Alfredo Carquez Saavedra

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¡Cuidado! ¡Ahí vienen los rusos! ¡Alerta! ¡Se acercan los iraníes! ¡Peligro! ¡Nos invaden los chinos! ¡Horror! ¡Llegaron los marcianos! Los alaridos de alarma se repiten una y otra vez con voz afectada, como si buscara alcanzar un tono que garantice un mínimo de credibilidad.

Es Iván Duque, quien grita ante un reducido público compuesto por apenas un par de personas, muy desprestigiadas pero de mucha confianza: su vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez, y su ministro de Defensa, Diego Morlano Aponte.

Ambos lo miran atentos a cualquier error, es decir, a cualquier falla de modulación o gesto que pueda anular la intención del hablante de generar el terror suficiente entre sus compatriotas, pues el objetivo es poder alimentar esos miedos intensos que puedan servir para justificar cualquier acción de sangre en la frontera con Venezuela.

La ocasión la pintan calva, piensa el subpresidente de la neocolonia de al lado, mientras cámaras y micrófonos lo esperan. “Hay que aprovechar los vientos de guerra que nos llegan desde Washington para montarnos en la ola antiMoscú, para quedar bien con nuestros jefes de la Casa Blanca y, de paso, para atacar, aunque sea verbalmente, a Venezuela. Eso sí que es matar tres pájaros de un tiro. Y de matar, de tiros y de mala intención sí que sé yo. No en balde soy, y a mucha honra, el mejor pupilo de ese gran demócrata, a quien por pura envidia le llaman Matarife”.

En su delirio, sueña Duque con hacer de Colombia un país miembro, en pleno, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), pues así superaría a su antiguo amigo y hoy reciente enemigo, Juan Manuel Santos, quien solamente llegó a la vergüenza de hacer a su patria, socia global del acuerdo bélico.

“No sé qué esperan en Bruselas para hacernos socios, si reunimos todas las condiciones. Tenemos bases militares estadounidenses con inmunidad incluida para su personal, y hasta exportamos mercenarios; en Venezuela, Haití y Yemen, pueden dar fe de eso. Estuvimos en Corea defendiendo los valores de occidente y el capital. Apoyamos a Margaret Thatcher y a la reina Isabel cuando las Malvinas”, se queja el amigo de alias “El Ñeñe”.

El inquilino del Palacio de Nariño está pronto a dejarlo. Todo indica que después de las elecciones de mayo próximo, otros de tinte ideológico distinto serán los ocupantes. Eso explica la apresurada gira vacacional por Europa que ha servido de telón de fondo para la crisis de histeria antirrusa de Duque.

Peligrosamente ridículo, Duque juega a la guerra fría. Como si fuera un presidente de verdad, le pide al Kremlin que el material bélico vendido a nuestra patria no sea utilizado para atacar a Colombia.

Tranquilo, Iván, estas armas no son para agredir, así no más. Eso sí, están destinadas a la defensa de Venezuela ante cualquier agresión venga de donde venga.

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