Karim Klam según Saramago

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Lo que sí no parece lógico, aunque sea verídico, es que el Fiscal Karim Klam llegue al país representando una Corte que parece más celestial que de este mundo.

Federico Ruiz Tirado

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«El campo es tan hermoso que no quiero pensar en sus causas», le dijo una vez un gaucho a Domingo Sarmiento, polifacético y autodidacta escritor argentino, quien al parecer, secretamente, vivía con pasión la iconoclasia promovida y cultivada por el bizantino León III para desmoronar el fetichismo de la época.

El cuento es de Borges, quien supuso con razón que ese hombre de a caballo en la Pampa sureña, no quería pensar en nada y, así, cabalgando entre el horizonte y los pastizales, y viendo la errancia del ganado, vivía la felicidad y punto. Lo demás sobra. La realidad es una pieza más, por muy ancha y ajena que ella sea.

Nadie con dos dedos de frente se atrevería a calificar de fake new esta anécdota, o de pintarle una pizca de rímel de postverdad a sus pliegues. Si algún cariz de manipulación se percibe en ella no viene del gaucho sino de Sarmiento o de Borges, da igual, al fin y al cabo lo que vale es su fantástico viento literario, provenga de donde o de quien provenga. Es un «Nom Sequitur», dijo Borges.

-Yo sé lo que eso significa -me dijo mi paisano Manuelapa en tono veguero-. «Lo dicho por el gaucho es una vaina lógica».

Se trata de una latinazo y Manuelapa sabe algo de esa lengua muerta desde que se hizo abogado.

Lo que sí no parece lógico, aunque sea verídico, es que el Fiscal Karim Klam llegue al país representando una Corte que parece más celestial que de este mundo. Pero forma parte de la verdad, así como cierta es la catilinaria de Antonio Ledezma desde el contrafuerte de un «exilio» decorado por los viejos símbolos patrios y una imagen de Carlos Andrés Pérez, CAP para la próxima, uno de los más conocidos genocidas de la historia reciente de Venezuela, cuyo recuerdo aún no ha sido penalizado por la memoria histórica, igual que el de Rafael Rosales Peña, malhechor barinés que hoy brinca como una liebre por la ciudad de Hugo Chávez.

Si Ramón Guillermo Aveledo no se percató de la presencia del enviado de esa suerte de tribunal de Roma, Karim Klam, para conectar su espíritu con el de Escriva de Balaguer en el reino del Opus Dei, fue porque el Matacuras, llamado también Leopoldo Castillo, se le adelantó en la pista para invocar a sus santos y rendir tributo al «castigo divino» que anunciaban los siervos del señor en sus twitter: el inefable C.Veccio y uno especial, LuisCarlos-OnePiece, agente cibernético del gran poder.

Hay mentiras verdaderas: la Corte Penal Internacional es una de esas extrañas falacias que respiran como los seres vivos. Nació en Roma, para colmo. Y cruza el espacio sideral, sobrevuela los océanos y aterriza donde quiere, mas no hace lo que debe: es como el Señor según Saramago, o según Caín: tanto poder carente de lógica a la hora de ser justo con su propia creación.

El señor Fiscal Klam ha debido, nomás pisar la alfombra roja venezolana, lanzar por lo menos una indirecta modo Luis Herrera Campins: «¿Dónde están los reales?», por ejemplo. Así, Guaidó y su pandilla habrían sabido que doble K los tenía en la cabeza. Es que esa gente sabe que KK tiene con ella su conqué.

Pero ya la página dio su vuelta, aunque no totalmente. Así es la vida en estos tiempos en que las ondas gravitacionales teorizadas por Einstein, hace un siglo, pueden arrojar otras incógnitas: pronóstico reservado.

Es hora de resemantizar las paremias, crear otro refranero popular sin borrar la tradición. Jorge Rodríguez ya lo hizo al momento de la despedida: «quien nos la debe, que nos la pague».

Y eso es con la Corte Celestial según Saramago.

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