Alcides Castillo

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El pueblo de Colombia enfrenta una escalada de la crisis política, económica y social sin precedentes en los últimos 70 años de su historia. La violencia estatal con asesinatos, torturas, secuestros, desapariciones y corrupción, unido al narcotráfico, neoliberalismo, paramilitarismo y la pandemia de la Covid-19, lleva a la nación neogranadina a un enfrentamiento constante por el derecho a una vida digna, por un mundo mejor que no puede ofrecer el actual sistema de gobierno con Iván Duque como presidente de la República, y con Álvaro Uribe Vélez a la sombra del poder.

Estos factores antes descritos son alentados por el Estado colombiano, conformado por la oligarquía, el Alto Clero, empresarios, élite política-sindical y el narcotráfico, que hacen vida ilegítima con el respaldo de los diferentes gobierno de Estados Unidos en todas las épocas. A la sombra de este poder emergió el negocio de la droga que hizo más rica a la burguesía y sus sucios, mientras que la gran mayoría se hunde en pobreza extrema y violencia indetenible que llevó a la protesta social cuya respuesta es de represión y muerte.

La reforma tributaria que propuso Duque no era más que asaltar los bolsillos de los colombianos, con pago de IVA por los servicios públicos básicos como salud, educación y funerarios, además de privatizar toda la estructura educativa y de salud. De este cuadro neoliberal surge la protesta social que hasta este miércoles (12 de mayo) lleva la cifra de 31 personas asesinadas por el Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía Nacional (Esmad) según cifras del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), además de contabilizar más de 1.200 heridos, 18 de ellos con daños oculares, 87 desaparecidos, que es la “especialidad” de Uribe y Duque, y la violencia sexual contra mujeres por parte de la fuerza pública.

Duque llamó a “dialogar” pero amenazó con más represión, mientras que el Comité del Paro Cívico convocó a nueva huelga general en demanda de frenar la represión y asesinatos selectivos, castigar a los represores y cubrir las demandas sociales.

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