106 años después, el pescador Juan de la Cruz sentencia: “Viví una vida feliz”

0

Nacido y criado en la costa aragueña, es famoso -entre otras cosas-, por haber sido el «sancochero» del general Pérez Jiménez. Fotos RRO.

Rafael Rodríguez Olmos / Especial para Vea

Cuando uno se topa con una persona que pasa de los 100 años, quiere saber muchas cosas: su vida, sus vivencias,  los amigos, los deseos, sus actividades, las cosas que soñó, los amores, la música.

Lastimosamente, esto no es posible. No todo el mundo cumple 100 años; y si los cumple, la mayor parte de los recuerdos los ha borrado el tiempo. Apenas lagunas de las anécdotas que más resaltaron. Es lo poco que pudimos extraer de este anciano pescador, que aún  camina con bastón. Aunque nadie sabe la edad exacta; entre el pueblo de Choroní y él la ubican entre 103 y 110 años. Cuántos quisieran llegar a esa edad.

Sentado en una silla, sosteniendo su bastón, no es posible imaginar que estamos frente al hombre que no solo le hacía los sancochos a Marcos Pérez Jiménez, sino que si él no lo probaba antes, el dictador nacido en Michelena (Táchira), quien gobernó con mano férrea a la Venezuela de los años ’50, era incapaz de saborear aquel plato criollo. Pero además, cuenta él, corroborado por otros, que el  “gordito de Michelena”, como le decían jocosamente algunas personas del pueblo que se atrevían a hacerlo, no permitía que nadie más  le  hiciera la comida.

Juan de la Cruz Rebolledo, es la figura más renombrada en Choroní, nacido y criado en ese pueblo de la costa aragüeña, y hasta tiene reconocimientos de varias instituciones, incluyendo una placa que le otorgara el Concejo Municipal de Girardot, pues aunque no se sabe a ciencia cierta si tiene 106 años, otros dicen que 103, incluso su compañera desde hace 50 años, Juana, dice estar segura que tiene más de 110. “Yo nací un 24 de noviembre”, recordó  su fecha de nacimiento con claridad, pero no tiene claro su edad, aunque él mismo asegura que deben ser más de 105.

-¿Cómo era su relación con el dictador? -le pregunto intrigado. Y a pesar de su poca lucidez, recuerda con claridad algunos pasajes de ese período de su vida.

-Él era un hombre bueno. Venía por ahí con algunas mujeres y oficiales militares. En ese entonces, se  construyó una mansión allá arriba en la montaña (aún están los cimientos de la lujosa mansión, se ven desde cualquier parte del mar). Él venía mucho por aquí, porque le gustaba mucho esto. Había una reina  de belleza (Susana Duijm). A veces venía hasta cuatro días. Me mandaba a llamar y yo le decía a un oficial lo que iba a comprar. Él lo anotaba todo y después me subían hasta allá en un jeep para que cocinara.

-¿Se portó bien contigo? ¿Alguna vez te maltrató?

-No, nunca. Me trataba muy bien. Como yo era pescador, me pedía pescados o mariscos. Le gustaba el pescado frito con arepa, tajada y queso en el desayuno. Varios años después que lo sacaron, él me mandaba cartas desde España (versión que fue corroborada por Juana, quien asegura que las tiene una hija de Juan).

-¿Es cierto que tuviste 50 hijos?

-Para ver, se murióóó, quién  se murió –le consulta a Juana, quien asegura que se han muerto varios. Ella asegura que deben ser unos 70 y que «…nunca dejó de darle dinero a  sus hijos. A todos”.

El anciano pescador cuenta que esa era su vida, pescar, y que de eso vivió. “Pero esa era la vida de este pueblo, como la de todos, pescar, beber aguardiente”.

-¿Y mujeres? En el pueblo me dicen  que tuviste 70…

-Sí, me gustaban mucho, jajaja. Ya no recuerdo cuántas. (Juana asegura que pueden llegar a  70).

-¿Tus hijos te visitan?

– No todos, porque la mayoría no vive ya aquí. Algunos me visitan.

-¿Cómo llegaste a 100 años?

-Comiendo pescado y plátano, y ahora de todo, pero más pescado y plátano.

-¿Qué comes ahora?

-Hasta caraotas. De noche. Yo como de todo. Nada me hace daño. Yo soy un hombre feliz de la vida. No hay una vida mejor  que la  del pescador, y comerse ese pescado fresco con las verduras sancochadas. Beber aguardiente y las mujeres, que son como la vida.

-¿Fuiste a la escuela?

-Habían unas hermanas que nos enseñaron a leer, escribir y sacar cuentas. Creo que llegué a  tercer grado, pero con eso vivía y me defendía y hacía mis negocios.

-¿Recuerdas a tus amigos de la infancia?

-Ya no. Hace un tiempo los recordaba.

-¿Qué te emociona de la  vida?

-Bueno, mira, yo soy feliz y agradezco la vida que he tenido, porque  tuve lo que necesité. Todavía camino para el río y miro a los muchachos jugando. Ella me reclama (señala a Juana) pero aquí voy, con mi bastón.

-¿Qué se siente vivir más  de 100 años?

– Pues, que los viví y aquí estoy todavía.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

error: Este contenido está protegido !!