David Boothman

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Existe una alquimia romántica cuando la música se traslada de su anclaje cultural de costumbre, para entrar en una experiencia totalmente nueva, un arrobamiento trascendental. No más hay que pensar en el sonido del “pan” (steel band) saliendo de sus contornos habituales para inmiscuirse en el tejido de los instrumentos convencionales de una orquesta tradicional. De repente las notas seductivas del “pan” se escuchan como el sonido arrobador de la llovizna, el matiz y la sutileza, un mundo lejano de la densidad del sonido, que se ha hecho normal para nosotros, que en este momento se ha transportado a la imaginación visual. La alquimia de sonido, el director, el líder de la orquesta y los músicos, suben unidos en una unión trascendental. El concepto del Renacimiento Caribeño de repente se me presenta y la alquimia del escenario ha abierto la caja de Pandora para este escritor, soltando en mi mente, o en mi corazón, las posibilidades en el horizonte de una música “clásica” del renacimiento caribeño.

Me refiero al concierto que se realizó el jueves 14 de setiembre en nuestra sala de conciertos, imponente, la National Academy for the Performing Arts (NAPA). Este evento fue el aniversario sesenta y uno de las Relaciones Diplomáticas Bilaterales entre Trinidad-Tobago y Venezuela. Este concierto, de una magia cultural, fue una producción de la embajada de la República Bolivariana de Venezuela en la presencia de su excelencia, el embajador Álvaro Sánchez Cordero, con la National Philharmonic Orchestra of Trinidad & Tobago. Fue un evento impactante. La selección musical celebró el nexo estrecho entre las herencias culturales respectivas de los dos países. La colaboración entre el doctor Roger Henry, director de la National Philharmonic Orchestra of T&T, y el señor embajador Sánchez  le regaló al público una entrada al mundo musical de compositores, tales como Pablo Herrero y José Luis Armeneros, Rafael Delgado, Juan Vicente Torrealba, y Simón Díaz, todos venezolanos. El aporte trinitobaguense incluyó la obra de Lionel Belasco, Winston Des Vignes, Kes Dieffenthaller y Roger Henry. La combinación musical resultó ser un verdadero festín de canciones de una variedad de géneros radicales: Castellano, latino, calipso y soca.

La actuación fue perfecta, tanto como la secuencia entre los distintos estilos y temas, explorando la increíble riqueza de los polirritmos folclóricos indígenas, los cuales en el análisis final conectaron a las dos culturas. Hay que reconocer el aporte sumamente valioso de los músicos y de la Academy of the Performing Arts (APA) de la Universidad de Trinidad-Tobago.

Cuando se habla de una música “clásica”, la gente automáticamente cree que se trata de una expresión musical europea. Pero esto se basa en la teoría del origen europeo de la civilización. El renacimiento caribeño sirve principalmente para rechazar esta falsedad, y este rechazo mismo es un elemento fundamental del proceso de descolonización. Dado que la colonización es fundamentalmente un proceso de esclavitud mental, la descolonización equivale a un proceso de emancipación de la esclavitud mental.

Tenemos pues que desarrollar y adoptar una perspectiva más global sobre la cuestión de lo clásico. Lo clásico no es fundamental y exclusivamente europeo. Hay una variedad inmensa de tradiciones culturales en el mundo, y cada una de estas tradiciones tiene sus propias expresiones clásicas. A propósito de esto, es indiscutible que África, además de ser la cuna de la humanidad, es también la cuna de la civilización. Es indiscutible que los antiguos griegos vivían en la barbarie hasta que llegaron a sus tierras la gente altamente civilizada de Nubia / Cus (lo que es hoy día Sudán) para compartir con ellos el don de la alta civilización.

El renacimiento caribeño pone énfasis en la importancia de reconocer y celebrar las tradiciones musicales clásicas del Caribe. La región tiene una herencia rica de música clásica proveniente de culturas africanas, mesoamericanas, asiáticas, y europeas. Nosotros, del Renacimiento Caribeño, nos dedicamos a asegurarnos de que no se olvide esto.

Al conmemorar este importante hito (los sesenta y un años de relaciones diplomáticas bilaterales entre Trinidad-Tobago y Venezuela), en su presentación introductoria, su excelencia Sánchez Cordero hizo unas declaraciones brillantemente. Abrió de una manera sumamente expansiva.

“Hoy nos juntamos para rendir homenaje a la unión, la solidaridad, la integración, y la cooperación que ha existido entre los dos países nuestros durante las seis décadas pasadas”. Continuó: “El celebrar hoy de una manera tan grande el aniversario sesenta y uno de la Relaciones Bilaterales con Trinidad y Tobago, tenemos gran confianza que nuestra proximidad geográfica—que nos ha proporcionado tan abundante riqueza de conexiones humanas y culturales—pueda de veras preparar el camino hacia un estado más alto de integración y cooperación en áreas estratégicas tales como la energía, la agricultura, el transporte, el intercambio comercial, la ciencia y la tecnología; ramas en las cuales tenemos un potencial increíble.”

