a Venezuela durante la Gesta Emancipadora.

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