Alberto Vargas

“…Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza; y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es la hija de las tinieblas, un pueblo ignorante es instrumento ciego de su propia destrucción…”, Simón Bolívar.

Aquí el Libertador exhibe el difícil ejemplo de ser honesto y sincero, sobre todo en política, y con ello aviva la conciencia ciudadana, en estas palabras que recoge su discurso de Angostura hace 200 años, que representó el pórtico luminoso para la jornada de la construcción de lo que hoy llamamos la República Bolivariana de Venezuela, después de tantos tumbos y traspiés.

Luego, hoy como ayer, en el destino de los pueblos de Nuestra América se debaten dos concepciones irreconciliables, dos polos del drama universal: Libertad contra tiranía. Bolívar alertó que “nosotros somos un pequeño género humano, poseemos un mundo aparte: Cercado por dilatados mares, nuevo en casi todas las artes y ciencias, aunque en cierto modo viejo en las artes de la sociedad civil”.

Existen factores externos contrarios a la autodeterminación de los pueblos que irrumpen para favorecer una paz verdadera y permanente. Hay una puja contraria al desenvolvimiento de los pueblos,  a la cooperación,  a la soberanía de cada uno, agresiones que buscan impedir el logro de un sistema en el que prevalezca la independencia, la igualdad, el derecho social, al igual que la unidad e integración, la solidaridad, soberanía, respeto mutuo, preservación de los derechos humanos, educación, trabajo, salud, vivienda, dignidad, entre otras garantías fundamentales como ingredientes para una efectiva práctica responsable y honesta en la obligación de conducir las aspiraciones de los pueblos.

Esta lucha viene desde tiempos inmemorables, y el opresor se ha encargado de alejarla de los pueblos. Hoy los escenarios son distintos y esos pueblos dominados están reaccionando ante la opresión criminal imperialista. Nuestra América está respondiendo al compromiso consigo misma de completar la obra bolivariana para lograr la felicidad del hemisferio latinoamericano ahora y para siempre, pues volveremos a vencer.

Nuestros pueblos han digerido a la perfección también, la subsiguiente frase Bolivariana:

“El velo se ha rasgado, ya hemos visto la luz, y se nos quiere volver a las tinieblas;  se han roto las cadenas y ya hemos sido libres, y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos”.

El monroísmo está pulverizado

Sobre el “sueño americano” se han dicho conjeturas innumerables. La Constitución de EE. UU. devela el “sueño” de muchos que aún viven en el trasnocho estadounidense. Su texto fundamental articula una recortada y limitada soberanía popular, por los innumerables obstáculos jurídicos en el camino de su realización.

Hay muchos estereotipos y moldes elaborados al estilo de la contraposición de democracia monista versus democracia participativa y protagónica.

Federico Engels escribió: “Inicialmente se pronunció por el reconocimiento de los derechos del hombre, al tiempo que sancionaba la esclavitud de las razas de color existentes en América; los privilegios clasistas fueron refrendados; los privilegios raciales, santificados”.

Como antítesis Simón Bolívar propagó ideales constitucionales soportados por las reivindicaciones sociales, la libertad, la democracia y la igualdad, adecuada a las condiciones históricas concretas de la vida de los pueblos de Nuestra América y de las bases sociales y políticas de los jóvenes Estados de la región meridional.

Bolívar defendió su concepción revolucionaria de la soberanía popular y se mantuvo en el rechazo de las instituciones de EE. UU., quienes veían la solución de los problemas en Nuestra América con la implantación del modelo estadounidense. Acerca de esto, Bolívar precisó: “Es desgracia que no podamos lograr la felicidad de Colombia con las leyes y costumbres de los americanos”. Luego profirió estas palabras ya clásicas: “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia, para plagar la América de miserias a nombre de la libertad”. La génesis de las frases de Bolívar aclaran el peligro que representa EE. UU. y se visualiza al monroísmo y su contrario: El Bolivarismo.

De otro lado, para los ideólogos de EE. UU. era necesario levantar los diques hacia el camino de la “tiranía de la mayoría”,   a lo que en repuesta Bolívar postuló ser un resuelto adversario de la “tiranía minoritaria”.

En suma, la Doctrina Bolivariana rescató la conciencia de la historia; y por otro lado, la historia eurocéntrica-occidental ha sido incapaz de resolver los problemas que ella misma ha generado a lo largo de cinco siglos.

Bolívar es el gran guía del hemisferio latinoamericano para contener al imperialismo, que por cierto está expirando. Ahí está la desdolarización mundial, como ejemplo.

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