En sus cartas, ensayos dejó muy clara su visión antiimperialista. Foto Internet

(Tomado del libro de Venezuela siempre grande de la periodista Yuleidys Hernández Toledo. Capítulo IV, entrega XIII)

Venezuela presenció cómo luchó desde muy joven en pro de los derechos del pueblo. Lo había visto condenar la violación de la soberanía que venía cometiendo durante décadas el imperialismo estadounidense. Observó cómo fundó e impulsó la Junta Patriótica, el movimiento que derrocó a Marcos Pérez Jiménez. Estuvo en primera línea cuando este ser humano noble decidió renunciar al Congreso, tomar el fusil e ir a las montañas a combatir contra la dictadura representativa que inició Rómulo Betancourt.

Ese era su Fabricio Ojeda, el mismo que había nacido el 6 de febrero de 1929 en Boconó, Trujillo, en el seno de una familia pobre.

“Cargando agua aprende las primeras letras. De mano de su abuelo recorría las calles de Boconó, vende lamparitas a los campesinos para que alumbraran caminos y miserias (…)  Estudia y estudia. Ingresa al liceo Juan Bautista Dalla Costa. Todavía en sus archivos están las notas de Fabricio Ojeda, alumno brillante” (414).

Después de su paso por el bachillerato, “le aguardan los campos petroleros de Mene Grande, Tía Juana, Bachaquero, Cabimas y un oficio nuevo de maestro de escuela”  (415).

Luego de estas vivencias, llegará a Caracas donde se convertirá en periodista, se vincula con la política, convirtiéndose en militante del partido Unión Republicana Democrática. Para los años ’50 trabaja en El Nacional, y en plena dictadura de Pérez Jiménez estará destacado en la fuente noticiosa de Miraflores, lo que le permitirá conocer los pasos del régimen.

Luego de la caída del tirano, Fabricio es electo en las planchas de URD por el  entonces Distrito Federal como diputado; para la fecha era la persona que con más votos había pisado el Congreso (416).

El 30 de junio de 1962, cuando Betancourt había aumentado su régimen de terror, Ojeda renuncia al Congreso y toma las armas para luchar contra el terrorismo de Estado.

El 14 de octubre de 1962 fue detenido  durante una ofensiva antiguerrillera llevada a cabo por unidades del Ejército en las montañas de Portuguesa. “Es condenado a 18 años y confinado a la cárcel de Trujillo. En esa cárcel se encontrará con los oficiales superiores, suboficiales y clases que se rebelaron en Carúpano. Juntos se fugan un grupo de ellos”. Se internará en las montañas de Boconó (417).

Desde de los campamentos guerrilleros o en un rincón de la clandestinidad, lucha contra la tiranía de Betancourt y luego contra la de Raúl Leoni; además, a través de cartas y artículos de prensa, denunció las arbitrariedades de estos regímenes y dejó muy clara su visión antiimperialista.

De hecho, tras las declaraciones del presidente estadounidense Lyndon B. Johnson de que no permitiría la aparición de “una nueva Cuba”Ojeda expresó: “Cuando se dice que el gobierno de Estados Unidos no permitirá la aparición de una “nueva Cuba en el continente”, no se refiere solo a la presencia del socialismo, sino al triunfo de cualquier movimiento de liberación nacional bajo el régimen revolucionario democrático-burgués. No es al comunismo exclusivamente lo que combaten las fuerzas reaccionarias, como quieren hacerlo ver a todo trance, sino a la liberación de los pueblos para poner fin a la explotación y el coloniaje” (418).

El 16 de junio de 1966 Venezuela sentirá un nuevo dolor en su alma, cuando en una casa de Tanaguarena del Litoral Central, sea detenido su hijo revolucionario. “Acaba de dar término a un ensayo sociopolítico que intitula La guerra del pueblo, donde vierte su ideario político” (419). Fue capturado junto con su esposa Anayansy Jiménez por los esbirros del Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA). A él lo conducen a los calabozos del Palacio Blanco, frente al Palacio de Miraflores.

