Néstor Rivero Pérez

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El 10 de octubre de 732 se escenificó la Batalla de Poitiers, cuyo resultado delimitó la máxima extensión del Islam hacia el occidente europeo, manteniendo el control de la Iglesia y monarquías cristianas, en Francia, Alemania, y otros países colindantes con el Mar Mediterráneo y las islas británicas en el Mar del Norte.

Cultos armados

Ya en la Antigüedad el culto pagano a Zeus, Hera, Palas y Mercurio, en el Mediterráneo oriental y Asia Central, era impuesto, con las armas, a poblaciones que tributaban deidades locales. En la América prehispánica el extremismo del credo se observa en la crueldad del ritual de los templos mayas, aztecas e incas, en cuyos altares se abría el pecho a las vírgenes del Sol, aún con vida, para ofrendar su corazón a los dioses. Y el catolicismo practicado por Inocencio III frente a los cátaros, o por el dominico Girolamo Savonarola en el siglo XV con su “hoguera de las vanidades” no era menos violento que los usos aborígenes.

Islam en España

De acuerdo a Ignacio Olagüe, no fue la vía bélica la que hizo posible la expansión del culto mahometano desde Medina hasta el pie de los Pirineos al occidente y los bordes de China e India al oriente. El autor de La revolución islámica en Occidente expone la tesis según la cual la ampliación del influjo islámico ocurrió “a través de movimientos migratorios ocasionados por las duras condiciones climatológicas de la zona (Medio Oriente), por lo que se vieron obligados a expandirse hacia otras zonas…en busca de mejores condiciones de vida”. (http://www.papelesdesociedad.info). En todo caso, un siglo después de su afirmación en La Meca, Bagdad y Damasco, la religión de Mahoma habría de apersonarse con el alfanje del bereber Muza en Asturias (España), y cien años después quedaba consagrado el califato cordobés de los Omeya en el sur de la Península. La Guerra de Reconquista, como tilda la historiografía hispánica la presencia islámica en la Península Ibérica, constituyó auténtica gesta inter-religiosa que culminó siete siglos después cuando las huestes de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón tomaron Granada.

Martel

Debiendo el apellido al sobrenombre “martillo”, por su forma de acometer y reducir al adversario, como alguien que “quiebra y machaca el hierro y los demás metales” (Wikipedia), Carlos Martel organizó el ejército franco que ha de dar cara a las fuerzas del berebere Abd al-Rahman ibn Abd Allah al-Ghafiq, 14° valí (gobernador) de Andalucía y quien tras salir de Pamplona atravesará la cordillera de los Pirineos, tomando algunas poblaciones francas para situarse a veinte kilómetros de la localidad de Poitiers. Martel, hijo morganático del rey Pipino de Haristal, ejercía en 732 como mayordomo de Palacio, cargo de gran importancia en la estructura de poder, aunque fuera de la línea sucesoral. Su hijo Pipino el Breve habrá de asumir la corona de Francia; y, entre sus nietos destacará el emperador Carlomagno.

Poitiers

La Europa del Medioevo, sociedad regida por el latifundio entremezclado con la caballerosidad, el fanatismo religioso, y las ferias comerciales, se aprestaba para rescatar Palestina y el Santo Sepulcro, en manos de fuerzas mahometanas en expansión. Organizando Martel su sólida infantería en falanges supo ordenar los desplazamientos tácticos de sus cuerpos en masa, acometiendo con fortuna la gruesa caballería musulmana, con la ventaja de los cristianos de presentarse bien abrigados al combate, en días en que la temperatura era baja. Si bien la caballería islámica rompió en varias ocasiones el cuadro de las unidades cristianas, en definitiva se impuso la disciplina de estas últimas en pie, al punto que luego de seis días de escaramuzas y un terrible combate, los hombres de Martel rodearon el centro de Ibn Abd Allah al-Ghafiq, desbaratándolo, dando muerte a este último y obligando a los sarracenos a retroceder hasta el otro lado de los Pirineos. La jornada definió los límites de la expansión islámica en su excursión transpirenaica.

Sinóptico

1817            

Reparto de bienes

Este día el Libertador Simón Bolívar, en Santo Tomás de Guayana, dictó “Decreto sobre Reparto de Bienes Nacionales”, mediante el cual se distribuía entre oficiales, soldados, viudas y huérfanos de la guerra, los inmuebles, fincas, y otros bienes que habían pertenecido a realistas emigrados. El decreto constituye un primer antecedente de agrarismo y reparto de tierras por el Estado venezolano.

Junto al decreto de abolición de la esclavitud de Carúpano, en 1816, el de Reparto de Bienes Nacionales constituyó la iniciativa social de mayor carga revolucionaria de la Independencia, y antecedente del agrarismo jefaturado por Ezequiel Zamora en el siglo XIX, y de los proyectos inconclusos de reforma agraria del siglo XX, y Ley de Tierras del presente siglo XXI. Según el Decreto, desde el general de división, pasando por el coronel y hasta el soldado raso, o sus deudos, recibirían alícuotas de bienes inmuebles correspondientes a su grado.

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