El embajador Cordero también les recordó a los asistentes que: «Trinidad llegó a ser la clave para la realización de la independencia venezolana en 1811. El precursor de nuestra independencia, Francisco de Miranda, se refugió en Trinidad en la primera década del siglo XIX, y fue desde Trinidad que Miranda salió para La Vela de Coro en 1806, para alzar la bandera venezolana por la primera vez en tierra venezolana. Igualmente, la inauguración de nuestra Segunda República en 1813 fue planeada y organizada por Santiago Mariño y los 45 Inmortales, desde la isla de Chacachacare, aquí en Trinidad. Estamos pues endeudados históricamente con Trinidad Tobago.

En cuanto a la cultura, tanto Trinidad y Tobago como Venezuela se han enriquecido mutuamente mediante el linaje, la herencia y el conocimiento. En los primeros años del siglo XIX, algunos cultivadores de cacao venezolano, llegaron a Trinidad llevando consigo una parte bien importante de nuestra identidad cultural. Por supuesto, esto incluye la música navideña de parranda (“parang”, en el inglés de Trinidad). También hacia fines del siglo XIX, trinitobaguenses migraron a Venezuela para trabajar en la industria minera y llevaron con ellos todo lo que es el carnaval y la música del calipso, especialmente al pueblo de El Callao, del estado Bolívar. Recientemente se realizó un evento cultural en el Sistema de Bibliotecas Públicas (NALIS, por sus siglas en inglés), en el cual se celebró el mismo Día del Calipso de Venezuela.

De hecho, añadió el embajador:

“En el concierto de hoy, vamos a apreciar algo de esta mezcla de la musicalidad cultural de Trinidad y Tobago con la de Venezuela. Sería una falla de mi parte el no hacer mención del aporte importante del Instituto Venezolano de Cultura y Cooperación (IVCC) que acaba de celebrar su aniversario sesenta, en abril del año en curso, llegando así a ser una referencia clave en cuestiones del ensalzamiento cultural entre los dos países”.

Para la información del lector, este escritor ha añadido la siguiente sección con algunos datos históricos sobre la proximidad tanto histórica como geográfica entre los dos países:

  • El río Orinoco fluye por la región norteña de Venezuela, y su desembocadura se encuentra en el mar Caribe bien cerca de la costa norteña de Trinidad. Esta proximidad geográfica ha facilitado varias formas de interacción entre las dos regiones. El Orinoco ha servido como una vía acuática vital de comercio y transporte entre Trinidad y Venezuela. Los bienes, incluyendo productos agrícolas, minerales, y otras comodidades, fueron transportados por el río y sus tributarios, hasta puertos en la costa venezolana, desde donde fue posible mandarlos por barco a Trinidad y otros destinos internacionales. La gran proximidad entre Trinidad y la costa venezolana ha resultado en un intercambio cultural entre las dos regiones. La gente de los dos lados del Orinoco ha compartido elementos culturales, inclusive de la música, la cocina, y las tradiciones. Este intercambio ha contribuido a la riqueza de la diversidad cultural de las dos áreas.
  • Nuestra National Philharmonic Orchestra of Trinidad and Tobago sirvió de lienzo para la pintura cultural de la tarde. Su selección y los arreglos de las composiciones venezolanas, tanto como las trinitobaguenses, serían clasificados en el lenguaje popular como “the bomb.”
  • Las composiciones como Venezuela, de Pablo Herrero y José Luis Armenteros, o Venezuela, de Lionel Belasco, o Palmas de Maracaibo, arreglo de Simón Browne, o Women del Callao, o Analica, de Rafael Osuna, o Desilusión o Caballo Viejo, de Simón Díaz, crearon la colcha intricada y refinada de un sabor latino. Luego se manifestó la nostalgia de lo familiar: Progress, por Winston Divine, arreglo del doctor Roger Henry, “Savannah Grass” de Kes Dieffenthaller, arreglo de Wasia Ward, “Symphony 2” de Roger Henry; Dance, Tan Tan, Movement 1; Fanfare and Movement 5: Jam. Los asistentes quedaron hechizados y transportados a un viaje del Renacimiento Caribeño … una alquimia romántica en acción.
  • Un pequeño apunte sobre Lionel Belasco (1881-1967): Nació en Trinidad y Tobago, pero más tarde emigró a Venezuela. Fue pianista y director de banda reconocido por sus aportes al calipso tanto como por sus composiciones y arreglos y el desarrollo temprano de la música del steelband. La música de Belasco está profundamente enraizada en las tradiciones de Trinidad y de Venezuela. Él incorporó en sus composiciones elementos del calipso y de la música folclórica de Venezuela. Su influencia se puede ver en la manera en que su organización musical y su liderazgo, dieron forma al género del calipso original, el que más tarde se desarrolló en varias formas de la música caribeña.

Claro, hay mucho más que se puede decir al ponernos a investigar la cuestión de nuestra combinación latinocaribeña, de historias, identidades, y, por supuesto, las realidades cotidianas en el proceso en progreso de la descolonización.

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