Ahí, muy cerca desde donde Raúl Leoni dirige su terrorismo de Estado, Fabricio  será asesinado. A través de un comunicado, el lunes 21 de junio de 1966, el entonces ministro de la Defensa, general Ramón Florencio Gómez, dirá que fue un suicidio (420).

Por exigencia de José Vicente Rangel ante el Congreso, se nombró una comisión que tuvo acceso a la celda ubicada en el cuarto piso donde fue asesinado. Allí, según su testimonio, “pudieron observar el cadáver de Fabricio Ojeda tendido casi a nivel del piso con una cuerda de las usadas para persianas al cuello, por lo que exigió que el cadáver fuera desnudado, pudiéndose apreciar moretones en los brazos y tórax, pruebas evidentes del empleo de la violencia y de torturas físicas” (421).

Su esposa contó por aquellos años al periodista Víctor Manuel Reinoso, en una entrevista publicada en la revista Élite en julio de 1967, la brutalidad con la que fueron detenidos y los tratos crueles que le dieron a ella luego de la captura. Además, dejó muy claro que Fabricio no se suicidó.

“—Anayansy, usted ha adelantado a la opinión que Fabricio no se suicidó. Después de las 11:00 de la mañana del lunes, que fue la última vez que vio a Fabricio ¿qué cree que sucedió?

—Yo pienso lo siguiente: A Fabricio lo llevaron a interrogar. Eso, ahora es indudable, como también es indudable que su actitud fue siempre de burla hacia el aparato represivo. Y lo golpearon. Él no cedió (…) Lo que sucedió fue que al golpearlo, tratando de conseguir que cejara en su actitud digna ante el aparato represivo, uno de los golpes fue en el plexo solar; fue un golpe bajo, según el léxico boxístico. Eso le produjo un paro. Trataron de reanimarlo administrándole estimulantes cardíacos. Un periodista que probablemente oyó la palabra droga, habló en su reseña de barbitúricos. Esos estimulantes fueron los que se le encontraron a Fabricio en las vísceras, cuando le practicaron la autopsia. Lo de los estimulantes no les dio resultado. Pensaron entonces en la salida del suicidio” (422).

Venezuela aún sufre su muerte.

414-419 Ojeda, Fabricio. La guerra del pueblo. El Perro y La Rana. Páginas 52, 121-126.

420-421 Maniglia Teresa y Carvajal Ingrid. Cronología de una implosión. La década final de la IV República. Minci. Segunda edición, 2011. Páginas 24-25.

422 Ojeda, Fabricio. La guerra del pueblo. El Perro y La Rana. Páginas 136-137.

Aquí puedes leer las doce entregas anteriores del capítulo IV.

Betancourt da inicio a la dictadura representativa con su régimen. https://bit.ly/2Dsjuec

Betancourt viola la Constitución y su régimen asesina a Livia Gouverneur (II). https://bit.ly/2DqQYth

Comienza la lucha armada ante el baño de sangre que causa Betancourt (III). https://bit.ly/31aQqA2

Fabricio Ojeda se suma a la lucha armada (IV). https://bit.ly/3i1k1CE

Betancourt, el presidente que ayudó a agredir a la Revolución Cubana (V). https://bit.ly/310CucN

El nacimiento de la OPEP por el impulso de Juan Pablo Pérez Alfonzo (VI). https://bit.ly/2E9NgEC

Ante la represión de Betancourt nacen las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (VII). https://bit.ly/2CxaWTb

Raúl Leoni, otro adeco que continúa la represión e incluye la figura de la desaparición (VIII). https://bit.ly/3iMX4DA

Allanamiento de la UCV y la desaparición de Víctor Soto Rojas (IX). https://bit.ly/3kSXLNu

Alberto Lovera, uno de los mártires de las desapariciones y crímenes de Leoni (X). https://bit.ly/312uAQ8

Los campamentos antiguerrilleros, centros de torturas y represión (XI). https://bit.ly/3122EMl

Las torturas y los asesinatos reinaron en los campos antiguerrilleros (XII). https://bit.ly/2Y6QfFj

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